Sin Retorno

51. Entradas Agotadas

Jim rió por lo bajo al ver la foto de la tablet de Silvia en una cama, mostrando en pantalla lo que él acababa de subir al Hey, Jay!

Alzó la vista y encontró la mirada ceñuda de Sean al otro lado del pasillo del ómnibus, donde se sentara con Jo. Jim le guiñó un ojo y volvió a su cuenta de Twitter, mientras atravesaban la noche de Río rumbo al hotel.

Sean gruñó para sus adentros, porque ya sabía quién era la única persona del mundo que hacía sonreír así a su hermano. Le lanzó un puñetazo que lo alcanzó en el brazo.

—Que te den —rezongó Jim frotándose el brazo.

—¿Noticias de Argentina? —preguntó Sean con su acento más casual.

Tom lo oyó y se giró en su asiento. —Entradas agotadas para los dos conciertos. Deborah agregará otra fecha el domingo.

—Fin de semana agitado —terció Jo.

—Ni que lo digas —asintió Jim.

Sean les dirigió una mirada fulgurante y no volvió a decir palabra por el resto del viaje.

Ya en su habitación, abrió una cerveza y dio rienda suelta a su enojo, regañando a Jo por ser cómplice de Jim en “toda esa mierda”. Jo lo dejó hablar hasta que se quedó sin aliento, ignorando sus duras palabras. Y mientras Sean iba y venía, quejándose de viva voz del pendejo que tenía por hermano, ella se desvistió y se recostó boca abajo, sin más prenda que la ropa interior favorita de Sean.

Él llegó al otro extremo de la habitación, dio media vuelta, la vio y perdió el hilo de lo que estaba diciendo.

—Eso es trampa —protestó, deseando ser capaz de apartar sus ojos de las curvas de Jo.

Ella le dirigió una sonrisa adorable y tendió la mano hacia la cerveza que él sostenía. Sean la apartó de su alcance dirigiéndole una mirada furibunda. Jo se encogió de hombros, se levantó y fue a paso lento al minibar. Sean deglutió al verla inclinarse hacia adelante para tomar una cerveza del minibar.

Intentaba decidir si olvidarse de su hermano para saltarle encima a Jo cuando la oyó decir: —Ya ha pasado más de un año, ¿verdad?

Jo vio la forma en que Sean apretaba los dientes y asentía, y rió al regresar a la cama.

—Un año y dos meses —gruñó él, apelando a todo su autocontrol para mantenerse a un par de pasos de la cama.

—Es su relación más larga con una mujer desde que Carla lo dejó.

—¡Relación! —estalló Sean indignado—. ¿Llamas a eso relación? ¡Eso no es nada, Jo! ¡Tweets y blog como malditos adolescentes no es una relación! ¡Es pura mierda!

Jo palmeó la cama con su sonrisa más dulce. Sean sacudió la cabeza y desvió la vista resoplando.

—Dime, amor, ¿tienes idea de lo difícil que es lidiar con tu hermano? —preguntó ella con suavidad—. Tú ya estás habituado a él y no te das cuenta, pero Jim es la persona más insoportable que he conocido en mi vida. Llámalo la maldición del talento si quieres, pero es sencillamente insufrible.

El ceño fruncido de Sean se hizo interrogante. En los ocho años que llevaban juntos, Jo jamás había hablado así de Jim. Por supuesto que su hermano distaba de ser sencillo y tranquilo, pero siempre había sido así.

Jo no dejó de sonreír al intentar explicarse. —Por un lado demanda amor y devoción absolutos. Y al mismo tiempo, no tolera a nadie a quien no considere su igual. Puede ser el tipo más dulce del mundo y también el más cruel, dependiendo de su humor del momento. Es sarcástico, inteligente, sensible, imprudente, leal, brusco, indiferente, amable, todo en un solo día. Ama y odia las mismas cosas con idéntica intensidad. —Jo suspiró—. Creo que exige tanto porque tiene demasiado para dar, y sólo logra avasallar a la gente. ¿Por qué crees que ninguna mujer resiste más de un par de meses con él? Bien, salvo Carla, y ya sabemos cómo terminó eso.

Sean la escuchaba en silencio, acercándose a la cama sin darse cuenta.

—Déjalo tranquilo, amor. Jim es una de las personas más solitarias del mundo, buscando desesperadamente que alguien lo mire y en verdad lo vea. Y hasta ahora nadie lo ha hecho, a excepción de esta mujer. O al menos eso es lo que él siente. —Jo atrapó su mano y tironeó hasta hacerlo sentar a su lado. Volteó para recostarse de costado, enfrentándolo, y esperó que la mirara a los ojos—. Creo que tiene que ver con que ella no pertenece a la delirante burbuja de fama y privilegio en la que ustedes viven sumergidos. No reconocerlo cuando se encontraron por primera vez la puso en una situación rara, única, que le permite seguir tratándolo como a un hombre ordinario. Y eso es algo que nadie más hace, ni siquiera tú. —Aguardó que Sean la enfrentara—. ¿No ves que no se trata de un buen polvo? Sabes de sobra que Jim puede echarse a quien quiera cuando quiera. Lo que ansía es una compañera, un igual. Alguien que no espere de él más que un hombre de carne y hueso, con sus defectos y virtudes. Ya nadie lo ve así, salvo ella.




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