Sin Retorno

46. Honestidad, una Palabra Tan Solitaria

En realidad, aunque Jim lo ignoraba, cada diciembre Silvia tenía la costumbre de buscar una canción que ilustrara el año, y ya se había preguntado cuál elegiría para uno tan peculiar antes que a Jim se le ocurriera la consigna. Pero la canción que él eligiera le había pateado el tablero. Little Wing no era una canción cualquiera. Y aunque ella había intentado mostrarse tranquila y convencida delante de sus amigas, no sabía cómo interpretarla.

Sí, era la canción perfecta para ellos en más de un sentido, pero era la última canción que Jim debería haberle enviado. Porque era cierto, los dos estaban siempre que el otro necesitaba sostén, y también podía haberla elegido en referencia a aquella noche en la posada, bebiendo, cantando, bailando. Pero no importaba cuántas referencias e interpretaciones ella le diera, Little Wing era una canción de amor.

Hendrix hablaba de alguien que amaba, ya fuera su proveedor de ácido, su guitarra favorita o una mujer de carne y hueso. Y un hombre dedicándole semejante canción a una mujer no hablaba de amistad sino de amor.

Punto.

Se le aceleraba el pulso cada vez que lo pensaba, de modo que intentó hacer a un lado la idea.

Necesitaba hallar otra explicación.

No dudaba del afecto de Jim, así como sabía que no tenía nada que ver con amor romántico. Jim precisaba una cantidad insana de atención, y siempre sentía la necesidad de hacer que la gente reaccionara a él, a sus canciones, a lo que hacía. La indiferencia era un insulto imperdonable para él.

Tal vez no quería que su amiga virtual olvidara sus encantos. Como si fuera posible. ¿Tal vez necesitaba un pequeño juego de seducción? Como hiciera con el clip de Esta Noche.

Recordar ese video fue como hallar un madero flotando en medio del mar después que la ballena blanca hundiera su barco. Se aferró a él. Por supuesto, de eso se trataba. Era lo mismo. Una vez más le decía “me encantó conocerte, qué bien que la pasamos juntos”. Pero disfrazado de carta de amor porque no podía con su genio.

Sólo estaba siendo él mismo.

—Sabés que estás enamorada de él, ¿no?

Silvia giró sobre sí misma. Era sábado por la tarde, y Paola se había hecho un momento para pasar a verla después de la bomba que Jim le soltara la noche anterior. Vio su expresión de sorpresa y no le dio oportunidad de tratar de defenderse.

—Moriste por él cuando lo conociste, y descubrir quién era en realidad sólo fue peor. Porque para vos ya era alguien especial, y resultó ser mucho más especial en persona, así que lo que pasó entre ustedes significó mucho más.

Paola hizo una pausa para tomar su mate, su mirada advirtiéndole a Silvia que ni se molestara en negarlo.

—Desde entonces, invertís toda tu energía en disimular lo que sentís. Y en mentirte a vos misma. ¿Por qué te creés que no querés irte a vivir con Guillermo? Porque ya tenés un tipo con quién compartir todo lo importante, y Guillermo se convertiría en un obstáculo. Dormís con él porque es lo único que no podés hacer con Jim. Pero todo lo demás que podés llegar a necesitar de un hombre lo tenés con Jim, en ese blog de mierda. En internet. Otra vez.

Silvia intentó decir algo y Paola la interrumpió enfadada.

—¡Ese pelotudo! Te quiere, te necesita cerca, pero no creo que jamás se haya detenido a pensar en las consecuencias para vos. Sabe que estás enamorada de él y finge tragarse tu pose de amiga. Y vos sostenés esa máscara hasta para mirarte al espejo. Pero ya es demasiado, Silvia. Necesitás sincerarte, al menos con vos misma.

Paola le devolvió el mate alzando las cejas, invitándola a responder. Para su gran sorpresa, Silvia se cubrió la cara con las manos y rompió a llorar.

—¡No puedo! —gimió—. ¡No puedo! Si lo admito, no voy a poder evitar demostrarlo. Y lo voy a perder apenas lo haga. Y es tan buen amigo, ¿sabés? Ojalá pudiera explicarte todo lo que sigue haciendo por mí, la forma en la que siempre me respalda y me sostiene y me entiende. ¿Para qué arruinar lo único que tenemos? Si nunca vamos a volver a encontrarnos.

—O sea que no te importa pasar el resto de tu vida enamorada de un tipo que no te corresponde y que nunca vas a volver a ver. ¿Eso es lo que querés?

Silvia logró controlarse un poco y encendió un cigarrillo, manoteando servilletas de papel para secarse los ojos y sonarse la nariz. La expresión de Paola la ayudó a sonreír. Su amiga estaba por darle un puñetazo, y era por eso que Silvia valoraba tanto su amistad. Paola era la única de sus amigos que nunca vacilaba en regañarla cuando se lo merecía.

Silvia se tomó un momento para terminar su mate y se encogió de hombros.

—No sé, Paola. ¿Querés que sea honesta? Bueno, ahí tenés, no sé qué voy a hacer. Tenés razón, estoy hasta el cuello con él. Lo amo. Y no puedo evitarlo. Me gustaría no sentir nada de esto —suspiró desalentada—. Tal vez algún día conozca a alguien y sea capaz de olvidarme de él.

—Claro. Porque Jim va a permitir que un tipo común y corriente le robe a su fan número uno. —Paola meneó la cabeza—. No va a dejar que nadie trate de robarle su lugar en tu vida.




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