Volaba por las grandes, espesas y blancas nubes del paraíso, a lo lejos se miraba tres arcoíris uno sobre el otro y descendí a la tierra cubierta por verdes campos, arboles, manantiales agua cristalina, brillando por la luz que rodeaba el lugar y muchos animales y aves que lo habitaban. Recogí mis alas de un color negro, caminando por el pasto verde en los grandes campos. Que se extendían sin fin, llegando a la cima de una colina con un árbol en el centro de esta, sentándome en el pasto verde mire la belleza y perfección del lugar. Después de lo que se había acontecido, hablo de la primera gran guerra que se había desatado en los cielos. Pero vencimos gracias a nuestro Padre, que siempre estuvo con nosotros y sobre todo con Miguel.
El tiempo paso y nuestro Padre, inicio su creación perfecta el ser que se acercaban más a nuestro Padre. Incluso más que nosotros los ángeles y todos los coros angelicales, existentes aquí en el cielo por ser el ser más parecido a Él y esculpido por sus propias manos, dándole una autoridad absoluta sobre toda la creación. Perdiéndola con su desobediencia, al romper el mandato de nuestro Padre fueron expulsados perdiendo la autoridad que se les fue otorgado.
La descendencia que ellos tuvieron, tentaron a mis hermanos y a mí al mirar que sus hijas eran tan bellas, decidiendo tomarlas por esposas para tener descendencia con ellas. Muchos de mis hermanos bajaron del cielo, para unirse con ellas creando una nueva especie, lo cual encolerizo a nuestro padre y los castigara por lo que hicieron. Por mi parte, a pesar de encontrarme deslumbrado por la belleza de esas mujeres, no sucumbí como mis hermanos. No baje a la tierra, a mezclarme con esas mujeres me mantuve firme a pesar de que había escogido a la humana, que sería mi esposa y en lugar de tomarla para mí. Me dedique a observarla todo el tiempo desde aquí, su largo cabello negro ondulando, sus ojos claros y la piel aceitunada hacían de ella una mujer hermosa. Y lo que más me atraía de ella era el color blanco de su alma, resplandeciente como el sol pues era temerosa de nuestro Padre. Siempre venía a este lugar para mirarla, siempre ayudando a los demás con una sonrisa resplandeciente, haciéndome conmover y cada vez que ella miraba al cielo sentía que me podía ver, podía sentir como nuestras miradas se cruzaban. Lo causaba que yo retirara mis ojos de ella, y al volverlos hacia ella sonreía como si se reía de mí.
Había cumplido veinte años, ella tenía muchos pretendientes que querían desposarla e Isabela los rechazaba pues, ninguno de ellos conocía a nuestro Padre. Sus padres respetaron la decisión de su hija, pues ellos también eran temerosos de nuestro Padre y solo aceptaría a un hombre por esposo, para su hija siempre y cuando conozcan a nuestro Padre y ninguno de esos hombres de esa generación lo conocía. Pues se habían alejado de Él.
El rechazo de Isabela a esos hombres, provoco que en esos hombres se formara el resentimiento y el odio hacia ella. Volviendo del campo haciendo pastar a sus cabras, cuando el sol se ocultaba en el horizonte, dos de los pretendientes la interceptaron con puñales en las manos. Mirándola con odio se acercaron a ella, proclamando palabras obscenas. Isabela se colocó en medio de las cabras, sujetando con fuerza su cayado con su cuerpo temblando, pidiendo con la voz temerosa que se alejaran de ella. Los hombres avanzaron hacia ella, que movió su cayado de forma amenazante hacia ambos. Las cabras se asustaron un poco y un pocas se separaron del grupo, aquellos dos hombres se acercaron más violentos, moviendo con frenesí sus puñales.
Isabela tomo su cayado con ambas manos y los extendió, hacia delante provocando que su rebaño de cabras fuera en dirección a aquellos hombres, que los retuvieron por unos instantes y ella los aprovecho, para salir corriendo hacia la ciudad mi corazón se tranquilizó al ver la astucia de ella al liberarse de aquellos sujetos. Que dispersaron a las cabras y corrieron tras ella atrapándola, en poco tiempo Isabela lucho para liberarse de ellos. Yo me levante con furia apretando mis puños, dirigiendo mi mano hacia mi espada. No podía hacer nada, este es el orden natural de los seres vivos en ese mundo, morir es parte de ese mundo yo no puedo intervenir.
Ella seguía luchando contra ellos, provocándoles heridas en la cara por los rasguños que ella les propino. Causando que aquellos hombres, se enojaran y la atravesaran con sus puñales en el abdomen. Mi tristeza fue inmensa, nunca más la volvería a ver. A pesar de saber que ella llegaría a este lugar, no podía aceptar que ella viviera tan poco tiempo en ese mundo, cuando tenía una vida entera por delante. Aquellos hombres, la empujaron por un barracón Isabela rodo hasta el fondo chocando contra una roca. Aquellos hombres la miraban con terror desde lo alto, corriendo a toda prisa hacia la ciudad para no ser culpados por ese crimen que cometieron.
Yo la miraba desde aquí, culpándome por no haber hecho nada, incluso me culpe por no haber bajado a la tierra para tomarla por esposa. Ante mi tristeza y desesperación de no volver, a verla nunca más extendí mis alas y volé hacia el templo sagrado donde se forman las coronas de la vida. Rompí uno de los mandatos más importantes establecido por nuestro Padre, no solo irrumpí en el templo robé la corona de la vida de Isabela, para ponerla sobre su cabeza para que pudiera vivir.
Al salir del templo la cólera de nuestro Padre se había encendido, muchos de mis hermanos de mi coro de arcángeles. Me persiguieron por el paraíso, intentando recuperar la corona volé con todas mis fuerzas llegando al lugar donde se encontraba el portal hacia el mundo mortal. Sintiendo la caía junto a mis hermanos, que me seguían para detenerme antes de llegar a la tierra. Uno de mis hermanos me alcanzo, con su espada en mano me ataco esquivándolo, siguiendo cayendo para llegar a la tierra. Faltaba poco para llegar, al mundo mortal y mis hermanos me detuvieron empuñando sus espadas en la mano.
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Editado: 07.06.2022