Sin Retorno

9. Amor & Odio

Tocaban una de las canciones viejas de Jay cuando él se dio cuenta que Silvia estaba cantando la segunda voz. La enfrentó alzando una ceja, interrogante y burlón al mismo tiempo. Ella alzó ambas cejas, como preguntando qué le ocurría, y cabeceó para que siguiera tocando. Él lo hizo.

—Óyete, mujer, haciendo la segunda voz —dijo cuando terminó la canción.

—Oh, es que me gustan tanto sus arreglos vocales. Si no te molesta, prefiero seguir así.

—Como gustes.

Pero Jay aún no lograba controlar su cretino interior, que eligió Save Your Soul. Y ella cantó la segunda voz aguda con un brillo contagioso de placer en sus ojos. Jay se inclinó un poco hacia ella para cantar:

 

Pero, ¿quién se supone que somos?

 

Ella sonrió en la pausa que siguió y se inclinó un poco también, ahogando una risita cuando él cantó, como preguntándoselo a ella:

 

¿Y quién se supone que soy yo hoy?

 

Sus labios se fruncieron en una sonrisa irónica mientras atacaba el estribillo, cabeceando para que Silvia se le uniera.

 

Devuelvo lo que fue dado,
Recupero lo que fue tomado.
Jamás podría seguir así.

 

Silvia no le erraba a ninguna nota, y Jay siguió tocando y cantando con una sensación contradictoria en su interior. Sólo quería pasar el rato sin aburrirse demasiado, pero su cretino interior seguía presionando, y se descubrió tratando de ver si Silvia pretendía imitarlo. Porque si había algo que odiaba era que trataran de imitarlo. A pesar de todo, para desencanto de su cretino interior, ella no lo hacía.

No intentaba imitarlo ni opacarlo, lo cual para Jay caía en su categoría imposible. Porque en su propia experiencia, todos siempre acababan intentando opacarlo.

Aun contra su voluntad, eso lo hacía sentirse más cómodo con ella. En esa noche de tormenta, varado en medio de los campos inundados, con esta mujer tan ciega que no se daba cuenta a quién tenía ante su nariz, Jay se sentía bien. Y detestaba sentirse así.

Decidieron retroceder en el tiempo para visitar más clásicos, y Jay siguió estudiando a Silvia. Debía rondar los treinta y cinco, como él, y podía imaginarse que de chica había estado de infarto. Aún era bonita, a su manera treintona. Pero era lo menos sexy que Jay se encontrara en mucho tiempo.

No intentaba impresionarlo ni seducirlo, lo cual para él era una novedad en los últimos diez años. Su mente y su corazón estaban en otro lado, en lo que fuera que la hiciera llorar así en el corredor.

Y si había algo a lo que Jay no estaba habituado era la indiferencia. Tal vez era demasiado consciente de lo atractivo que era, pero no lo tomaba a bien. Sin embargo, nada funcionaba con ella. Parecía inmune a miradas y sonrisas que habían rendido a las mujeres más codiciadas literalmente de rodillas ante él.

Silvia ni siquiera parecía preguntarse por qué Jay conocía tantas de sus canciones. Ella las conocía, de modo que no le llamaba la atención.

La detestaba.

Al mismo tiempo, su simpática indiferencia la hacía tratarlo como si fueran viejos amigos, haciendo que la situación fuera mucho más cómoda. Le daba espacio para ser él mismo, como cuando se apagaban las luces y tenía una rara oportunidad de cerrar la puerta por un rato a la demencial industria de la fama que regía su vida. Ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que tuviera una chance así fuera de su círculo íntimo.

Y por eso se sentía agradecido con ella.

 

 


SIN RETORNO PLAYLIST #1




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.