Sin miedo a amar

Capítulo 27

Me paro frente al espejo y aliso la falda del vestido para que todo esté perfecto. Hoy voy a tener mi primera cita con William y estoy muy nerviosa. Bajo rápidamente las escaleras y cojo las llaves de casa, pero mi madre me detiene antes de que pueda abrir la puerta principal.

—¿Dónde vas?

—¿No te lo he dicho? —le miro nerviosa por si no llegara a creerse mi mentira—. He quedado con Evelyn y unos amigos.

—¿Qué vas a hacer?

Odio cuando se pone en modo detective conmigo.

—Vamos a tomar algo y a dar una vuelta.

—De acuerdo. Vuelve pronto.

Asiento y salgo rápidamente por la puerta. El coche de William me espera en la entrada. Subo intentando que no me vean desde la ventana y le pido que arranque el coche.

—¿A dónde tienes pensado llevarme?

Él me mira confundido y ríe.

—No había pensado en ningún lugar en concreto. Un buen plan sería llevarte a comer algo y a mi piso —me mira y alza las cejas insinuándose—.

Golpeo su brazo y empiezo a reír.

—Vamos dímelo.

—Es una sorpresa.

Enciende la radio y empieza a cantar en voz alta. Le miro de arriba abajo y compruebo cómo se ha arreglado. Lleva puestos unos vaqueros negros, una camisa azul y una chaqueta vaquera que tiene un tono diferente al de la camisa.

William detiene el coche enfrente de un bar. Apaga el motor y cierra la puerta cuando sale.

—¿No sales? —pregunta asomando la cabeza por la ventanilla de mi puerta—.

—Creo que me he arreglado demasiado.

William niega con la cabeza y me ayuda a bajar del coche.

—Estás genial, pero te falta algo.

Abre el maletero y de él saca un par de sombreros y dos pares de botas. Abro los ojos sorprendida y le abrazo.

—¿Es un bar country? —digo ilusionada al ver donde estamos—.

Asiente y se sienta en el maletero para colocarse las botas. Me quito los zapatos y me pongo las mías. William se sitúa de nuevo en el suelo. Coge mi mano y me empuja hacia el interior del bar. Hay mucha gente dentro del local y es imposible moverse en el interior. Nos hacemos un hueco y nos apoyamos en la barra.

—¿Quieres algo de beber?

—Sí, gracias.

Desde la barra localizo una mesa libre y camino hacia ella. Dejo mi bolso sobre el taburete y me impulso para sentarme. He perdido de vista a William, pero pronto le veo con dos bebidas en la mano y una sonrisa en el rostro. Se sienta en el taburete que hay a mi lado y me acerca un vaso lleno de un líquido transparente.

—¿Qué es?

—Les he pedido algo especial, pruébalo.

Cuando el líquido roza mi lengua identifico el sabor a vodka con un toque de arándanos y menta. Está muy bueno y sin darme cuenta casi me bebo todo de un trago. Él coge mi vaso y lo posa en la mesa.

—Con tranquilidad.

Me sonrojo al instante, no porque el alcohol ya esté haciéndome efecto, sino por su comentario.

—Tengo que agradecerte tu invitación. Nunca he estado en un bar country.

—De pequeño venía mucho con mi madre. Ella es toda una experta bailando country.

Inconscientemente bajo la cabeza y centro mi mirada en el vaso.

—¿Pasa algo? —prueba su bebida y sonríe—.

—No. Es solo que nunca lo he bailado.

Él coge mi mano y la besa. Se termina su bebida de un trago y con la mirada me anima para que me acabe la mía. Lo hago y le acompaño a la pista de baile. Se mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros y empieza a bailar como si fuera lo más sencillo del mundo. Empiezo a reír y me aparto para darle espacio. Niega varias veces con la cabeza y coge mi mano para acercarme a él.

Es un detalle que me haya traído aquí en nuestra primera cita. Lo estoy pasando bien y por primera vez en días he parado de pensar en que pasará con nosotros cuando me vaya.

—Voy a por otra bebida —digo mientras grito por encima de la música—.

Cojo el bolso del taburete y me acerco a la barra. Le pido al camarero otro vaso de lo mismo que me ha pedido William.

—Dichosos los ojos.

Mi cuerpo se tensa y no puedo mover las manos. Me he quedado paralizada ante esa voz y no puedo mirar a la persona a la que pertenece. Aquella voz...

—¿No vas a saludar a un viejo amigo? —Me mira de arriba abajo—. Has cambiado bastante desde aquel día.

Sigue insistiendo para que hable, pero William llega antes de que lo haga.

—¿Estás bien? —rodea mi cintura con su brazo dándome la sensación de seguridad que ahora mismo necesito—.

William me mira y después a él. No parece entender lo que está pasando y ahora mismo tampoco tengo palabras para explicárselo.

—Me llamo Ismael Andrews —los dos estrechan sus manos y me siento intrigada—.




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