Sin Retorno

50. En Camino

Silvia tardó cuatro días en darse cuenta a qué había obedecido la llamada de Jim en realidad. Y vaya si había logrado su objetivo. La había hecho hablar de cosas que ella amaba y había dejado que la conversación continuara a partir de allí, recurriendo a todas las bromas que solían compartir. Hasta que ella había perdido el terror paralizante a volver a verlo.

Y ahora ya no estaba asustada.

Estaba ansiosa, y el estómago se le retorcía conforme los días pasaban y se acercaba mayo. Pero el miedo había desaparecido.

Los dos habían hecho un pacto con el diablo, exponiendo sus teléfonos a cambio de la opción de enviarse mensajes de texto y hacer video llamadas por internet si lo precisaban, pero el Hey, Jay! siguió siendo su punto de encuentro.

Jim regresó a su costumbre de compartir con ella fotos de los lugares que visitaba, y los títulos empezaron a parecer una cuenta regresiva. México fue Frío, Puerto Rico fue Tibio, Colombia fue Más Tibio, Perú fue Caliente y Brasil fue Ardiente (por supuesto, soy yo).

El día después de que No Return aterrizó en Brasil, Silvia y Claudia tomaron un taxi al aeropuerto de Bariloche. En el camino, Claudia comentó que no estarían tan solas en la gran ciudad. Karim estaba allí por una de esas convenciones de científicos locos a las que siempre la invitaban, y Miyén estaba visitando a sus padrinos. Juan y Rob se habían mudado a Buenos Aires varios años atrás para ir a la universidad, y por supuesto que también estaban Mika y su novia Lorena.

Silvia no lo dijo en voz alta, pero se sintió reconfortada al saber que si por algún motivo inimaginable las cosas con Jim iban mal, tendría amigos cerca.

Era lunes, y No Return llegaría a Buenos Aires el jueves. Para entonces, Silvia y Claudia querían tener sus pases, y también pasar tiempo con familia y amigos, e ir de compras para obtener cosas que en Bariloche eran mucho más caras que en la capital. Y el cumpleaños de Juan era el sábado. Así que sólo podían rezar para tener tiempo de hacer todo lo que tenían planeado antes del concierto de No Return.

Silvia también rezaba para que no la mataran los nervios, que a tres días de volver a ver a Jim ya alcanzaban niveles poco saludables.

El Comodoro, como todos los amigos de Claudia llamaban a su padre, las esperaba en el aeropuerto para abordar el avión con ellas y acompañarlas a sus asientos en la primera fila, frente a la puerta de la cabina. Y Graciela, la madre de Claudia, las recibió con los brazos abiertos en su casa, feliz de tener a su hija allí por una semana.

Esa noche, sola en su habitación después de cenar, Silvia se derrumbó en la cama. Estaba agotada, pero sabía que le costaría dormir de allí al jueves. Buscó su tablet. Sí, los nervios la estaban matando, pero si a esa altura no sabía cómo sobrevivir un momento así, merecía un diploma de estúpida consumada.

Porque su salvador personal estaba allí, siempre con un as bajo la manga para levantarle el ánimo y ayudarla a recuperar la calma. ¿Qué mejor que esperar a Jim con Jim?

Abrió el Hey, Jay!

Jim ya había pasado por allí, para dejarle la imagen de un mapa de Sudamérica con una línea roja que unía Río y Buenos Aires, titulada Ya Casi. Silvia se permitió una sonrisa tonta y posteó una foto del Comodoro en su cabina antes de despegar, con el título En Camino.

Leer o escribir caía en la categoría Misión Imposible, y no tenía paciencia para jugar solitarios. Tras una lucha a brazo partido con sus auriculares, logró desenredarlos y se acostó, decidida a mirar series de televisión hasta que se le cayeran los ojos.

Iba por la mitad de la última temporada de Cardinal cuando Jim subió a su Twitter una foto de la multitud en el show que acababa de terminar en Río.

Un minuto después, la misma foto apareció en el Hey, Jay! Pero ahora decía: “Un paso más cerca”.

Una sonrisa cálida curvó los labios de Silvia. Ahí estaba el cretino adorable. Siempre podía contar con él para sostenerla.




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