Sin Mis Chicos (sc Libro#2)

4. Ataque de muñeca

Nicolás

-¡Nico! -mi hermana grita en cuanto abro la puerta. No le había avisado a nadie que vendría antes a la ciudad y claramente Gisele no me esperaba.

Sonrío parado en la entrada de la casa y la veo correr desde el sillón, en donde parece estar leyendo, hasta llegar a mí. Sin dificultad alguna, la alzo mientras la rodeo con mis brazos y ella se engancha de mi cuello. La había extrañado muchísimo y aunque hablamos casi a diario, no es lo mismo que pasar tiempo a su lado.

-¡Creí que venías hasta mañana! -dice en cuanto la dejo nuevamente en el suelo. Noto sus ojos un tanto vidriosos, lo cual me causa mucha ternura de su parte.

-Me adelantaron el vuelo. -le explico volviéndola a abrazar. Su cara se entierra en mi pecho y me rodea el torso. Beso su cabello y le doy un fuerte apretón.

-No me creo que estés aquí finalmente. -dice y mi sonrisa se ensancha aún más.

-Lamentablemente no me quedaré mucho, así que aprovecha este tiempo. -le digo y me agacho para poder verla más de cerca. -Por cierto, ya que no pude estar en tu cumpleaños, te traje algo de Londres. -le aviso y la veo sonreír luego de limpiarse los ojos.

-¿Qué es?

-Ya verás, primero voy a llevar el equipaje arriba. Bajaré en un momento. -le digo y ella asiente. Beso su frente y tomo mi única maleta para luego adentrarme en la casa. -¿Está papá? -le pregunto antes de dirigirme a las escaleras.

-Nop, estoy sola y por eso me asusté cuando la puerta se abrió. -dice ella y siento una presión en el pecho. Sé que ya tiene quince, pero para mí, aún es una niña muy pequeña. Que se quede completamente sola en casa no me agrada totalmente.

-Por suerte fui solo yo. -digo aliviado.

-Sí y me sorprendiste. No creí que fuera papá o Charlotte porque no llegan hasta las ocho o nueve, ni mucho menos Tomás con Tere, hoy se quedarán con Amber en casa de los Roberts. Así que ya me estaba preparando mentalmente para lanzarle una lámpara a alguien. -dice haciéndome reír.

-Al menos estás preparada para defenderte.

-Claro, aunque me gustaría que Lucy me enseñara a pelear como ella lo hace. -dice y se acomoda en el sillón en donde se encontraba cuando llegué. -Hablando de mi queridísima cuñada... ¿Ya vino?

-Sí, llegué a Nueva York el jueves por la noche y viajamos juntos para acá. Quedó en irse a dormir, estaba agotada por el viaje.

-¿Podemos ir mañana? Quiero ir a saludarla.

-Claro, iré después del almuerzo.

-bueno, ahora shu, ve a dejar tus maletas que quiero ver mi regalo. -me pide haciendo un gesto con la mano para que me vaya. Niego con la cabeza y río ligeramente antes de subir mi maleta por las escaleras.

Llego a mi habitación y parece estar intacta. Creí que estaría llena de polvo en mi escritorio o en las lámparas, sin embargo hay sábanas limpias y todo permanece realmente pulcro y con un ligero olor a aromatizante de lavanda en el aire. Seguramente mi hermana se encargó de limpiar el lugar sabiendo que vendría mañana. Ya me conoce lo suficiente para saber que me gusta mantener todo en perfecto orden.

Dejo la maleta sobre la cama y la abro. Busco en los bolsillos de la tapa la caja pequeña con el regalo de Gisele. También saco la bolsa con dulces que mayormente solo se encuentran en Reino Unido y que a mi hermana le fascinan. Una vez teniendo ambas cosas en manos, bajo rápidamente y me siento junto a ella quien lee mi edición de "Mansfield Park" de Jane Austen.

Me encanta que ella también heredó el amor por la literatura de mamá el cual me inculcó desde que tengo al menos dos años. Me leía antes de dormir y me enseñaba a leer durante las tardes. Por eso antes de tan siquiera entrar al jardín de niños, ya podía leer cuentos ligeros. Con los años comencé a tomar libros más pesados. Cuando mamá falleció, a pesar de tener una corta edad, me prometí enseñarle a Gisele como lo hizo conmigo y me siento orgulloso de ello.

La mayoría de mis libros fueron de ella y son de mis cosas más preciadas. Fue como su herencia material para nosotros. Los libros fueron lo único que pudo dejarme después de sus enseñanzas y mi hermana.

-Aquí está. -digo y le tiendo los dulces primero.

-¡Son mis favoritos! -sonríe mientras los contempla con alegría.

-Los dulces son por parte de Ethan, Peyton también te envió algo, pero lo sacaré hasta que desempaque, mi regalo es este. -le digo y esta vez, le tiendo la pequeña cajita negra.

-¿Qué es? -dice aún con su sonrisa a la vez que toma la cajita.

-Ábrela y velo por ti misma. -le animo. Ella asiente contenta y abre la cajita, dentro de ella, está un anillo de plata que solía ser de mi madre, este es liso con algunas incrustaciones de color azul simulando zafiros.

Quería regalarle algo realmente especial porque bueno, son quince años. Es ya la etapa en que la mayoría comienza a conocerse a sí mismos y donde los problemas van de la mano. Probablemente es la época más difícil, al menos por mi experiencia, lo fue hasta luego de mis dieciocho que fue cuando comencé a despreocuparme de pequeñeces para enfocarme en lo que en realidad es importante.




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