Sin Reglas [condenados I]

Capítulo 1

Buscando un inicio

Podría comenzar hablando de lo duro que había sido la muerte de mis padres o de cómo desperté en medio de la grava con un coche a metros de mí totalmente destrozado, también podría hablar de los dos hombres que aparecieron frente a mí diciendo que ya era "la hora" mientras el más viejo de ellos me ofrecía su mano para esfumarnos del mapa, dejando atrás al pelinegro que había ocasionado la muerte de una pareja que poco me interesaba.

Podría mencionarles como al principio cada parte del país estaba repleto de mi imagen, buscando a la niña desaparecida en el accidente de la vía doce, aunque con el transcurrir de los años los medios se fueron calmando hasta que mi desaparición quedó en el olvido. Ahora muy pocas veces era nombrada como parte del recuento de desapariciones de la última media década.

O al menos eso fue lo que escuché por ahí.

Una buena opción sería contarte sobre los tres largos meses en los que tuve que adaptarme a una nueva "familia", dónde pasé día tras día sin pronunciar palabra o sin dar signo de socialización hasta que Zachary me hizo entrar en razón y ver la dura realidad.

También podría relatarte sobre cómo había comenzado a ser perseguida por el Consejo cuando se enteraron de mi existencia aquel soleado día en el que habíamos salido con el clan a por un helado, en ese momento en el que yo me había escondido a escuchar conversaciones ajenas. Claro, sin saber que estaba espiando a los guardianes. Podría decirte lo mucho que me había enojado al enterarme que el tan querido Consejo me quería muerta por ser un receptáculo, ¿receptáculo de qué? No tenía la menor idea.

Podría hablarte sobre las duras tardes de entrenamiento junto a Kilian, un poderoso brujo que estaba prófugo, quien nunca mencionaba el porqué de ello y el clan excepto yo prefería dejarlo así. También podría mencionarte que los primeros meses de entrenamiento físico fueron un martirio aunque habían servido de algo puesto que ahora era prácticamente letal, excepto con Kilian: nadie le gana a Kilian en una pelea cuerpo a cuerpo.

Otra gran opción sería contarte sobre las mañanas cargadas de conocimiento que me brindaba Cirilo, un viejo brujo con más años que canas. Me había enseñado todo lo que fue de mi interés y lo que él creía esencial para mí.

Siempre supe que no era normal, pero de ahí a que esas suposiciones se convirtieran en una afirmación por parte de Ezra, el líder del clan... se me hacía duro.

Y claro, porque enterarte de que eres una bruja poderosa hija de una bruja de primera generación y un brujo original, luego del accidente donde tus padres adoptivos quisieron matarte... no era algo que ocurría todos los días.

Así que preferiría no viajar tanto en el pasado y relatarte un poco de ese día que se me estaba haciendo más largo de lo normal, como si de alguna forma quisiera proclamarse como el inicio de esta historia en el que podríamos decir que todo comenzó —algo inútil pues, según tengo entendido, todo comenzó mucho antes de que yo naciera—. En fin, las gotas de sudor se deslizaban por mis sienes y mis pulmones estaban a punto de estallar mientras corría por mi vida.

Era la décima vez en cuatro meses.

Miré hacia atrás por un milisegundo que me hizo saber que eran tres en total, gritaban que me detuviera y me rindiera, aullando que ya no había más salida, claro, esperando que yo les creyera.

A lo lejos logré divisar el frondoso bosque, por lo que aceleré mis pasos hasta estar dentro de él. Siempre los confundía, esos seres solían ser buenos en el combate pero muy estúpidos a la hora de localizarse en lugares donde no brillaba el sol, o lo que quedaba de él en esos momentos. Y es que eso era lo ventajoso de estar siendo perseguida por milecus o, como yo preferiría llamarlos: cazadores. Las razones por las que se llamen así nunca las tuve lo suficientemente claras pero, por lo que se decía, los milecus en algún momento habían sido soldados provenientes de las distintas fuerzas armadas pertenecientes al mundo humano que, para su desgracia, al morir fueron interceptados por nuestra dimensión.

No eran más que maniquíes sin ojos necesitados del sol para saber guiarse y claro, servían al Consejo. Sus rostros no eran como los de una persona normal, puesto que Ellos se encargaban de quitarle los ojos junto con sus párpados apenas los reclutaban para que no pudieran ver nada de nuestro mundo y siempre llevaban una venda roja o morada que los caracterizaba.

¿A quiénes me refería cuando decía Ellos? Pues me refería al maldito grupo de brujos que conformaban el Consejo y que se "dedicaban" a mantener en orden el mundo mágico, también eran quienes querían mi cabeza servida en bandeja por ser la tan poco nombrada receptáculo.



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En el texto hay: peligro, brujas, paranormal

Editado: 04.01.2019

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