Sin Retorno

35. La Cuenta, Por Favor

—¡Silvi! ¿Estás bien?

Ella asintió, sonándose la nariz con una risita temblona desde la cocina. Se había parado de un salto apenas terminara el clip, tratando en vano de contener las lágrimas.

—Pero éste no es el video que tienen en YouTube —terció Claudia.

—Porque no es el video oficial —replicó Paola impaciente.

—¡Si será! —protestó Silvia desde la cocina, meneando la cabeza.

Claudia se volvió hacia ellas, boquiabierta otra vez. —¿Hizo este video para vos?

Silvia se encogió de hombros, todavía luchando por secarse los ojos.

—Sí, ahí fue donde nos conocimos. Denme un mate y les explico el video.

Todavía no terminaba de hablar cuando Claudia ya le tendía un mate y Paola le señalaba la silla que dejara vacante. Así que Silvia pasó diez veces la duración del video explicándoles la multitud de guiños y bromas privadas que acababan de ver.

Apenas habían terminado cuando llegó el novio de Paola a buscarla, y Claudia decidió marcharse también.

—Esto no termina acá —advirtió Paola besando la mejilla de Silvia.

—No termina hasta que termina —replicó ella con suavidad, sabiendo que su amiga quería decir que ya volverían a hablar del video cuando estuvieran solas.

Tobías, el hermano de Silvia, volvió de su viernes por la noche y la halló aún despierta, en cama con su tablet y los auriculares puestos. Asomó la cabeza a su dormitorio para darle las buenas noches.

—Que descanses, nene —sonrió Silvia, y volvió a atender a la tablet apenas se cerró la puerta.

Estaba viendo el clip por enésima vez. Ahora que estaba sola, dejó que la emoción la dominara y no contuvo las lágrimas.

Porque era simplemente demasiado.

Sólo habían pasado juntos un par de días, pero sus bromas y sus alusiones pretendían hablar de sentimientos. Jim había transformado su hit en una canción de amor con esas imágenes de los lugares donde estuvieran juntos. Pero él no estaba enamorado de ella, y Silvia no iba a arriesgarse a sentir nada por él.

Bien, nada más que lo que ya sentía, que aún lograba mantener dentro de los límites del afecto amistoso, profundizado por su gratitud.

Conociéndose, había dado por seguro que acabaría de cabeza por él, a la distancia y sin volver a verlo ni a hablar con él. Pero la forma en la que se mantenían en contacto la ayudaba a no perder de vista la realidad. Hasta trataba de olvidar que habían tenido sexo, y esa negación voluntaria la ayudaba a seguir adelante con su vida.

No quería volver a encontrarse perdida en ese limbo que ya conocía demasiado bien, viviendo de emails y fotografías. No quería volver a perder contacto con su gente y con su vida. Ya había pasado por eso. Acababa de salir. Volver a caer era suicidio emocional, sobre todo por algo tan abstracto y no correspondido, y se negaba a hacerlo.

Punto.

Conociendo un poco a Jim, el clip tenía una sola explicación posible: intentaba decirle que le había gustado conocerla, y que guardaba buenos recuerdos de esos dos días que pasaran juntos.

Por supuesto, de eso se trataba.

De todas formas, Silvia necesitaba que dejara de exagerar.

Al día siguiente recibió su MP.

Tipeó y borró varias veces su respuesta antes de enviarla.

Su respuesta la hizo sonreír.

Bien. Había entendido.




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