Sin miedo a amar

Capítulo 16

Los gritos de Charles se escuchan por todo el pasillo. No son ni las siete de la mañana y él ya está despierto. Escondo la cabeza debajo de la almohada, pero es en vano, el escándalo es tal que no consigo volver a conciliar el sueño.

Todos abrimos las puertas de nuestras habitaciones a la vez y miramos hacia el pasillo, como si estuviéramos sincronizados en una misma acción. Caminamos hacia la sala somnolientos y observamos cómo Charles salta en el sofá y enciende la televisión. Manuel se sienta junto a él y yo lo acompaño. Lo miro y jugueteo con su cabello. Él me mira molesto e intenta peinárselo con los dedos.

—Aún tengo sueño —cierra los ojos, bostezando—.

Lo golpeo en la frente y abre sus ojos, riendo malvadamente, mientras empieza a hacerme cosquillas. Intento apartarlo de mí, pero es muchísimo más fuerte y hábil que yo.

—Buenos días mis niños —dice mi madre entrando en el salón y dándonos un beso a cada uno—.

Nos queda mirando mientras se ata el cinturón de la bata alrededor de la cintura y se arregla el pelo. Joel aparece tras de ella y los dos desaparecen luego en la cocina. El olor a tostada recién preparada empieza a inundar el salón y me provoca hambre.

Nos levantamos del sofá y nos reunimos con los demás en la mesa de la cocina. William entra junto al inseparable Charles y se sientan al lado de Joel. Queda un asiento libre y solo falta por que llegue John.

—Amanda, ¿podrías ir a por John? —dice mi madre mientras se sirve un vaso de batido—.

—Ok.

Salgo de la cocina y me dirijo directo a su habitación. Llamo a la puerta varias veces, pero no responde. Si no está aquí solo puede encontrarlo en un lugar, si mi instinto no me falla.

Bajo las escaleras del sótano y allí lo encuentro. Sean tiene la cabeza escondida entre sus brazos y parece profundamente dormido. Es evidente que ha pasado toda la noche intentando arreglar su robot. Zarandeo su brazo consiguiendo despertarlo. Abre los ojos y se los frota con las manos.

—¿Qué hora es?

—Hora de levantarte perezoso —John sonríe ante mi comentario y empieza a desperezarse—. El desayuno ya está preparado y todos te estamos esperando.

—Gracias por venir a buscarme.

—No te preocupes. Aunque no deberías presionarte tanto.

—Lo sé.

Regreso a la cocina. Vuelvo a mi sitio y bebo un poco de café. John se sienta al lado de su madre y apoya el brazo en la mesa.

—John, por favor —mi tía lo regaña—.

—Perdón mamá —John baja el brazo—.

Joel se levanta de la mesa y saca de su chaqueta una carta. La deja sobre la mesa frente a William y le indica con la cabeza que vaya a la sala. William coge la carta y sale de la cocina.

Precisamente en ese momento me entran unas ganas urgentes de ir al baño. Me levanto pidiendo permiso y me detengo cuando escucho sus voces en la sala. Me entra la curiosidad y pego mi oído a la pared. Intento descubrir de qué hablan, pero lo hacen tan bajo que no puedo escuchar nada.

—Tu madre dejó esto en casa. Lo encontré el otro día en nuestra habitación por casualidad —Joel señala el sobre—.

—Esta carta era para ti.

—Exacto. Aunque nunca me he atrevido a leerla y quiero que ahora lo hagamos juntos.

—¿Por qué te haces esto, papá? Ya olvídalo. Han pasado muchos años —William le devuelve el sobre a su padre—. Ella está internada en el hospital y no quiero que manches su nombre con esta estúpida carta.

—William no te apresures, te estoy diciendo que no la leí. En su momento quise a tu madre y lo que menos quiero es que pienses que lo hago para darte una mala imagen de ella. Te equivocas en creer lo contrario.

—Quién se equivocó eres tú. No supiste valorar a mi madre y por eso ocurrió todo —William apenas susurra—. Si siguieras con ella todo sería distinto. Tu nueva esposa podrá ser agradable pero nunca podrá compararse a mi madre.

—Hijo...

—No. ¡Ya estoy harto papá! Quiero estar a su lado. Y una vez que deje el hospital me iré. Estoy harto de ti y de Amanda. Hacen como si lo supieran todo de mí. Pero se equivocan.

Siento un golpe en el estómago. Trago saliva y camino hacia el baño, escurriéndome antes que me pillaran. William lo ha hecho de nuevo: ha sido muy cruel conmigo y sus palabras me han hecho mucho daño.




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