Sin palabras Sin sonido

CAPÍTULO I

Las zapatillas de un joven golpeaban brutalmente el rostro de Federico, su cuerpo débilmente se esforzaba por pararse, pero nuevamente la sangre saltaba de su boca y las cortaduras de los golpes recibidos se abrían drásticamente. No podía pedir ayuda, las palabras no salían de sus labios. No podía escuchar los gritos de los acosadores. Él lo admitía, tenía un profundo miedo y un extraño sentimiento de culpa y sin saber por qué. De repente unas zapatillas de color negras detuvieron las patadas sanguinarias. Una chica de pelo corto rubio y una tez bronceada por la playa se acercó agresivamente a defenderme.

Me había desmayado, pero todavía recordaba verla pelear contra los agresores del lugar. ¿Quién era ella? A mi lado, mi madre besaba mi mano con preocupación, aunque no podía escuchar su llanto sí sentía sus lágrimas sobre mi piel. Ella me hablaba mediante sus dedos sobre la palma de mi mano.

-Te amo hijo-sus ojos eran hermosos-

Solo le sonreí. No me sentía bien para contestar, pero necesitaba saber quien era ella.

Toqué la mano de mi madre y le hablé en su palma. 

-¿Quién me trajo acá? ¿Estaba una chica de cabello corto rubio?- exageradamente sostuve su mano-

Mi mamá sonrió y dijo que mirara a mi lado. Esa chica de cabellos dorados me miraba con el ceño fruncido. Tenía en su cara un golpe con dos cortaduras de algo punzante. Tomé su mano, era suave pero a la vez dura y algo callosa, la mire y le pregunté si estaba bien. Ella miró a mi madre desconcertante. Por un momento sentí en mi piel una gran brisa y el sol la iluminaba por completo. ¿Qué es esto?

 Ella habló, pero no podía escuchar nada. Soy sordomudo. Pero era cálido verla. Mi madre tomó mi mano y me dijo que su nombre era Alice. Ella se marchó con mi mamá, pero antes se giró a verme y me sonrió de una manera que mi piel se erizó por completo. Era la primera vez que alguien no me juzgaba por mi condición. Sentía calor en mi cuerpo, desde adentro de mi pecho hasta mi boca. Tenía la sensación de fiebre y hambre.

Los días pasaron, y no la pude ver, pero mi mamá se quedaba conmigo todos los días. No trataban mis heridas, mi madre creía que podía sanarme y hablar como una persona normal y escuchar como una persona normal. Pero toda mi vida he estado de un hospital a otro sin solución alguna. Todos decían lo mismo, el pibe nació así...

Quería irme a casa y comer carne con mayonesa en un envase de vidrio. Quería hablar con mi madre sobre este tema, pero no quería romper su expectativa. Tampoco quería preguntar por Alice, todavía puedo sentir su olor sobre mi rostro y su áspera piel sobre mis manos. Quería encontrarla, pero tenía miedo que no pensara que era un fenómeno. Mejor olvidarla a ella y mi deseo de comer mayonesa. Mamá entra por la puerta vieja del hospital cejado a la farmacia central, ¿qué trae en sus manos? Unas hojas en blanco impregnadas del aroma de un doctor estresado. Las ventanas se abren de par en par, el aroma de ajo me deja descolocado, una panadería del barrio a tres cuadras del mercado. Siento las vibraciones de los autos pasando, mis pies caminan a la dirección de la salida. El alta era lo que yo quería, pero no las sábanas blancas de aquella estadía. Ella se aferra a mi lado, caminamos hasta un lugar barato, ella va con su cabeza baja tratando de disimular que algo la amarga. Amaga para mirarme, pero compren de que tal vez no me agrade. La sala de aquel sillón, era custodiado por un mozo feroz. Su mirada era aniquilante parecía un lobo amenazante caminando de lado a lado en busca de algo que fuera ameritado. Al fin mi madre me mira, sus ojos de agua no inspiran algo de alegría. ¿Qué era lo que escondía? Ella sonríe sin gracia y sin vida. Levanta sus manos y comienza a hablarme.

-Lamento hijo por fallarte. Dijeron que no hay esperanza alguna. - sus ojos mojados y rojos me intranquilizaban- 

Quería decirle que nada era por su culpa, nací así. Y deseaba encontrar mi propósito aquí, caminar por una escuela, enamorarme de alguna chica de alma buena. Toqué su mano y sonreí con sinceridad, le iba a demostrar que era alguien normal. Haría lo que los demás podían hacer, la esperanza era lo último que uno podía perder. Las llaves frías con aroma desagradable reposaron sobre las yemas de mis dedos, el calor del auto era sofocante dejando gotas de sudor sobre mi frente. El auto que teníamos era diferente, estaba equipado para que pudiera conducir tranquilamente, mediante sensores especializados. Nuestra casa, quedaba sobre un barrio privado, unos gorilas fueron al encuentro de mi madre. Ella era una de las mujeres más respetadas de Cuyo, y tal vez de Argentina. Al morir mi padre, ella trabajo muy duro para que nuestra familia saliera a flote. Intuí que intercambiaban saludos con mi madre por el movimiento de sus bocas. La gente en su mayoría tenía lástima de mi, me miraban con ojos extraños y sonrisas hipócritas. 

Mi madre me comunicó que iría a una universidad integral, donde las personas se especializan en diferentes áreas, la gente con capacidades diferentes eran tratadas por igual. Donde nadie te golpearía por no ver, oír y hablar. Parece perfecto, o normal...¿verdad? Ella me había regalado un auto más especializado al que teníamos hace unos días, era mucho más eficiente en tecnología e integración. Había decidido la especialización de mi vida, quería salvar vidas. 

Mientras me dirigía hacía la nueva universidad, el semáforo indicaba que debía frenar. Entonces el tiempo se paró, las gradas de la estación frenaron sin compasión. Pude ver las hojas de la primavera brotar y las malas acciones botar. ¿Otra vez esta sensación? En donde el aire parece una invasión y las hojas son de color. Entonces la vi, con el uniforme de la escuela secundaria; una falda azul con una camisa de color albino. Su cabello corto bailaba dulcemente con la suave brisa primaveral. Detrás de ella, cuatro hombres de traje negro caminaban amenazando alguien que no fuera bueno. En su cara morena, tres banditas tapan alguna lastimadura hecho con esfuerzo. Ella caminaba segura de que nadie se acercaría al menos que ella lo aceptara por su instinto. Ella me miró, sonriendo mostrando que su rostro era realmente bello. La perdí de vista y mi mundo volvió a ser el mismo infierno.



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En el texto hay: mafia, amor, sordomudo

Editado: 05.08.2022

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