Habían transcurrido catorce días desde el impactante accidente. Pocos días después de someterme a la cirugía, recibí el alta y continué mi recuperación en casa. Portaba un cabestrillo temporal y vendajes en las costillas; no obstante, esto no me impidió visitar la sala de cuidados intensivos al menos una vez al día, a pesar de las quejas de todos. Nadie podría comprender la conexión que compartíamos; cada noche revivía en sueños el accidente y me preguntaba si tal vez debería haber presionado más para que nos quedáramos, evitando así la situación actual. Sin embargo, ya era demasiado tarde.
A René le habían retirado el respirador artificial y ahora solo necesitaba oxígeno para mantenerse. Aunque era un pequeño avance, seguía sin recuperar la conciencia. Me había hecho amiga del personal encargado de su cuidado; algunas enfermeras lo describían como un príncipe que esperaba a su princesa. Aquello me causó cierta diversión, hasta que en una ocasión me encontré con el médico a cargo de mi caso.
-Deberías estar descansando- Se detuvo a mi lado con una carpeta que estaba leyendo.
-Solo puedo venir una vez al día- Giré para encararlo- Lo aprovecharé al máximo- Alcé una ceja.
-Está bien- Me miró serio- No olvides tomar tus medicamentos- dijo antes de irse.
Cada uno de los encuentros era así, él terminaba por dejarme con la palabra en la boca. Una fea costumbre que me recordaba a René y a mí en el pasado.
Esa tarde las restricciones habían cesado y me dejaron acercarme al castaño. Me llevaron al baño para cambiarme con mucho cuidado por la bata y colocarme mi tapa bocas.
-Cuando piensas despertar hechicero- Lo miré triste- Te extraño, el departamento no es igual desde que no estás.
Leí una vez que los pacientes son capaces de percibir todo a pesar de su incapacidad para comunicarse. Anhelaba que esto fuera cierto y que, al escuchar mi voz, pudiera recobrar la consciencia. Después de aproximadamente treinta minutos, como si de un prodigio se tratara, sus ojos se abrieron de par en par y se quedaron fijos. Parpadeó varias veces antes de comenzar a mirar en todas direcciones, visiblemente confundido, hasta que finalmente me encontró.
-¿Quién eres? Preguntó con voz ronca, mientras yo me llevaba la mano a la boca en señal de sorpresa.
Salí apresuradamente en busca de asistencia, las enfermeras acudieron de inmediato con el especialista. Fui trasladada fuera de la habitación para permitirles llevar a cabo su labor. A través del cristal, pude contemplar su hábil movimiento. A pesar de que todos estaban concentrados en él, no apartaba la mirada de mí, confundido escuchaba al médico y luego volvía a posar sus ojos en mí. Sus orbes tenían un brillo distinto y sus expresiones eran singulares, como si pertenecieran a otra persona. Me entristeció el hecho de que no me reconociera. ¿Podría ser que perdió definitivamente su memoria? Mientras esperaba pacientemente a que concluyeran con su evaluación, me formulaba estas y otras interrogantes.
-Ven Eva, acércate- Me pidió el doctor.
-René ¿Recuerdas a Eva tu novia?- Preguntó.
-Jamás la he visto- dijo después de unos segundos de examinarme.
-¿Eso es normal doctor?- Me apresuré a preguntar.
-Resulta difícil anticipar el comportamiento de su cerebro, es posible que haya reprimido sus recuerdos como un mecanismo de defensa -explicó-. No obstante, debemos aguardar a ver cómo evoluciona en las próximas semanas -informó.
Respiré profundamente, mientras él terminaba de darle las indicaciones de su recuperación. No estaba dispuesta a rendirme, no después de todo lo que hemos pasado para estar juntos.
-Muy bien, volveré más tarde- dijo el doctor antes de marcharse.
El ambiente se volvió denso e incómodo. Me preguntaba cómo lograría comunicarle a René que él era una parte integral de mi vida, al igual que yo lo era de la suya. Nuestros recuerdos compartidos eran mucho más abundantes de lo que él podía imaginar. Tomé asiento en la silla junto a su camilla, intentando elegir cuidadosamente las palabras para entablar una conversación con él, pero se adelantó y habló primero.
-¿Qué sucedió en tu brazo? - preguntó con curiosidad.
-Hace dos semanas sufrimos un accidente- mencioné con melancolía- Acabábamos de salir de mi audiencia judicial.
-¿Estás implicada en actividades delictivas? - Preguntó, abriendo sorprendentemente sus ojos.
-Por conquistar tu corazón, quizás... - Comenté con arrogancia, él hizo un gesto de fastidio.
Resultó ser más difícil de lo que anticipaba, entablar conversación con el renovado René era como desahogarse con una pared acerca de las adversidades del día; Su participación era mínima y sus respuestas breves. Ese día una parte de mi corazón se encogió al escucharlo confesar que solo recordaba haber llegado a la ciudad para unirse a la empresa de sus amigos como nuevo socio. Ese suceso había transcurrido hace un año, los momentos buenos y malos ya no estaban.
Al ser cuestionada sobre si conocía a su madre, me vi en la disyuntiva de no saber cómo responder. La pérdida de Annie significó un punto de inflexión en su vida, y lamentablemente, no estuve presente cuando él le dio su último adiós en el lecho de muerte. La pérdida de un ser querido genera un dolor profundo, pero la pérdida de una madre desgarra el corazón. A pesar de mi intento por abordar el tema con delicadeza, su reacción fue inesperadamente agresiva, llevándolo a expulsarme de la habitación.
Flashback
-Annie falleció hace 4 meses...- bajé mi cara- Tenía leucemia- lo miré.
-Eso no es cierto- Trato de incorporarse en la cama- No puede ser posible- Se tocó la cabeza mientras sus ojos se cristalizaban, la máquina que media su pulso comenzó a sonar.
-Escúchame- Le pedí- Annie se enteró cuando su enfermedad estaba avanzada- Expliqué.