Sin miedo a amar

Capítulo 21

Miro fijamente el reloj que hay colgado en la pared de la cocina contando los minutos que quedan para que pueda ir al hospital a ver a Gina. Son muy estrictos con los horarios de visita por eso cuando el reloj marca las doce salgo veloz hacia el coche.

Dejo el ramo que le he comprado a Gina en el asiento del copiloto y salgo del garaje. No tardo mucho en llegar al hospital ya que me acuerdo perfectamente de la dirección. Aparco en un hueco que hay libre y cojo el ramón de flores junto a mi bolso antes de salir del coche.

Como tengo las manos ocupadas cierro la puerta con la pierna, pero el bolso se cae de mis manos. Todas mis cosas acaban desperdigadas por el suelo. Me agacho y recojo todo antes de colgármelo en el hombro.

Nada más entrar me encuentro con la enfermera del otro día. Me acerco a ella y la saludo.

—¿Puedo pasar a ver a Gina?

—¿Puedes decirme tu nombre?

—Amanda.

La chica me da permiso y me acompaña a la habitación. Cuando llegamos a la puerta le doy las gracias y espero a que desaparezca por el pasillo antes de abrirla. Mi mirada se dirige a la cama donde se encuentra Gina. Aparta la mirada de la ventana y la centra en mí con una sonrisa en el rostro.

—Amanda. Me alegro de verte —levanta un poco la cabeza y mira el ramo—. ¿Es para mí?

Asiento y lo dejo sobre la cama. Lo mira sorprendida e intenta cogerlo, pero aún no tiene mucha fuerza.

—Gracias. No tenías por qué haberme traído nada.

—Venía a ver qué tal estás, veo que ya puedes hablar un poco más.

—Sí —intenta soltar lo que parece una carcajada—. Aunque aún me cuesta un poco —centra su mirada en el ramo—. ¿Puedes ponerlo en agua?

Lo cojo y pido un pequeño recipiente a las enfermeras para ponerlo. Entro en el baño y lo lleno de agua. Meto el ramo dentro de él y lo dejo sobre la mesilla.

—¿No está William por aquí?

—Ha salido a tomar el aire —su mirada se dirige hasta la ventana. Le acompaño y observo las bonitas vistas que hay desde la ventana—. Es importante para mí saber que William no ha estado solo todo este tiempo.

—No lo ha estado. Joel ha cuidado mucho de él.

Mi comentario parece molestarla. Aparta la mirada de la ventana y se le borra la sonrisa que tenía en los labios.

—Lo dudo. Él nunca nos prestó atención —su mirada se posa en mí e intenta hablar más fuerte pero no puede—. Seguramente mi hijo se ha criado con alguna niñera o quién sabe con quién.

Joel no ha estado a su lado durante todo este tiempo por su trabajo. Es cierto que intenta ser un buen padre para él, pero no se esfuerza lo suficiente o de la manera correcta. No puedes pretender tener una relación cercana con tu hijo si no pasas tiempo en casa.

No sé la imagen que tiene Gina de Joel ni cómo este tema podría afectarla, por eso decido dejarlo pasar para no buscarme ningún problema con su hijo.

—Sé que me he perdido muchos años de la vida de William, pero desde que te vi el otro día tengo curiosidad. ¿De dónde se conocen?

—Íbamos al mismo instituto.

La puerta se abre asustándonos a las dos. William entra con un café en la mano y un bollo de crema en la otra.

—Ya estás aquí —dice Gina emocionada—. Mira quién ha venido.

—Hola…

Se acerca a su madre y besa su frente antes de sentarse en el sillón que se encuentra a nuestro lado.

—Sé que acabo de llegar, pero creo que debería irme —miro la llamada perdida que tengo de mi madre—. Me reclaman en casa.

Gina mira a William y le pide que se acerque. Le susurra algo al oído y después me mira a mí.

—Dame un segundo y te llevo a casa.

—No hace falta. He venido con mi coche.

—Entonces conduciré yo.

Se acaba el café y lo tira a la papelera. Abre la puerta y se despide de su madre con la mano. Abrazo a Gina y sigo a William por el pasillo hacia el aparcamiento.

Se para enfrente de mi coche y extiende su mano. Le dejo las llaves del coche y abre la puerta del conductor. Los dos entramos a la vez. Me pongo el cinturón y centro mi mirada en todos sus movimientos.

—Gracias por venir a verla. No tenías por qué hacerlo.

—No es nada, espero que se recupere pronto.

William arranca el motor y da marcha atrás hasta llegar a la calle.

—Su recuperación va a ser dura, pero los médicos no creen que vaya a tardar mucho en mejorar gracias a la voluntad que tiene de recuperarse —suelta una pequeña carcajada y me mira—. Ayer se quería levantar de la cama y tuvieron que venir varios médicos a detenerla, no había quien la parara.

Ambos reímos juntos, pero pronto me pongo seria. Tengo miedo de que cualquier cosa que diga pueda sentarle mal, pero necesito expresar mis sentimientos y más si él tiene algo que ver con ellos.

—¿Por qué me besaste?




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