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—No era la primera vez que lo intentaba, esas horribles pesadillas cada día eran peores y casi no dormía. Unas compañeras del trabajo que tenía me invitaron a un antro, y pensando que de todas formas no dormiría decidí acompañarlas; en realidad había salido pocas veces y la estaba pasando muy bien, la música estaba súper prendida y bailaba sin parar con mis compañeros. Esa fue la primera vez que escuché esas horribles voces dentro de mi cabeza estando despierta, retumbaba esa voz dentro de mí y decía que le pertenezco, que no escaparé de él. Me sentía aturdida y empecé a correr entre la multitud, las luces me agobiaban tanto como la rugosa voz en mi cabeza, topaba con la gente y me lanzaban de un lado a otro, cuando al fin logré salir caí sobre mis rodillas y lloré con la cabeza en el suelo; pronto me rodeé de gente que quería ayudarme, pero yo seguía muy aturdida.
Solo escuchaba las incoherencias que seguían torturando dentro de mí, así que me levanté y caminé, sin rumbo en un principio; después, cuando al fin la voz demoníaca cesó, mi alma se llenó de desesperanza, sentía mi corazón tan roto que me dolía seguir con vida. Tome la avenida que da al puente donde me encontraste. Caminé mucho. Ya no era yo, ya no sentía frío, ni miedo, ni cansancio; fue hasta que me encontraste que volví a sentir un poco de humanidad en mí. Seguro que ahora que sabes esto me dejaras sola, tengo el diablo adentro.
— No lo hare y no te sientas mal, a partir de ahora no estás sola; me tienes a mí.
— Gracias —dije mientras se sentaba a mi lado y apoyé mi cabeza en su hombro— Cuéntame de ti, —le pedí para olvidarme del mal rato.
— Ya te dije todo, mi vida es aburrida.
— Me refiero a lo personal.
— Bueno pues si te refieres a si tengo novia, no, estoy disponible —dijo riendo—. No, hablando en serio, salí con alguien a principio de año, pero no funcionó.
— ¿A qué te refieres con no funcionó?
— ¡Ay ya! me dejó por otro.
— ¡No! Lo siento. No debí preguntar.
— No te preocupes. La verdad es que me estoy reservando para el matrimonio.
— Eso está... ¿genial?
— No te creas, deberías ver tu cara.
— Tonto. Ya deja de molestar.
— Es tu turno, cuéntame.
— Pues hace un par de meses anduve con un chico de mi trabajo, pero de repente me dejó. Fue muy extraño, me pidió rotundamente que no me le acercara y después dejó de asistir al trabajo.
— Pues sí que es muy extraño.
— Es muy tarde, vayamos a dormir.
— Está bien. Buenas noches.
— Buenas noches.
Esteban se acomodó en el sofá que era bastante amplio y cómodo, incluso se giró hacia la pared sin correr el riesgo de caerse al dar la vuelta. Pronto se quedó dormido, lo supe por un leve ronquido, casi como un quejido que me causó un poco de risa. Yo, por el contrario, batallé para conciliar el sueño como siempre. Pero esta vez me sentía tranquila y calmada, empecé a pensar, esta calma incluso me permitía pensar en el futuro: decidí que el lunes iría a buscar un empleo, que mis ahorros y mi última liquidación no me durarán para siempre. Esteban debería hacer lo mismo, al menos durante las vacaciones.
Me estaba dando cuenta que era un buen chico y guapo, algo que dentro de todo aquel caos no había notado: tenía unos ojos marrones avellana con largas pestañas y la piel aperlada, su cabello algo rizado caía sobre su rostro, era alto y bien vestido.
Me propuse a dormir y me acomodo con la cara hacia la pared.
Desperté y miré el reloj, eran casi las seis de la mañana, aún estaba oscuro. No recordaba cuándo fue la última vez que dormí por seis horas seguidas
Me sentía tan bien, parecía que los amuletos de Hamira funcionaban. Preparé algo para desayunar después de bañarme y arreglarme un poco más de lo que lo hacía siempre: recogí mi cabello rizado con un broche a un lado, lo que dejaba ver mi rostro en todo su esplendor, me puse mi ropa favorita, incluso puse algo de música. Prepare unos panqueques y chocolate caliente.
— ¡Wow, eso huele delicioso! —Dijo Esteban y después me miró fijamente sin decir nada.
— ¿Qué sucede? —pregunté.
— Estás hermosa.
— Payaso, sólo me recogí el cabello. A, y dormí bien.
— Me alegro.
— Iremos a pasear, tenemos que celebrar podemos ir a cenar tacos, mejor aún, podemos ir a bailar. —dije.
— Está bien, pero tiene que ser a un lugar barato; no tenemos mucho dinero.
— No te preocupes, yo aún tengo algo de dinero y el lunes comenzaré a buscar empleo.
— Está bien, yo también tengo algo; compartiremos la cuenta.
— Está bien.
Pasamos la mañana y la tarde viendo televisión y platicando. disfrutaba mucho la compañía de Esteban, es un gran amigo.