Sin Reglas [condenados I]

Capítulo 2

Atrapada

Nunca me paré a pensar en cuánto había cambiado físicamente. Pero esta noche, viendo a la chica reflejada en el espejo, podía asegurar que ya no había rastro de aquella adolescente casi quinceañera que odiaba al mundo y no entendía qué le estaba ocurriendo a su vida. Suponía que, cuatro años viviendo una vida completamente diferente —de algún modo— te hacía evolucionar.

Ya no había rastro de las regordetes mejillas ni de esos kilitos de más que tanto me caracterizaban, pues estos fueron reemplazados por enérgicas tonificaciones gracias a los duros entrenamientos junto a Kilian, quien en su momento había dicho que si era tan buscada debía dejar la chatarra y ponerme en forma.

Patrañas.

Mi corto cabello negro de aquel entonces había crecido hasta por debajo de mi cintura y cambiado al azul; apenas conocí a Ezra dijo que lo mejor sería transformar un poco mi aspecto para evitar ser conocida. Al principio me había negado rotundamente a teñirlo pero cuando no tuve más opción que hacerlo, preferí un color fantasía antes que el rubio, siempre estaría segura que ese tinte no me hubiera favorecido en nada.

Finalmente terminé por encariñarme con el color y cada cierto tiempo escapaba de la cabaña para "comprar" distintos productos para mi cabello; y fíjate que dije "comprar" entre comillas, porque en realidad me refería a tomar prestado sin devolución.

Algún día lo recompensaría.

Revoleé los ojos a la chica reflejada en el espejo y ésta me devolvió el gesto, giré sobre mis talones y me coloqué las prendas que elegí para salir a la ciudad.

Aún me preguntaba porqué se empeñaban en llevarme hasta allí siendo que odiaban ese lugar lleno de peligro y viejas historias que incitarían a una chica chismosa como yo a comprobar su veracidad hasta encontrarse con la muerte. Cuando le pregunté a Kilian por las razones, él se limitó a decir que sería un regalo de cumpleaños por parte de todos, obviamente yo era lo suficientemente inteligente como para recordar que Cirilo era muy supersticioso y que jamás aceptaría que alguien de la familia recibiera un regalo por adelantado.

Oí a Ezra llamarme desde la sala y me apresuré en peinar mi húmedo cabello para luego bajar al trote por las escaleras.

Una vez estuve en los últimos escalones observé a toda la familia, estaban uno al lado del otro y ordenados de mayor a menor, empezando por Cirilo, seguido por Ezra y Kilian para terminar con Zachary, este último me sonrió antes de salir rumbo a la ciudad.

Arva Seur era más bien una pequeña comunidad licántropa aceptada por Maledus gracias al "buen trato" que nuestra jefa —nótese el sarcasmo— tenía con el primer colonizador; y sí, noten que dije "buen trato" entre comillas porque me refiero a que había sexo de trasfondo.

Como sea, dejando de lado los pensamientos de qué tan bueno debía ser el fundador entre las sábanas, me corresponde decir que la comunidad de Arva Seur era una de las más pacíficas en lo que respectaba a nuestro mundo, al menos por el momento. Al principio allí sólo vivían licántropos, pero con el tiempo comenzaron a aceptar a distintas criaturas que corrían con la suerte de no estar amenazadas por el Consejo. Entre ellos se encontraban los elfos, duendes, un par de brujos, algún que otro arrogante clan vampiro y también había oído que, en los barrios más bajos, había enanos.

Debía admitir que a veces se me complicaba robarles, pero no era nada que no pudiera sobrellevar.

Apenas subí a la vieja furgoneta de Ezra me puse a pensar en qué es lo que tramaban o porqué tanto sentimentalismo de repente. La intuición de que algo extraño ocurría llenaba mi cabeza como también el pensamiento de que ellos me lo dirían, pero siempre más tarde que temprano. Observé a Zachary a mi lado, su rostro tenía un atisbo de sonrisa que inmediatamente me hizo sonreír.

—¿Tan bello soy que debes observarme a cada minuto? —preguntó en un susurro apenas audible, la destartalada furgoneta se encargaba de llevarse toda la atención auditiva.

—No te creas, niño —respondí ahogando una risa—. Y que sepas que sólo te miraba porque tienes mugre en tu mentón —mentí.

Aún recuerdo mis primeros meses en la familia, me había enamorado profundamente de Zachary y ¿cómo no hacerlo? Si se había encargado de consolarme todas aquellas veces en la que yo no podía aceptar mi nueva realidad, me había acompañado día tras día hasta que terminé por familiarizarme con todos y de un momento al otro acabé enredada por sus encantos naturales. Lamentablemente, el día en que tomé el valor de contarle mis sentimientos me rechazó con la excusa de que era demasiado mayor para mí.



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En el texto hay: peligro, brujas, paranormal

Editado: 04.01.2019

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