Las semanas pasan volando y William y yo hemos intercambiado varios mensajes desde la última vez que nos vimos, pero aún tenemos que aclarar muchas cosas. Me ha contado que Gina está mejor y se ha esforzado mucho en la rehabilitación, ha tenido que aprender a caminar de nuevo y los médicos están sorprendidos con su rápida recuperación.
Llevo un tiempo sin verla por eso decido pasarme por el hospital para hacerle una visita. Llamo a la puerta de la habitación y entro cuando escucho su voz. Gina intenta reincorporase en la cama y me sonríe. Aproximo el sillón que hay a su lado para estar más cerca de ella y le dejo una caja de bombones en la mesilla.
—¿Cómo estás?
—Bien. Gracias por los bombones, me encanta el chocolate.
Saco del bolsillo trasero de mi pantalón la foto que encontré aquel día en el desván. Esta mañana la he cogido sin que mi madre se diera cuenta.
—He venido a preguntarte por esto.
Se la entrego y ella la mira con añoranza. Pensaba que me iba a preguntar que de dónde he sacado la foto, pero creo que ya se lo imagina.
—Recuerdo ese verano —dice sacándome de mis pensamientos—. Pedro me llevó a la playa, aunque mis padres se negaron.
—¿Por qué?
—Lo conozco desde que tengo uso de razón. Tuvimos una amistad imparable, pero todo terminó por culpa de mis padres. El día en el que fue tomada la foto, Pedro me preparó una sorpresa e hicimos una escapada antes de que yo me casara con Joel —le miro sorprendida mientras ella sigue hablando—. Yo estaba enamorada de él, pero mis padres decidieron que lo mejor para mí era casarme con Will ya que formaríamos parte de su familia y nos sacarían de la pobreza que vivíamos en aquel momento.
—¿Cuantos años tenías? ¿Dieciséis?
Niega con la cabeza.
—Dieciocho. Como tú.
—Parece incluso más joven —miro la foto—. ¿William lo sabe?
—¿El qué?
—Todo esto.
Ella niega con la cabeza.
—El día del accidente me iba a llevar a mi hijo lejos de Joel. John me ofreció marcharme con él y no me lo pensé dos veces. Ha sido muy duro no poder ver crecer a William. Por eso necesito pedirte un favor, ¿podrías decirme cosas de él?
—Por dónde empiezo… Es bueno cuando quiere.
Mi comentario hace reír a Gina. Realmente no sé qué más decirle sobre él, por eso decido permanecer en silencio y esperar a que ella vuelva a preguntarme.
—¿Joel está bien? No debería preguntar por él, pero, aunque estemos divorciados me importa.
—Está bien. Se alegrará de saber que has preguntado por él.
Me niego a continuar hablando y meter la pata.
—Dime algo de ti, quiero conocerte, Amanda.
Hablo con ella de mi vida, pero evito contarle el detalle de que Joel es mi padrastro.
William entra en la habitación y nuestras miradas conectan al instante. Me levanto y dudándolo un poco le abrazo.
—Amanda estaba contándome un poco sobre ella.
—Ah, ¿sí?
William me mira asustado, pero le digo que no se preocupe por nada. Le cedo mi sitio y me siento en el sofá que hay al lado de la ventana. Le envío un mensaje a mi madre para informarle de que estoy con William en el hospital.
El tiempo se pasa volando y cuando nos queremos dar cuenta ya es de noche. Gina se lo ha pasado realmente bien con nosotros y hemos conseguido que se olvide de dónde está por un momento.
—Es muy tarde. Debería irme ya.
—Espera… —William coge su chaqueta y besa la frente de su madre—. Te llevo a casa.
Salimos del hospital y vamos directos al coche. Saca las llaves de su bolsillo y me abre la puerta para que suba al coche. Cuando ya estamos dentro, William enciende el motor y da marcha atrás para salir del aparcamiento.
—Hay una cosa a la que no paro de darle vueltas. ¿De dónde has sacado el dinero para alquilar el piso?
Mi pregunta no parece incomodarle porque en cuanto lo digo aparece una sonrisa en sus labios.
—Tenía dinero ahorrado.
Ya puedo ver el vecindario a lo lejos. Antes de llegar intento entablar una conversación con él. No me gusta el silencio que se ha creado de pronto en el coche.
—Ella se ve mejor. Más feliz.
—Sí. Ya te dije que era una luchadora —se aclara la garganta y me mira—. ¿Cómo está mi padre?
Esa pregunta llama mi atención.
—Está muy preocupado por ti y tu madre.
—No debí echarlo cuando vino al hospital, pero perdí los nervios cuando se puso a chillarle como un loco.
Detiene el coche enfrente de la puerta y apaga el motor.
—¿No vienes? —le pregunto.
Niega con la cabeza y cierra los ojos durante unos segundos.
—Estoy cansado, pero dales recuerdos de mi parte.