William abre la puerta del piso y ayuda a su madre a entrar. Gina lleva todo el camino gritándole porque puede andar ella sola, pero él no cede. Se suelta del agarre de su hijo y coge su maleta. Niega con la cabeza cuando él se acerca a ella y desaparece en la habitación.
—¿Por qué no te tranquilizas? Ella está bien, ya has oído al doctor.
—No quiero que se fuerce mucho, aún necesita recuperarse.
Lo acompaño a la cocina y le quito importancia. Gina se reúne con nosotros y se sienta con cuidado en uno de los taburetes de la cocina.
—¿Qué les apetece para cenar?
—¿Pizza? —sugiere Gina—.
William niega con la cabeza y señala la nevera.
—Mejor algo que puedas comer tú.
Su madre alza sus cejas sorprendida y se ríe. William abre la nevera y saca varias verduras entre sus manos. Empieza a picarlas mientras Gina y yo le miramos hipnotizadas.
—Si no te importa nosotras te esperamos en el salón.
Gina me coge del brazo y nos sentamos en el sofá.
—¿Cómo está tu madre?
—Bien… —empiezo a ponerme tan nerviosa que mi pierna rebota de un lado a otro—.
—Tranquila, me lo ha contado todo William y no pasa nada. Estoy muy feliz por Joel —sonríe—. No podía esperar que nada cambiase después que me marchara y si tu madre le hace feliz me alegro de ello.
No esperaba que esta fuera la reacción de Gina al enterarse de que mi madre está casada con el que una vez fue su marido. Coge mis manos y las aprieta en señal de confianza.
—¿Tu madre sabe lo vuestro?
Niego con la cabeza y suspiro.
—Ni ella ni Joel.
—¿Y por qué no se lo dicen? No estás haciendo nada malo. Al revés, si lo esconden parece que lo están haciendo.
No lo había pensado nunca de ese modo, pero ahora ya es tarde.
—No tienen por qué tener miedo. Si ellos están enamorados entenderán que es inevitable que ustedes lo estén —levanto la cabeza encontrándome con su mirada—. Están hechos el uno para el otro y quien no lo vea está ciego.
La abrazo con todas mis fuerzas y le doy las gracias.
William sale de la cocina con tres platos en las manos y los coloca en la mesa. Le ayudo a terminar de poner lo que falta y una vez que estamos sentados en la mesa, empezamos a cenar.
La noche trascurre con normalidad. Terminamos de cenar y vemos una película en el salón. Cuando llega la hora de irme William coge las llaves del coche y me acompaña a casa. Bajamos por el ascensor y entramos en el coche. Él coge mi mano y la aprieta obligándome a mirarle.
—Gracias por todo.
—No tienes por qué dármelas. Gina es encantadora y la quiero mucho.
—Ella a ti también.
Vuelve a centrar su mirada en la carretera, pero la aparta rápidamente cuando las palabras salen de mi boca.
—Tenemos que decírselo.
—¿El qué?
—Tenemos que contarles a nuestros padres lo nuestro.
William se tensa y detiene el coche ante un semáforo en rojo.
—¿Estás segura?
—Sí. Solo nosotros podemos decidir si queremos estar juntos y si los demás no lo entienden es problema suyo.
—¿Y cuándo se lo diremos?
—Mi madre celebra una reunión familiar mañana. Aunque no es el mejor momento creo que tenemos que decírselo a nuestros padres en privado.
—Sí. Es un mal momento.
—Pero tenemos que hacerlo.