Sin Retorno

Mi destino

Todo se lo dejamos al destino...

A lo largo de los años escuchaba a las personas al menos una vez decir: "el tiempo lo dirá" como si de un presagio se tratara.

¿Y si tal vez no es el tiempo? Si realmente las pequeñas acciones que tomamos tienen una verdadera consecuencia. ¿Cómo saber si existe un poder más allá que decide por nosotros?

No me consideraba completamente religiosa, la última vez que asistí a una iglesia fue cuando una compañera de la universidad se había casado, de eso había pasado unos 5 años.

De algo sí estaba segura, cuando le rogué a Dios fortaleza para afrontar mi perdida, cuando toqué fondo y no encontraba salida, en una de esas situaciones, sentí una especie de brisa pasar por mis pies. Entendí que no importaba cuál fuera mi desgracia, nada duraría para siempre.

Encontrar el collar en el armario me produjo desasosiego, miles de recuerdos llegaban a mí, las lágrimas amenazaron por salir y de pronto el dolor en el pecho me anunció el inminente ataque de ansiedad.

Intenté calmarme, al final las gotas corrían por mis mejillas, inhalaba y exhalaba cada vez más rápido. Tomé el collar en una de mis manos.

Caminé de vuelta a la cama, e intenté sostenerme en una mesita que contenía una pequeña lámpara, por desgracia con la vibración de mis manos se deslizó hasta escucharse el estruendoso sonido del cristal partido.

En menos de 2 minutos estaba René tratando de abrir, sus gritos se escuchaban lejanos, debido a mis ojos nublados no lograba enfocar a mi alrededor. De pronto sentí un mareo y caí al suelo, la alfombra amortiguó un poco mi declive.

Como consecuencia del impacto se me incrustó un vidrio en la muñeca, apreté mis dientes mientras sentí el ardor, logré visualizar el líquido rojizo correr desde mi muñeca haciendo un pequeño camino que descendía hasta mi antebrazo.

Estaba paralizada, el hormigueo en todo el cuerpo se sentía intenso, era el peor ataque que había sufrido, cerré mis ojos y cuando logre abrirlos sus orbes café me inspeccionaban, preocupado me alzó en sus brazos con suma delicadeza y me recostó sobre el colchón.

-Mi amor, por favor respira, tú puedes- me animó angustiado.

Las palabras no me salían, un sollozo se me escapó y estaba hiperventilando, él me sentó, y me abrazó. Su mano subía y bajaba por mi espalda mientras repetía una y otra vez que respirara.

Ya no conocía la palabra vergüenza, René me había visto en casi todas mis facetas y jamás me había juzgado. Sus caricias y palabras de aliento lograron calmarme. Para las personas con ansiedad, un simple abrazo podía significar un antídoto instantáneo para nuestro pequeño corazón.

-¿Estás mejor? Preguntó mientras secaba el diminuto rastro de mis lágrimas-Asentí.

-Gracias- mi voz salió más ronca de lo que pensaba, intenté aclararla- Perdona el desastre que he causado- miré a mi alrededor.

-Escucha, esta también es tu casa, no te preocupes por lo material, compraremos una mejor y más bonita- dijo haciendo alusión a la lámpara.

Le ofrecí una débil sonrisa, cuando intenté levantarme la presión de la herida en mi muñeca me molestó, al percatarse se dirigió al baño en busca del botiquín de primeros auxilios.

Me curo y limpió, mientras lo veía hacer su trabajo con destreza recordé que en mi otra mano todavía llevaba el collar, espere que él guardara todos los implementos para mostrárselo.

Abrí la palma en su dirección- ¿Dónde lo encontraste? Ya lo había olvidado- lo tomó- Este collar tiene una historia extraña- comenzó a relatar

- Hace aproximadamente unos 8 años atrás, papá me pidió el favor de recogerlo en una de sus conferencias sobre finanzas en una universidad, cuando baje del auto para ir a su encuentro, estaba distraído mirando mi teléfono y sin querer choque con una persona, al girar para pedirle disculpas ella ya estaba lejos, intenté retomar mi camino; sin embargo sentí un objeto en mis zapatos- Tapé mi boca.

- Jamás pude regresarlo, así que lo guardé por si algún día aparecía su dueña.

-No es posible- se me escapó un sollozo- Me niego a creerlo- un mar de lágrimas se desató nuevamente.

-¿A qué te refieres?- preguntó confundido- No llores más, me siento mal cuando lo haces- me abrazó.

-Este collar lo tenía desde los 10 años- Su mirada era de entera confusión- Estaba jugando en la calle cuando lo encontré, cerca de la casa de mis padres- Me escuchaba sorprendido.

- Lo perdí en la universidad, recuerdo que me tropecé con alguien, ese día había muchas personas dirigiéndose a un evento, pero estaba tan apurada porque debía terminar de hacer las anotaciones para el parcial del siguiente día, que no me percaté que se me cayó. Desgraciadamente, aquella tarde recibí la noticia que mis padres murieron. Busque, pregunté y nunca lo volví a ver.

-Es decir que tú eras esa chica- me señaló

-Al parecer sí- me reí- ¿Crees en el destino?- le pregunté

-Ahora sí- Sonrió como tanto me gustaba- Estoy seguro de que mi destino siempre has sido tú y me fuera encantado conocerte en aquella época.

Una carcajada se me escapó- En esa época no era tan linda como ahora

-Lo dudo, estoy seguro de que me fijaría en ti, como lo hice cuando te conocí-Se acercó hasta unir nuestras frentes- No volvamos a discutir - me miró

Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado que hizo movernos hasta el centro de la cama. Nos detuvimos un momento para tomar aire, aproveche la pausa para invitarlo a tomarnos una ducha.

Me alzó como un costal de papas y entre risas entramos al baño. Mientras yo me encargaba de preparar la bañera lo vi salir y entrar con rapidez, traía consigo dos copas y un vino.

Me mostró la botella, y yo le regresé mi pulgar en señal de aprobación. Vertió el licor, y me lo ofreció, gustosa, lo tomé de forma seductora, lo vi tragar grueso cuando relamí mis labios, como venganza se despojó de su ropa lentamente, amaba que me siguiera el juego.




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