Sin miedo a amar

Capítulo 26

Esa misma tarde nuestros padres volvieron de su viaje y Joel nos reunió a todos en el comedor.

—A lo mejor quieren darnos algún souvenir del viaje —dice Manuel y no puedo evitar reírme por su comentario—.

Joel aparece por la puerta y detrás de él mi madre, que lleva en sus manos una tarta enorme de chocolate.

—¡Feliz cumpleaños hijo! —William se queda quieto en su sitio y no muestra ningún tipo de reacción ante la sorpresa de su padre—. ¿Qué te parece? Sé que te encanta el chocolate y me parecía una buena idea hacerte esta sorpresa de cumpleaños.

—Te has acordado… —dice susurrando—. Gracias por la sorpresa, pero no tengo mucha hambre.

No me extraña que no tenga hambre. Nos hemos terminado el pastel que le he preparado, entre los dos, y ahora mismo no tenemos hueco para otro trozo más. Manuel recibe encantado la porción de tarta que le ofrece mamá. Acepto una porción, pero la voy comiendo poco a poco y sin ganas.

William no toca su plato. No por molestar a su padre, sino, porque no puede más. Manuel coge su plato y se lo termina por él. Nunca le ha gustado tirar la comida.

Ayudo a mi madre a recoger los platos vacíos y los llevo al fregadero. Cierro la puerta de la cocina y aprovecho que estamos solas para contarle lo que debe saber sobre mi plan. Necesito que me deje llegar más tarde esta noche.

—Esta noche no vamos a estar en casa, los amigos de William le han preparado una fiesta sorpresa y quieren que le distraigamos mientras ellos preparan todo.

—Me estás pidiendo que no te ponga hora para llegar a casa, ¿verdad?

—Sí, por favor.

—De acuerdo. Pásalo bien, cuídate y no regreses a casa sola. Sabes que no me gusta.

La abrazo ilusionada y le doy las gracias tantas veces que pierdo la cuenta. Saco el móvil del bolsillo y aviso a Evelyn de que estaré en su casa en media hora para prepararnos para la fiesta.

 

—No me gusta nada —Evelyn me mira de arriba abajo y desaprueba el bikini que me he comprado—. ¿No había otro más bonito?

—No me voy a quitar la ropa, qué más da como sea el bikini si nadie lo va a ver. —Le saco la lengua y me giro para volver a observarme en el espejo. No es tan feo—.

Me siento en la cama mientras mi amiga se pone el suyo en el baño. No tarda mucho en salir y se para enfrente del espejo para mirar su bikini. Levanto mis dedos hacia arriba en señal de que me encanta y ella sonríe victoriosa a través del espejo.

—Sabía que te iba a gustar.

Alcanzo desde la cama mi mochila y saco de ella una camiseta de tirantes, unos pantalones cortos y unas zapatillas viejas que he traído aposta para la fiesta en la playa. Evelyn abre su armario y elige ponerse un vestido fino de playa que le llega por los muslos y a penas tapa nada.

—William no sospecha nada, ¿verdad?

—Creo que no.

—Pues me sorprende. No todos los días te obligan a salir de casa con un bañador puesto en mitad de la noche.

—¡Lo siento! —digo entre carcajadas—. No se me ocurría otra forma de hacerle salir de casa—.

Mi móvil emite un sonido dentro de la mochila, lo cojo rápidamente y leo el mensaje de William.

“Ya estoy aquí”

Enseguida salgo.

—¿Estás lista? William nos está esperando abajo.

—Siempre —me guiña un ojo y sale de la habitación—.

Caminamos en silencio por el pasillo para no despertar a su madre que está durmiendo en el salón. Abrimos la puerta principal y localizamos su coche que está aparcado enfrente de la casa.

Nos acercamos y Evelyn entra directamente en la parte trasera del coche. Lo saluda desde su asiento y él le devuelve el saludo desde fuera. Aparta rápidamente la mirada de ella para observarme a mí.

Su mirada es tan penetrante que siento como si estuviera intentando adivinar lo que pienso en este momento. Desde nuestro encuentro esta mañana tengo la sensación de que algo ha cambiado entre nosotros. Hemos experimentado algo nuevo que nos ha unido más y eso me gusta. Me acerco tímidamente a él y uno mi mano con la suya.

—¿Adónde vamos exactamente? —sé que está desesperado por saber a dónde vamos porque cuando le he comentado que viniera a por nosotras, no ha parado de acribillarme a preguntas. Le ha costado decir que sí—.

—Es una sorpresa.

—¿No me puedes dar una pista?

Niego con la cabeza y beso sus labios para distraerle. Le robo las llaves de la mano y rodeo el coche para sentarme en el asiento del conductor. Todavía confundido se sienta en el asiento de copiloto y observa a Evelyn en busca de respuestas. Mi amiga encoje los hombros y suelta una risita nerviosa.

Enciendo el motor y pongo rumbo a la playa. William se pasa todo el camino preguntándome a dónde vamos, pero no le respondo por miedo a desvelar la sorpresa. Mi amiga le saca otro tipo de temas de conversación para mantenerlo distraído, pero él no se conforma con eso.

Por fin llegamos a nuestro destino.




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