El teléfono de Jim vibró cuando subía al ascensor de la oficina de Deborah con Sean y Walt. Se alegró al ver el mensaje de Silvia. Había aterrizado en Buenos Aires cuando él aún dormía y ésta era la primera vez que le escribía. Su consciencia, sucia después del golpe bajo del anillo, le había aconsejado esperar y dejarla tomarse su tiempo.
Sabía que este primer mensaje le indicaría cómo se sentía Silvia y lo desconcertó verla en una foto cenando con su hermana y dos amigos (¿ése no era el maldito que lo había llamado guardabosques en mayo?), alzando sus vasos hacia la cámara muy sonrientes.
Intentaba comprender qué se suponía que significaba cuando notó las palabras que acompañaban la foto.
—¿Uno para atraerlos a todos y en las tinieblas atarlos? —leyó en voz alta, perplejo.
—El Señor de los Anillos —respondió Sean—. Es como un verso sobre el anillo de poder de Sauron, el Señor Oscuro.
—Deberías leer más, Jim —le reprochó Walt.
—Debería leer, punto —terció Sean—. Hace siglos que el bastardo no toca un libro.
—Creí que S era una rata de biblioteca. Esperemos que ella lo haga volver a leer.
—Lo más probable es que él la haga dejar de leer.
Jim no prestaba atención a lo que decían. Había ampliado la foto, descubriendo que Silvia sostenía su vaso con la mano izquierda. Y allí estaba la alianza, en su dedo anular.
Bajó del ascensor buscando una foto de Sauron de las películas del Señor de los Anillos, para agregar a su respuesta.
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Editado: 15.08.2023