Estamos frente al club más exclusivo de la ciudad. No me pregunten cómo Evelyn ha conseguido las entradas porque yo tampoco lo sé. El local está un poco lejos de nuestras casas y de todo en general, por eso hemos tenido que venir en metro. Desde que salimos de mi casa, Evelyn trae la mentalidad de pasarse toda la noche en el club bebiendo y bailando.
Subimos las escaleras de la estación de metro al exterior. Hace un poco de frío y me arrepiento de haberme traído una chaqueta tan fina encima del vestido.
—Les suplico guardar los billetes de vuelta. Si llegáramos a separarnos, por favor, llegar puntuales si no el metro nos dejará.
—De acuerdo.
Evelyn abre su bolso y nos da los billetes. Saca de su cartera tres carnets y nos entrega uno a cada una.
—¡Están geniales! —Rebeca se lo acerca al ojo—. No parece falso.
Evelyn le manda a callar y le pide que hable más bajo. Miro el mío y empiezo a reír. ¿No tenía alguna foto mejor que darle? Salgo horrible y no parezco yo. Si te fijas bien se nota que estos carnets son falsos y nos podemos meter en un lío si nos pillan.
Levanto la mirada del carnet y me doy cuenta de que mis amigas ya están en la cola para entrar. Me uno a ellas y esperamos hasta que nos toque. Cuando llega nuestro turno le enseñamos el carnet al portero junto con las entradas.
Nos mira a las tres y quita la cuerda de terciopelo para dejarnos pasar. Evelyn y Rebeca empujan a la gente y se pierden en el interior del club. Si no las conociera sería muy difícil encontrarlas ahora mismo. Agarro bien mi bolso de mano y las busco en la barra. Las dos se están pidiendo dos chupitos de tequila. El camarero deja los vasos en la barra y los llena hasta arriba.
Evelyn pone un poco de sal en el dorso de su mano y la lame, muerde una rodaja de limón y finalmente bebe de un trago su chupito de tequila. Miro la larga cola que sale desde el baño y desisto. Encerrarme ahí hasta que acabe la noche ya no es una opción fiable.
—Ya estás aquí, toma —Evelyn me pasa un vaso con Vodka y me anima a bebérmelo—.
—No. De momento no quiero nada —lo aparto—.
—Mira que eres aguafiestas.
Me mira con mala cara, pero sigue con lo suyo. Rebeca me arrastra hasta la pista de baile y la pierdo entre tanta gente. Miro para todos lados en busca de ella. Aparte de la pista de baile, el local arriba tiene una zona exclusiva. Me quedo helada cuando mi mirada coincide con la de William. Pensaba que esta noche podría estar tranquila, pero me equivocaba. Sigo cada uno de sus pasos mientras baja las escaleras y se dirige hacia mí.
—¿Qué haces tú aquí?
—He venido con mis amigas, ¿y tú?
—¿Cómo has entrado?
—¿Cómo has entrado tú? —río—.
—Espérame aquí.
Sube y se reúne con sus amigos. Camino de nuevo hacia la barra y miro a Evelyn que juguetea con el vaso mientras liga con el camarero.
—Dámelo —ella me mira y sonríe—.
Desliza el vaso sobre la barra. Lo agarro fuertemente y lo poso sobre mis labios. Tras beber un trago largo abro la boca asqueada. Está demasiado amargo para mi gusto. Me acabo el vaso y siento como el calor recorre mi cuerpo. Tras tomar dos vasos más ya no soy consciente de lo que pasa a mi alrededor.
—¿No me habéis esperado? —gruñe Rebeca—.
Me roba el vaso que tengo en las manos y se lo acaba ella. Refunfuño y se lo intento quitar, pero me caigo del taburete al suelo. Las dos empiezan a reír y yo me uno a ellas. Evelyn me pasa un chupito y me lo bebo sentada en el suelo.
Cuando me levanto siento como una fría capa de sudor inunda mi cuerpo. Me quito la chaqueta y la tiro al suelo. Dejo a mis amigas en la barra y camino tambaleándome hacia la pista. Me paro enfrente de las escaleras que dan a la zona exclusiva donde está William. Sin pensármelo dos veces subo y observo detenidamente a toda la gente.
Hay pequeños reservados con sofás y una barra al igual que abajo. Miro la puerta del baño y sonrío. Camino hacia ella, pero alguien me detiene. Miro a William y me suelto de su agarre. Refunfuño e intento caminar de nuevo, pero se pone en medio y no me deja pasar.
—Déjame. Quiero ir al baño.
—¿Cuánto has bebido?
Encojo mis hombros y empiezo a contar con mis manos. Cuando llego a diez vuelvo a empezar. Llega un momento en el que he perdido la cuenta y lo único que hago es mirar fijamente mis dedos. William coge mi mano y me saca de allí.
—¿Dónde están tus cosas?
Señalo la barra y nos movemos entre la gente que da vueltas como locos. Me llevo varios empujones y me tropiezo varias veces antes de llegar. William recoge mis cosas del suelo mientras observo a mis amigas. Ambas tienen la cabeza apoyada sobre la barra y no paran de reírse mientras se miran la una a la otra.
—Mierda —las mira a las dos—. No te muevas de aquí.
Solo veo manchas borrosas moviéndose de un lado a otro. Pasan diez minutos hasta que William vuelve a la barra junto a Ryan. Señala a Rebeca y Evelyn y le dice algo al oído. Él asiente y agarra del brazo al par de dos. Ellas gruñen, pero abren los ojos. William me coge a mí y salimos del local. La música ya no rebota en mis oídos y solo se escucha el silencio de la noche.