Lucy
-Mierda. -murmuro al tropezarme por tercera vez hoy.
Me levanté tarde y me caí de la cama. Me arreglé como pude y cuando iba por el ascensor, olvidé un trabajo, me regresé y finalmente salí de camino al metro y me caí sobre la acera en frente de miles de personas. Sin embargo, seguí como si nada, ignorando las miradas y ahora me caigo en medio del campus.
Genial.
Otra vez me levanto junto con mis cosas y corro a mi primera clase, por suerte el profesor no ha aparecido, el escritorio se encuentra vacío, así que tomando aire y acomodándome el cabello, entro al salón casi lleno en donde solo un asiento adelante, en la primera fila está libre. Hago una mueca. No me gusta ese puesto. Siempre tomo los puestos de en medio y cerca del pasillo, pero esos están llenos y no me agrada la idea de irme hasta atrás, no tengo opción.
Acomodo mi bolso en el suelo y saco mi libro. Otro par de alumnos entran y finalmente un tipo desconocido, pero vestido formalmente, aparece por la puerta y acomoda su maletín en el escritorio.
¿Estoy en la clase equivocada? Ese no es mi profesor de literatura, mi profesor es un hombre de mediana edad y de baja estatura que suele hablar como cotorro. En cambio este luce joven, tal vez en mediados de sus veinte, probablemente de la edad de Rubén quizá o no, un poco mayor. Cabello castaño perfectamente peinado, porte imponente y un rostro sumamente serio. De hecho me recuerda a alguien, pero ahora mismo no sé a quién, pero es a alguien que conozco. Jamás lo había visto por el campus, pero el lugar es enorme así que seguramente lleva un tiempo aquí y nunca me lo crucé.
Reviso mi horario nuevamente para asegurarme que mi torpeza no me había hecho llegar al salón equivocado, pero no, no podría equivocarme siendo esta la clase de primera hora de lunes a jueves. Frunzo el ceño y me enderezo en mi asiento intuitivamente al verlo tan recto. Me siento jorobada a su lado.
Doy una mirada a mi alrededor y al parecer no soy la única confundida al ver a la nueva entidad parada junto al pizarrón. Me siento algo aliviada, pero sigo sin comprender. Espero hasta que hable para despejar dudas.
-Buenos días, jóvenes, mi nombre es Jeremiah Byrn. -No sé dónde he escuchado ese apellido, pienso. -Licenciado en filología inglesa, graduado de Princeton con uno de los mejores promedios de mi promoción y me alegra decirles que a partir de hoy, seré su nuevo profesor, ya que el señor Carter finalmente ha decidido disfrutar de su jubilación. Espero y aprovechen lo máximo mis enseñanzas.
Siguió hablando acerca de él y en resumidas palabras, de la importancia de la literatura para nuestras vidas. Sinceramente, apenas le presté atención. Suena tan ególatra que me da ganas de vomitar. Su tono de voz y gestos solo me abruman, probablemente sea un buen profesor, pero eso no le quita el hecho de que con cada palabra que pronuncia, suena como si se creyese el mejor del mundo o qué sé yo. De cierta manera, me recuerda a cierto personaje de uno de los libros favoritos de mi novio, el cual, me obligó a leer, donde el protagonista era un profesor amargado.
Sonrío inconscientemente al pensar en Nicolás, sin embargo oculto mi sonrisa de inmediato para no parecer una loca. Por suerte soy la primera en la tercera fila, casi en el centro, pero no demasiado, por lo cual tengo a la mayoría a mis espaldas. Probablemente el único que pudo haber visto mi gesto, es el profesor. Me acomodo en mi lugar nuevamente y veo hacia el frente para fingir seguir prestando atención.
Tomo mi bolígrafo para copiar el título que recién anota en el pizarrón, sin embargo mi racha de torpeza, no parece acabar hoy, al parecer. El lápiz cae y rueda al menos un metro y medio desde mi lugar. No es nada del otro mundo que los lápices se caigan, pero es algo vergonzoso tomando en cuenta que prácticamente debo de pasar al frente para recuperarlo. No tengo disponible otro lápiz, ya que dejé mi lapicera, así que no me queda de otra y muy sigilosamente, cuando el profesor se gira, me acerco a recogerlo y regreso rápido a mi asiento de nuevo, rezando por no ser vista y llegar a molestar a alguien.
Nunca me gustó llamar la atención, pero como dije hace rato: Mi racha de torpeza no va a acabar hoy.
Un carraspeo de garganta me hace girarme hacia el frente una vez me encuentro a centímetros de mi puesto. Es el profesor.
-¿Sucede algo, señorita? -arquea una ceja y me observa de pies a cabeza.
Me hace sentir incómoda, ya que ahora todo el salón tiene su mirada en mí. De un momento a otro, su rostro pasa de estar completamente neutro, a algo confundido. Sus cejas se hunden y no entiendo por qué.
-No señor. -digo y me muevo a mi asiento para que dejasen de verme. Ya estoy lo suficientemente avergonzada para seguir queriendo que me vean.
-¿Cuál es su nombre? -pregunta mientras juega con el bolígrafo en su mano.
-Lucy, Lucy Roberts. -respondo lo suficientemente alto para que me escuche.
-Señorita Roberts, ¿podría usted moverse de asiento? -dice y señala a los puestos de atrás. Esta vez soy yo quien frunce el ceño.
-No veo motivos para hacerlo. -reprocho evitando sonar brusca.
-¿Usted es de primer año? -pregunta y asiento. -¿Cuántos periodos lleva ya en la NYU?
-Tres contando este. -respondo confundida ante su incógnita.
-Entonces ya debería haber entendido que los profesores somos los que tenemos la autoridad en el salón, así que le repito: ¿puede usted moverse de asiento?
-Es que no lo veo necesario y no lo digo por querer contradecirlo, yo solo estaba recogiendo mi lápiz. -razono tranquilamente y me enderezo en mi asiento.
-Muévase a los puestos de atrás si no quiere que la saque de mi clase. -protesta entre gruñidos y me parece realmente molesto que lo haga. No he hecho absolutamente nada.
Soy una persona muy agresiva e impulsiva, aún no controlaba lo que hago, al menos no de un todo así que tomo mi mochila del suelo y con mi cuaderno en mano, me levanto de mi lugar.