Lucy
-Ya me haces mucha falta y no te has ido. -Rubén me dice abrazándome.
-Regresaré en el verano, solo serán un par de meses. -le abrazo también y suelto una risa.
-Sí, pero la casa no es lo mismo sin tus berrinches.
-Ay vamos, podrás sobrevivir sin mí. -río y lo suelto.
-¿No podías quedarte hasta tu cumpleaños? No quiero pasarla lejos.
-No puedo y lo sabes. Debo ir a clases el lunes y también a trabajar.
-Creo que en ese caso... debimos celebrarlo antes.
-Hubiese sido increíble, pero ya tenemos que irnos. -digo y suelto aire.
-¿Cuánto tiempo falta para que salga su vuelo? -pregunta.
-Una hora, pero ya sabes, 40 minutos solo al aeropuerto y luego el tiempo que toca con lo del equipaje. Ya deberíamos estar en camino, de hecho. -respondo y llevo mi mirada hacia mis padres quienes están junto a Tere y Tomás despidiéndose de Amber.
-¿Han visto a Alex? -Derek pregunta apareciendo finalmente en el salón.
-Se supone que ya venía. -Tomás responde acercándose a nosotros.
-Hablando del rey de roma. -Rubén comenta en cuanto la puerta principal se abre y mi hermano menor aparece a través de ella. Parece haber corrido una maratón.
Él desapareció desde la mañana, supuestamente iba a recibir a Olive de su viaje y hablar con él. Había tardado varias horas y me preguntaba si resolvió algo, sin embargo esto no lo sabría hasta que llegase a Nueva York en aproximadamente seis horas.
-¿Llegué a tiempo? -preguntó retomando aire. Mamá soltó una risa observándolo.
-Sí, por suerte, cariño. -le responde nuestra madre y él suspira.
-Bueno, ya que todos estamos aquí, es hora del plan. -Rubén anuncia así que frunzo el ceño.
-¿Hora de qué plan? -le pregunto y me observa con una sonrisa que no me agrada en lo absoluto.
Presiento que algo malo va a suceder, ya que mis tres hermanos mayores y Alex, se dan miradas cómplices entre sí. Los conozco lo suficiente para saber que tienen algo en manos que me implica en ello. Rubén se mueve en mi dirección y cuando menos me doy cuenta, me han cargado y los cuatro comienzan a cantar feliz cumpleaños mientras me lanzan de brazo en brazo como tradicionalmente lo hacen. Yo me río sin parar a la vez que muero de miedo por caerme. Hasta ahora, me han dejado caer un par de veces y afortunadamente no me hice daño, pero podría pasar. Sin embargo, mis hermanos son deportistas y yo no peso demasiado, así que decido confiarme y esperar a que terminen.
Acabo mareada, se siente bien volver a tocar el suelo otra vez. Me tengo que sostener de Tomás hasta recomponerme y luego observo a nuestros padres y a mi mejor amiga viendo divertidos la escena. Amber ríe a carcajadas y los gemelos me ven con burla. Les saco la lengua y ellos me devuelven el gesto mientras mamá niega con la cabeza.
-Tradición hecha, no te debemos nada hermanita. -Tomás habla y me rodea los hombros con su brazo.
-Pensé que este año me libraría de su tradición. -confieso.
-Oye, que ahora vivas en el otro lado del país no significa que te librarás de nosotros tan fácilmente. -Derek me señala y me guiña un ojo.
-Como sea, gracias, chicos. -admito y les observo.
-¿Abrazo grupal? -Tomás estira los brazos y se inclina hacia mí. Niego repetidas veces intentando alejarme de ellos, aun así logran atraparme y abrazarme entre los seis.
-¡Me ahogo! -chillo por auxilio.
Como puedo, le doy una mirada a papá para ver si él hace algo al respecto, pero se encuentra demasiado entretenido con mi sobrina que parecía no importarle que su única hija está siendo asfixiada por el resto de sus engendros.
-Ya chicos, van a matar a su hermana y yo no pienso tener otra. -mamá habla y todos finalmente se dispersan dándome espacio para respirar de nuevo. En cuanto me sueltan, me acerco a ella y me refugio a su lado.
-Ya debemos irnos, hay que pasar por Nicolás, así que es hora de despedirse. -Papá nos avisa y yo suspiro.
De nuevo iremos a hacer la misma rutina de siempre, me gusta el hecho de volver a la ciudad, pero me entristece dejar a los chicos y sé que ellos lo notan porque Rubén se acerca a mí y me vuelve a abrazar, esta vez, es un abrazo suave.
-Pórtate bien, pulguita. -me dice besando mi frente.
-Siempre lo hago. -le digo y lo suelto. Él sonríe y luego se dirige a mamá. Así mismo es con el resto de mis hermanos antes de retirarnos a nuestro largo viaje de vuelta.
***
Las horas pasan y al llegar al departamento en nuestro edificio, estamos realmente agotados. Son casi las once de la noche acá en Nueva York y hace un frío infernal afuera. En California es todavía temprano, tenemos tres horas de diferencia y seguramente estaban a unos veinticinco o treinta grados. Mis hermanos se encuentran bastante cálidos mientras yo tirito a pesar de utilizar tres abrigos, dos pantalones, un gorro, guantes y dobles botas. Me gusta el frío, pero no a estos niveles.
Por otro lado Nicolás se encuentra realmente tranquilo, claro, se crió en Londres. Está acostumbrado a estas temperaturas.
Mamá abre la puerta e ingresamos con nuestro equipaje. Papá toma la maleta de mamá junto con la suya y se dirige directamente a la habitación, bastante cansado sin siquiera dirigirnos la mirada.
-Necesito dormir al menos doce horas a partir de ahora. -anuncia y se encierra en la habitación. Mamá suelta una risa cansada y deja su bolso sobre la isla de la cocina.
-Será mejor que ustedes también descansen, principalmente tú, Nico. Mañana te toca hacer otro largo viaje y debes reponer energías. -mamá le dice mientras se retira los abrigos de encima.
-Claro, aunque la más cansada es otra persona. -menciona observándome. -Es la sexta vez que bosteza en los cinco minutos que llevábamos en el edificio.
-Déjame. -me quejo y le lanzo uno de mis guantes. Él sin dificultad lo atrapa en el aire.