Sin Retorno

105. En Tus Huesos

Jo se sorprendió al ver regresar a Sean tan temprano. El médico a cargo de su rehabilitación lo había autorizado a que comenzara a practicar con la batería electrónica en su casa, y un par de semanas después Sean ya se sentía en condiciones de probar con sus tambores. De modo que había ido a lo de Jim, a ver cómo respondía su brazo a una batería de verdad por primera vez desde el accidente.

Ella estaba en medio de una reunión de pre-producción con Fay y el resto de su equipo, de modo que Sean se limitó a saludar con un gesto desde la puerta de la sala y continuó hacia su estudio insonorizado.

Jo no tardó en unírsele con una cerveza y una sonrisa.

—Ves por qué te amo —sonrió Sean, interrumpiendo su práctica para aceptar la cerveza.

—¿Qué ocurrió? ¿Jim no estaba? ¿No tenías tus llaves?

Sean revoleó los ojos sin apartar la botella de sus labios. Jo acercó una banqueta para sentarse junto a él y ladeó la cabeza, observándolo.

—¿Y por qué regresaste tan pronto? Morías por tocar.

Él se limitó a menear la cabeza.

—Por Dios, amor, sabes que odio tener que sonsacarte así. ¿Qué ocurrió? ¿Qué hizo Jim ahora?

Sean buscó algo en su teléfono y se lo tendió, señalando la mesa contra la pared tras ella. —Conéctalo a las bocinas y reproduce ese archivo.

—¿Una canción nueva? ¡Genial!

—Jim ya había grabado la voz y todos los instrumentos, pero nunca se le dio bien programar bases de batería, así que me pidió que le armara algo.

—¿Y qué hay de malo?

—Escúchala y te darás cuenta.

Jo hizo lo que le pedía y regresó a su lado mientras comenzaba la canción. Era una balada, y sonaba bien. No tardó en voltear la cara, en un intento vano de ocultar su sonrisa a la mirada escrutadora de Sean.

Esta casa está llena de habitaciones vacías
Pero aún te escucho moverte en ellas
Mi corazón está lleno de nociones silenciosas
Sé que no puedo cambiar lo que hiciste.

Pero aún estoy aquí.

Seguiremos por siempre
No importa si nos distanciamos
Seguiremos juntos
No importa cuánto tiempo lleve
Estaré enterrado en tus huesos
Estaré aquí cuando regreses a casa.

Recuerda quiénes hemos sido
Nunca te permitiré alejarte de mí
Aquí estaré cuando llegue la mañana
Aquí estaré cuando tú lo digas
Aquí estaré para darte cuanto necesitas.

Seguiremos
Seguiremos por siempre
No importa si nos distanciamos
Seguiremos juntos
No importa cuánto tiempo lleve
Estaré enterrado en tus huesos
Estaré aquí cuando regreses a casa.

No importa lo que ocurra
No importa adónde vayas
No importa, el tiempo demostrará
Que estaré enterrado en tus huesos
Estaré aquí cuando regreses a casa.

Sean advirtió que Jo se frotaba la nariz rehuyendo su mirada y frunció el ceño como si lo hubiera apuñalado por la espalda. Ella se encogió de hombros.

—Es hermosa.

Sean le alzó el cabello para jalarle suavemente una oreja, luego la otra.

—¿Acaso te has quedado sorda? ¿Seguiremos por siempre?¿Se cree que está en el maldito Titanic?

—No seas tan duro con él, amor. La echa de menos.

—Cuando te echo de menos, te llamo.

Jo se sentó a horcajadas sobre las piernas de Sean, cuya expresión se suavizó instantáneamente. Los dos sabían que él era incapaz de resistirse a esa sonrisa.

—Y es por eso que te amo —susurró antes de besarlo.

No había forma de que Sean rechazara aquella distracción, aunque no por eso hizo a un lado la conversación que los ocupaba.

—En realidad, esperaba algo así —comentó luego, recogiendo la ropa interior de Jo de la batería y tendiéndosela—. El problema es que el condenado imbécil se niega a estrellarse.

—¿Y por qué querrías que se estrelle?

Jo giró para que Sean le prendiera el sostén.

—Porque necesita caer de la nube a la que sigue aferrado. Es la única forma de poner los pies en la tierra y volver a levantarse. No hay un final feliz para su situación, y se está tardando siglos en arrancarse el apósito.

Jo lo ayudó a ponerse la camiseta riendo. —¿Acabas de llamar apósito a Silvia?

—Sabes a qué me refiero.

—No, no lo sé.

Sean recuperó la cerveza para convidarle a Jo.

—Tiene que abrir los ojos, vida. Ya no sé qué más hacer. Lo único que me queda es molerle la espalda a golpes.

—Jim la conoce, amor, nosotros no. Tal vez sabe algo, o ve algo, que lo hace negarse a darse por vencido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.