Sin Retorno

Departamento

 

La suerte no es algo que podamos predecir o controlar. Algunas personas parecen tener buena suerte en muchos aspectos de la vida, mientras que otras pueden tener menos.

Desde que mis padres habían muerto cuando apenas recién comenzaba la universidad, todo se había ido al carajo, y mi suerte se fue con ellos, o al menos eso es lo que yo creía.

Cuando tenía 9 años conseguí un collar de plata con dije de herrería en la calle, al mostrárselo a papá, prácticamente me obligó a regresarnos para buscar a la posible persona que se le cayó, pero, luego de 1 hora, nunca regreso nadie por él. Dado a los acontecimientos, me aconsejó guardarlo, si el destino no quiso que esa persona regresara, tal vez tenía un propósito conmigo.

Al darle vuelta tenía grabado unas pequeñas palabras que solo con lupa podías ver "Buena suerte", mi curiosidad aumentó cuando comencé a atraer a mi vida cosas grandiosas. Un día mi progenitor llegó muy alegre del trabajo porque había conseguido el ascenso que tanto quería, con mucha emoción lo recibimos o cuando mamá ganó dinero en la lotería.

Durante los próximos 10 años fue así, nos mudamos, compramos una mejor casa, mamá abrió su cafetería y yo pude entrar a la universidad que siempre desee, con una beca al 100%. Todo marchaba bien, hasta que un día decidieron hacer un viaje de vacaciones a la playa, yo no pude irme con ellos porque tenía parciales esos días.

Una noche, el collar había desaparecido, siempre lo traía conmigo colgando en mi cuello, un mal presentimiento llegó a mí y una especie de angustia recorrió todo mi cuerpo, me convertí en supersticiosa. Miré mi celular y estaba descargado, no hablaba con mamá desde la mañana, lo conecté al cargador un par horas mientras terminaba de hacer unas anotaciones. Deseaba hablar con ellos y saber que todo está bien.

Al terminar, lo encendí y pronto comenzaron a llegar las notificaciones de mensajes, redes sociales y correo. No me dio tiempo de revisar nada, porque pronto me entró una llamada de un número desconocido. Confundida respondí inmediatamente con el corazón acelerado.

-¿Sí? Buenas noches- me estaba comiendo una uña

-¿Buenas noches, es usted Eva Gómez?- Dijo una mujer

-Sí, ¿Con quién hablo?- sentí mi pecho oprimirse

-Lamento informarle que sus padres sufrieron un accidente en una de las excursiones, debe venir cuanto antes- dijo sin más, una frase que casi acaba con mi vida.

Nadie te prepara para perder un ser querido, siquiera por mi mente había pasado alguna vez aquella posibilidad, porque sinceramente no deseaba que mis padres partieran de este mundo tan pronto, no sin antes verme graduada. Que pudieran ver uno de sus mayores deseos para mi cumplido.

Luego de ese devastador momento, mi vida se había ido en picada, casi pierdo el semestre y mi beca. Estudié día y noche incansablemente hasta recuperarme, tuve que ser fuerte y salir adelante sola. Hasta que un día, luego de terminar la carrera, conseguí a mi gran amigo y hermano que me regaló la vida, Andrés, en el lugar que nací; juntos nos volvimos inseparables y decidí mudarme nuevamente a donde viví los primeros años de mi vida, con la esperanza de revivir un poco los recuerdos que atesoraba de mi infancia y mi pequeña familia.

Aquella vez creí tomar una decisión acertada, luego me arrepentí más adelante tras mi decepción amorosa con Antonio, me cuestionaba si mi vida sería diferente al no haber regresado a mi ciudad natal, o si el collar no lo fuera perdido aquel día, en mi insistencia en recordar donde lo pude botar, me percaté que tropecé con alguien esa misma tarde que anunciaron el deceso de mis padres.

Todo cambió cuando un día me levanté, y decidí dejar todo atrás por mi salud mental, comencé a emprender un camino totalmente diferente al que planee desde adolescente. Sin embargo, tal parece que el destino y mi mala suerte continuaban.

Diez minutos nos tomó salir del departamento a la calle, diez minutos que inhale humo y por la adrenalina no lo sentí, hasta que vi el edificio en llamas; mi calma se había ido completamente, ese pequeño espacio fue mi refugio cuando llegué a la ciudad, fue testigo de mi crecimiento profesional, de mis noches buenas y malas. Comencé a hiperventilar, escuchaba gritos, llantos de los niños, mi vista se nubló y poco a poco me sumergí en un sueño profundo.

 

 

 

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Escuchaba lejos el pitido de una máquina, era bastante molesto, intenté abrir mis ojos, pero los sentía pesados, parpadee varias veces hasta que me acostumbré a la luz, miré a mí alrededor, todo era blanco, traté de incorporarme, pero un dolor de cabeza me detuvo, masaje mis sienes.

Escuché abrirse la puerta, miré hacia su dirección, estaba entrando René con un vaso de café en la mano, cuando me miró se acercó rápidamente dejando el líquido en una pequeña mesa a mi lado.

-Estás despierta- tomó mi rostro, podía notar que estaba cansado, y su expresión era de entera preocupación.

-Agua- mi voz salió más ronca de lo que quería

-Enseguida- tomó la jarra de agua, sirvió un vaso de agua y me lo acercó. Me tomé el agua poco a poco, mi garganta lo agradeció.

-¿Qué me ocurrió?- lo miré interrogante

Durante al menos 20 minutos me relató los hechos desde que me desmayé hasta que me trasladó una ambulancia al hospital, quedé sorprendida, tenía 24 horas internada. El estrés, mi ansiedad y alergia jugaron en mi contra.

-Veo que la bella durmiente despertó- dijo un doctor entrando a la habitación, miré a René confundida.

-Mi hada, conoce a Lucas, un amigo de la familia- me presentó al doctor, un hombre mayor, con canas y una sonrisa cálida.

-Un placer doctor-le sonreí

-El gusto es todo mío, al fin pude conocer a la novia de René- me devolvió la sonrisa- No la asustes, dijo el mencionado.




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