6 meses después
La sanación comprende la restauración emocional y física de una persona. El proceso puede tomar un tiempo, y en ocasiones amerita ayuda de un personal capacitado para acompañarte en el viaje.
Es posible que cuentes con el respaldo de tus seres queridos, pero si no tienes la determinación para salir del profundo pozo en el que te encuentras, nadie más podrá hacerlo por ti. Este pensamiento siempre ha sido mi mantra desde que comencé a reflexionar sobre mi salud mental.
El primer mes fue muy difícil, cada noche me despertaba gritando debido a una pesadilla recurrente en la que era amarrada y llevada de vuelta al mismo almacén. Era doloroso abrir los ojos y darme cuenta de que varias personas estaban observándome mientras intentaban calmarme.
Las marcas en mis muñecas no ayudaban en lo absoluto, verlas a diario me costó mucho aceptarlo; hasta que aprendí que todo lo que nos pasa en esta vida puede ser parte del cambio, o convertirse en nuestra propia destrucción. Una mañana desperté y decidí que era suficiente, no estaba dispuesta a permitir que mi mente me saboteara. Yo era la única dueña de mi destino y solo yo podía cambiar las cosas en mi favor.
En los primeros 60 días experimenté soledad, tristeza y dolor; hasta que un día Mariana apareció y me hizo abrir los ojos. Su historia era trágica, llena de adversidades, pero ella estaba de voluntaria en el centro de rehabilitación con una hermosa sonrisa en su rostro.
Flashback
Me encontraba sentada bajo la sombra de un árbol de cerezo, con mi cabeza apoyada en el tronco y sosteniendo el collar entre ambas manos. Lágrimas rodaban por mis mejillas mientras mi corazón latía pausadamente.
De repente, escuché el crujir de una rama y me levanté rápidamente para secar mis ojos. Mi instinto se agudizó y permanecí alerta en todo momento, quizás había desarrollado cierta paranoia debido a mis nuevos temores.
-Oh, no, no te levantes- Se apresuró a decir- Solo pasaba para saludarte- me regresé a mi lugar.
-Está bien- dije, ella se sentó a mi lado.
-Sabías que, como gran parte de las especies, el cerezo no debe podarse en invierno...-subí mi mirada hacia uno de los frutos.
> Durante esta época la savia circula menos y, por tanto, los cortes tardan más en cicatrizar- levanté mis cejas sorprendida- El árbol se vuelve más susceptible a los ataques de hongos o infecciones.
-Creo saber por dónde va esta conversación-comenté
-Las heridas de nuestro pasado tardan en cicatrizar- asentí- Cuando tenía 10 años un psicópata obsesionado con mamá le quitó la vida frente a mis ojos- Solté un suspiro horrorizada- Pasé de orfanato en orfanato hasta cumplir la mayoría de edad, nadie quería adoptar a una niña con posibles traumas- su mirada estaba fija en un punto.
-Lamento mucho lo que te ha pasado- dije sincera.
- Con el pasar de los años entendí que yo no tuve la culpa de mis desgracias- tomó mi mano- Ya verás cómo poco a poco tu dolor pasará.
-Muchas gracias, Mariana- Apreté su mano.
Fin del flashback
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En el tercer mes, conocí a Frank, un joven de 20 años que era descendiente de una familia política importante. Lamentablemente, su madre lo maltrataba físicamente, incluso días antes de abandonarlos para irse con otro hombre, cuando él apenas iniciaba la universidad. Su padre no pudo soportar la carga y decidió internarlo en un centro especializado donde llevaba ya más de un año sin haber recibido ni siquiera una visita.
En múltiples ocasiones intentó poner fin a su vida. En uno de estos momentos, tuve la oportunidad de conocerlo y, de alguna manera, logré salvarlo. ¿Cómo podría negarle mi apoyo en tiempos difíciles? A pesar de mis propias adversidades, nunca perdía la esperanza de que algún día las cosas mejorarían.
Una noche inquieta me llevó a abandonar mi habitación. Me encaminé hacia el jardín y allí, tras su descubrimiento, encontré un sendero que conducía a una piscina. La vista del agua serena me proporcionó algo de paz interior, recordándome en cierta forma al lago donde solíamos visitar nuestro restaurante favorito, René y yo.
Cuando estaba por sentarme en la orilla para remojar mis pies, noté una sombra debajo del agua. Esperé unos minutos hasta que vi flotar un cuerpo; por instinto me lancé a ayudarlo. Nadando con todas mis fuerzas llegué hasta él y lo guie hacia unas escaleras desde donde pude sacarlo del agua con todo el esfuerzo de mi voluntad.
Fue entonces cuando me percaté de que se trataba de un joven, cuya estatura era elevada y poseía cabello oscuro y tez morena, estaba inconsciente. Lo primero que se me vino a la mente fue practicarle una reanimación cardio pulmonar, cortesía de Andrés por todas las veces que me hizo presenciar series médicas relacionadas con emergencias hospitalarias. Anhelaba fervientemente que dicha técnica me funcionara para evitar su fallecimiento en mis brazos.
Su pulso presentaba debilidad, lo intenté cinco veces hasta lograr hacerle expulsar el agua acumulada. Posteriormente, empezó a toser y retrocedí unos pasos para otorgarle más espacio. Después de transcurrir aproximadamente cinco minutos, el joven recobró la conciencia enfadado mientras yo le observaba confundida.
-No necesitaba que me salvarás- Me aplaudió
-Qué malagradecido eres- Lo señalé- ¿Acaso deseabas morir? - Cruce mis brazos.
- Eso mismo- paso varias veces la mano por su cabello mojado- En este mundo no me necesitan.
-No vuelvas a repetir eso- Me acerqué y tomé en un puño su camisa- Nunca sabes quién allá afuera espera que vuelvas- Mis ojos se cristalizaron.
No esperé respuesta y me di la vuelta, comencé a caminar de regreso. Qué injusta era la vida, mientras él deseaba morir, yo deseaba haber salvado a un pequeño ser celestial que ahora estaba en el cielo. Pronto sentí una opresión en el pecho, me detuve para sostenerme en el umbral de la entrada. En ese momento las lágrimas caían como una cascada. Sentí una mano en mi espalda y di un respingo. Me giré y vi al chico mirándome con otros ojos; se acercó y me abrazó inesperadamente, lo recibí con gratitud, pues tenía mucho tiempo sin sentir uno de esos abrazos que llegan al alma.