Sin Retorno

128. Pendientes

Deborah los aguardaba en LAX, para cerciorarse por sí misma que los Robinson habían regresado, y más que nada para tantear el humor de Jim. Un solo vistazo a las dos parejas le bastó para saber que la temporada de tormentas había terminado.

Suspiró aliviada. No más estallidos de furia cada vez que le hablaba a Jim de un compromiso público que no podían cancelar. No más presión de la disquera para que volvieran a tocar en vivo, ahora que los doctores habían dado de alta a Sean. No más demos con baladas depresivas sobre corazones rotos. No más escándalos por las locuras bizarras de Jim borracho.

Bien, al menos por las próximas dos semanas. Lo cual le daba a Deborah dos semanas para urdir algún plan magistral que extendiera la luna de miel hasta nuevo aviso.

Su alegre bienvenida hizo que los hermanos intercambiaran una mirada desconfiada, aunque se limitaron a seguirla a su auto sin hacer preguntas.

Deborah se sorprendió de que Jim no subiera con ella al asiento delantero, cediéndoselo a Sean para sentarse atrás con Jo y Silvia. También notó que aquella disposición parecía habitual para los cuatro.

Sabía que sólo contaba con los veinte minutos del aeropuerto a la casa de Jim en Santa Mónica, pero confiaba plenamente en los atascos de tránsito en Los Ángeles, y no se apresuró a hablar de nada más importante que el clima.

—Suéltalo ya, Deb —la interrumpió Jim un par de minutos después—. ¿Qué nos tienes agendado?

Deborah no se inmutó y la soltó a enumerar todo lo que quedara pendiente en los últimos dos meses. Sentada entre Jim y Jo, Silvia la escuchaba incrédula. ¿Jim había dejado todo eso por ir a verla? Estaba por disculparse avergonzada cuando la risa de Jim llenó el auto.

—Vete al infierno, Deb. Dame algo realista para las próximas dos semanas.

—Steve se va en dos días, tres entrevistas en televisión, una cena de gala…

—Sólo una entrevista, Corden o Ellen.

—Entrevista radial con acústico, firma de autógrafos, stream en Reddit, una cena de gala.

—Quiero tiempo libre para ensayar material nuevo.

—Por supuesto. —Deborah se volvió hacia Sean—. Te necesito a ti también en esa gala el jueves de la semana próxima, porque ya anoté a los demás para otro evento esa noche. Precisamos mucha prensa positiva después de tanto tiempo sin tocar.

Sean se limitó a asentir.

—Ella viene —avisó Jim señalando a Silvia.

—Muy bien. ¿Jo?

La chica no alzó la vista del teléfono. —Lo siento, pero Fay reprogramó una cena con los inversores de mi nuevo proyecto para esa noche, y no puedo volver a posponerlo.

Silvia se volvió hacia Jim frunciendo el ceño. ¿Había entendido bien? ¿Acababan de incluirla para acompañarlo en un evento público? ¿Uno de esos con alfombra roja, cámaras y fans gritando en la calle? ¿Se habían vuelto locos?

Jim y Deborah seguían negociando la agenda para esas dos semanas, de modo que Silvia optó por guardarse sus preguntas, y su negativa, para cuando llegaran a casa de Jim. Bien, tal vez para más tarde, porque tenía otras cuestiones urgentes por abordar con él cuando al fin estuvieran solos.




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