Sin Retorno

56. Los Sospechosos de Siempre

Sean vio que Jo cabeceaba en dirección a la entrada al bar tras él y giró hacia allí. Deborah entró al bar y se acercó a él mirando a su alrededor.

—¿Dónde está Jim? —preguntó.

—Ocupado, ¿qué ocurre?

—¿Ocupado? Pero me pidió que esperara…

—¿Llegó? Tráela.

Sean y Jo vieron a Deborah regresar a la entrada del bar y hacer pasar a dos mujeres.

—¿Cuál es? —susurró Jo excitada.

—¿Cuál crees? —replicó Sean.

Jo las estudió con mirada crítica, y estaba por decidirse por la más joven y atractiva cuando la otra vio a Sean y le dirigió una sonrisa fugaz.

—Oh, Dios —murmuró Jo cuando la mujer se encaminó en derechura hacia ellos, tironeando la manga de su amiga para que la siguiera.

—Hola, Sean —saludó la mujer con un cabeceo.

—Hola.

Antes que pudiera decir nada más, Jo se adelantó tendiéndole la diestra. —Hola, soy…

—Jo, aspirante a esposa de Sean —completó Silvia sonriendo, y se encogió de hombros—. El video en el Rancho Miller.

Jo asintió riendo alegremente mientras Silvia presentaba a su amiga.

—Jim estará aquí en un momento —dijo Sean.

—Oh, gracias.

El radar de Tom y Liam emitió una alerta de chicas nuevas cerca y se les unieron un minuto después.

—Vamos por algo de beber —dijo Tom, y se alejó con Claudia y Liam.

—¿Tuviste algún problema para entrar? —preguntó Jo, sabiendo que no podían esperar que Sean hiciera de anfitrión simpático.

—No, me encontré con Deborah apenas llegué. La tormenta y el tránsito me retrasaron. Parecería que no puedo encontrarme con tu cuñado a menos que el cielo se venga abajo.

—¡Es cierto! Debe significar algo, ¿no?

—¿Qué nunca nos encontramos en verano?

Sean desvió la vista cuando Silvia y Jo rieron. Había olvidado que la amiga de su hermano era tan agradable. Y así como había hechizado a Jim un año atrás, ahora estaba hechizando a su novia. Sólo esperaba que ese bastardo terminara con la presidenta del fanclub argentino antes que esta mujer hechizara a todos los que estaban en el bar.

Silvia hubiera querido agradecerle a Jo, que continuó la plática con una soltura que le daba oportunidad de recuperar el aliento y acomodarse mejor a la situación.

Claudia regresó con Tom y Liam, que traía a Walt del brazo. Silvia aceptó una cerveza, notando las miradas insistentes que Sean lanzaba hacia una puerta lateral al otro lado del bar. Seguramente Jim estaba allí dentro. Bien, había llegado dos horas tarde, así que bien podía esperarlo unos minutos. Entonces Claudia le preguntó a Tom por los conciertos en Brasil, Jo hizo un comentario jocoso, todos se sumaron a la conversación. Menos Sean, que permanecía serio y silencioso, casi taciturno, y se las ingenió para situarse entre Silvia y la puerta lateral.

Sólo diez minutos más tarde Silvia sintió que podía relajarse, de estar al borde de un ataque a una cómoda contractura terminal. Por suerte Claudia era tan desenvuelta, y Jo tan simpática, y Tom y Liam eran tan divertidos.

En ese momento oyeron un ruido fuerte al otro lado del bar y la puerta lateral se abrió bruscamente. Todos giraron para mirar y vieron a Jim entre las piernas de una chica, sentada sobre algo con el breve vestido alzado hasta las caderas. Jim no se inmutó, enfrentó las miradas sorprendidas con una de sus sonrisitas al tiempo que se estiraba para alcanzar el picaporte.

Sean, Claudia y Jo quedaron de una pieza, temiendo la reacción de Silvia.

Ella había retrocedido para mirar más allá de Sean y había visto lo mismo que todos los que estaban en el bar: Jim teniendo o a punto de tener sexo con esa chica.

Y sólo podía sentirse feliz. Porque ése allí era él. Jim. Jay. En carne y hueso a pocos pasos. Y pronto estaría a su lado.

Su risa espontánea contagió a Tom, Liam y Walt, mientras los otros tres intercambiaban miradas aprensivas.

Silvia no les iba a explicar que sabía bien que Jim la consideraba una amiga. Una amiga cercana, sí, pero nada más. En caso de que les quedara alguna duda después de lo que acababan de ver. Y estaba bien, para ella era más que suficiente. Porque era él. No la estrella de rock, no el sex symbol. Era Jay, su salvador en jefe.

Aún intentaba recuperar el aliento, ignorando el ceño fruncido de Sean y la mueca preocupada de Claudia, cuando la puerta lateral volvió a abrirse con brusquedad.

Jim salió precipitadamente, cerrándose los jeans y mirando alrededor. Le había llevado ese par de minutos registrar el atisbo que tuviera de la cara tras Sean. Dos brazos asomaron por la puerta, intentando retenerlo. Él se los sacudió sin siquiera mirar hacia atrás y se apresuró hacia su hermano.

—¿Dónde está?




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