Lucy
Me despido de tía Louisa completamente muerta de sueño. No pude pegar el ojo en todo el vuelo de regreso a Nueva York, fue un vuelo directo y sin escalas, así que me encuentro totalmente somnolienta. Ahora mismo solo puedo pensar en llegar a mi habitación y dormir unas 24 horas. Mañana ya me toca ponerme al día con mis clases perdidas de hoy, así que lo ideal es descansar.
Entro al edificio a rastras con mi maleta y casi me quedo dormida en el elevador, sin embargo puedo recomponerme para cuando llego a mi piso. Camino hasta llegar al apartamento, abro en la espera de encontrar el lugar vacío. Mis padres terminan sus horarios muy tarde, principalmente los lunes. No obstante ahí están, sentados en el sillón y no se encuentran solos.
Aquí está Gabriel Roberts, más comúnmente conocido como: el abuelo Roberts.
Me quedo inmóvil en la puerta. Hace tres años que no lo veía en persona y nunca esperé encontrarlo en casa.
Como siempre, viste formalmente, su cabello y barba están perfectamente arreglados y su porte recto con aires intimidantes sigue ahí. Está a mediados de sus setentas y siempre consideré que se ve más joven de lo que realmente es. Es robusto y alto como papá, sin embargo sus actitudes son todo lo contrario entre sí.
Los tres me miran, así que rápidamente cierro la puerta y me acerco. El abuelo me dedica una pequeña, casi imperceptible sonrisa y se pone de pie.
-Hola abuelo. -le saludo cordialmente con un beso en la mejilla.
-Hola hija, no sabía que estabas de viaje.
-Sí, fue por trabajo, llevo como mucho media hora en Nueva York.
-Joven y emprendedora, llenas al apellido Roberts de orgullo.
-Lucy... ven cariño. -mamá me llama, algo extrañada por su tono de voz. Me giro y me dirijo hacia ella. Papá está callado, normalmente él ya me habría aplastado en un abrazo, pero solo toma mi mano en cuanto me siento a su lado, quedando en medio de mis padres.
-¿Qué pasa? -pregunto preocupada, no había notado la tensión del aire hasta ahora. El abuelo toma asiento de nuevo.
-¿Le dices tú o le digo yo Demian? -Él habla.
-¿Decirme qué?
-Tu abuela... le detectaron un probable cáncer. - Papá habla débilmente. Siento una punzada enorme en el pecho en ese instante.
-¿Qué? ¿Cómo está? ¿Dónde está?
-Ella está en casa por el momento. -empieza el abuelo. -Hace do días fue al médico por un malestar en su pecho y al revisarle, la envió a hacerse una mamografía de inmediato por sospechas de alguna masa probablemente cancerígena. Hoy fue una clínica para realizarlo y estamos esperando los resultados. -finaliza entrelazando sus manos entre sí.
-¿Y qué hacemos aquí? ¡Deberíamos estar con ella! -chillo poniéndome de pie. Mamá toma mi brazo obligándome a tomar asiento de nuevo.
-No quiero que Norma se altere, está con varios sobrinos en este momento. Solo me despegué de ella para venir y avisarles en persona para que se mantengan al margen.
-¿No piensas ir a ver a tu madre? -sacudo a papá haciéndole recapacitar. Luce perdido en su mente.
-Tranquila Lucy. -mamá vuelve a hablar.
-¡Cómo quieres que me calme!
-Todavía no es nada seguro, mi amor, cálmate. -toma mi rostro entre sus manos y me da una mirada.
-Será mejor que regrese con ella, cualquier cosa les estaré avisando por llamada. -el abuelo se pone de pie y se arregla la ropa. Parece querer lucir siempre frívolo, pero en sus ojos se ve cómo está algo inquieto.
-Estaremos al pendiente. -papá se pone de pie y lo acompaña a la entrada, tienen una última conversación antes de que la puerta se cierre.
Lo abrazo una vez regresa al sillón, mamá hace lo mismo y así estamo durante un rato. Nunca pensé que al llegar de tan buen viaje, pasaría algo como esto.
-Después de tantos años sin vernos a los ojos, hoy lo hicimos y justamente tenía que ser para darme una noticia así. -papá comenta viendo hacia un punto indefinido del lugar.
-Ella va a estar bien, amor, tranquilo. -mamá le acaricia el rostro mientras yo solo me acurruco entre ambos.
-Es lo que más anhelo. Mamá es la única que nos pidió perdón por lo sucedido antes de casarnos... No estoy preparado para perderla, no todavía.
-Hoy no es momento para recordar el pasado, Demian, hoy la familia tiene que estar más unida que nunca, no te derrumbes todavía.
Él nos abraza con más fuerza y sé que se encuentra luchando por no llorar, yo también lo hago, pero estoy intentando de todo para mantener la calma.
Las horas pasan y por más cansada que estaba, no podía conciliar el sueño. Hablo un momento con mis hermanos para informarles de la situación. No quise alterarlos, pero mamá me pidió que les avisara para que también estén al pendiente.
Salgo de mi habitación y entro a la de mis padres, papá se encuentra boca arriba con un brazo sobre sus ojos mientras mamá le acaricia el cabello calmándolo. Me acerco y me subo sobre la cama, como si todavía tuviera cinco años. Me acuesto en medio de ambos y no puedo evitar recordar una vez que mamá enfermó con una gripe horrible y no nos dejó acercarnos a ella hasta que estaba bien de nuevo, así que cuando lo hizo, mis hermanos y yo dormimos con ellos.