Sin Retorno

31. Fronteras Cerradas

Retomar su vida cotidiana le resultó mucho más fácil de lo que esperaba, y ese viernes convocó a una noche de chicas en su casa para contar una sola vez lo que ocurriera con Pat. Cuando terminó, comentó de la forma más casual del mundo que había conocido a alguien antes de regresar, aunque sólo como algo anecdótico y sin mencionar el nombre de Jim. Paola había jurado silencio, y Silvia toleró con sonrisa paciente la dosis de burlas que se había ganado de ley, sobre su aparente fijación con los gringos.

Viendo que todas estaban de excelente humor, se le ocurrió que podría comenzar a filmar para el video que Jim le había pedido. Se aseguró de que no se veía demasiado desastrosa y probó una introducción.

Durante la semana siguiente se habituó a filmar aquí y allá, un par de minutos cada vez, y para el fin de semana, después de un poco de edición básica, se sintió satisfecha con el video de cinco minutos que había armado. Entonces siguió las instrucciones que le enviara Jim para subir el video directamente al blog que él armara y se olvidó del asunto.

No habían vuelto a escribirse, y a Silvia la sorprendió darse cuenta que en realidad no esperaba respuesta, tal como a ella ni se le había pasado por la cabeza escribirle cuando él le enviara su video.

Los días se acortaban y el clima se hacía más riguroso, anunciando un invierno largo y frío.

Después de meses de llevar una vida más bien recluida, Silvia volvía a sentirse de ánimos para socializar como antes. Sus amigos se alegraron cuando volvió a sumarse a sus reuniones, y ella se descubrió disfrutando su vida de siempre como hacía mucho que no hacía.

El año anterior, a medida que la relación con Pat se estrechaba, Silvia había perdido el gusto por esas pequeñas cosas que le daban color a sus días. Su corazón estaba en otro lugar y se sentía confinada en su pueblo. El mundo resultaba un lugar tan ambiguo. El autobús tardaba una hora en recorrer los seis kilómetros de su casa al centro en hora pico, pero ella sólo precisaba doce horas para cruzar el mundo y ver al hombre que amaba. Y al mirar por la ventana, las montañas que acotaban el horizonte la hacían sentirse prisionera.

Pero ya nadie la esperaba allá afuera, y ahora era libre de cortar todos sus vínculos con el mundo exterior. Bien, todos salvo uno, que quedaba a un enlace y cinco galaxias de su vida.

Para el momento en que subió el video al blog, estaba satisfecha con el resultado porque había disfrutado plasmar aquel retrato sencillo de su vida normal y ordinaria. No le importaba en absoluto lo que Jim pudiera opinar. Si es que se molestaba en ver el video. Y eso tampoco le importaba. Ya no.

Las cosas a su alrededor eran mucho más interesantes.




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