La sangre borboteaba lenta por la herida abierta a un costado, e iba dejando un rastro carmesí en el piso de cerámicos. Los pasos eran lentos y dolorosos, y a cada forzada bocanada de aire que tomaba sentía como si mil agujas perforaran los pulmones. La puerta estaba ya a unos pasos de distancia y faltaba únicamente que extendiese la mano para tomar el picaporte y podría escapar...
Los pasos se hacían escuchar detrás y unas carcajadas maniacas les seguían, sentía como se acercaba tal vez atraído por el fétido rastro de sangre que dejaba tras suyo. Sentía a sus espaldas la presión del asesino que parecía más bestia que hombre, al acecho de su presa.
…
Abrió los ojos de repente y del sobresalto casi cae de su cama. El sol naciente la encontró cubierta de sudor y con la respiración agitada, con las sabanas hechas un revoltijo y una sensación de pánico que aún le oprimía el pecho. Miro el reloj, las seis de la mañana. Faltaba aun para que el despertador sonase pero ella no estaba de ánimos para dormirse. Encamino su cuerpo hacia el baño y, después de una ducha larga, siguió su recorrido hasta la cocina. El pan le sabía a arena en la boca y el café, que usualmente la deleitaba y le despertaba, le causaba repulsión.
Llegada la hora, y sin muchos ánimos, se vistió de oficina para ir al trabajo. El amanecer era frio, el sol aún no había salido del todo y el viento le atravesaba la tela del saco. Saludo al vecino que como todas las mañanas se asomaba a regar las plantas de la entrada de su casa, usualmente pasaba pronunciando el movimiento de cintura y le divertía ver como el hombre desviaba la atención de sus jazmines para centrarse en las curvas de su cadera, pero aquella mañana tan solo se limitó a saludar cordial y fríamente.
En el trabajo su humor no mejoro para nada, sus compañeras la notaban distante y mientras algunas susurraban a sus espaldas otras se acercaron a preguntarle cómo se encontraba. Se limitó a responder que no había podido descansar bien, lo cual en parte era cierto, pero trato de omitir la parte de la pesadilla. Le sorprendía que ya pasadas varias horas aun la imagen del sueño siguiera viva en su cabeza, sentía la amenaza permanente en la nuca y el dolor punzante del costado, incluso creía sentir su camisa húmeda por la sangre…
-Buen día, bonita- la voz hizo que se sobresaltara y casi cae de la silla. Una vez terminado el susto, y con el corazón aun latiendo a mil por hora, dio vuelta para encontrarse con la cara de suficiencia de su jefe. Siempre solía aparecerse de la nada, con alguna galantería barata y ella solía interpretar el papel de halagada e inocente mientras el hombre se entretenía coqueteando con ella, invitándola a salir hasta que ella de manera sutil rechazaba la invitación, no sin antes asegurarle que pronto tendrían su tan esperada salida.
- ¿Te agarre por sorpresa?- dijo y acto seguido se sentó en su escritorio mostrándole un vaso de capuchino y una bolsa de facturas que había traído consigo- te traje desayuno linda porque te vi un poco tristona, ¿será que extrañabas mi visita?
Ella le devolvió cara de pocos amigos y con un movimiento de mano hosco aparto el vaso y la bolsa que él había dejado encima de su escritorio. El hombre la miro con sorpresa pero no se atrevió a decir nada, mientras atrás se escuchaba el incesante cuchicheo de sus colegas.
-No gracias, jefe- lo miro con un poco de repulsión, y acto seguido le dio la espalda buscando concentrarse en la pantalla de su computadora- si me disculpa quiero volver a mi trabajo.
El hombre se alejó claramente enojado, pero a ella le importo en lo más mínimo. Siguió tipeando en la computadora el informe de venta que debería enviarse aquella tarde, las manos se movían rápido en el teclado y sin embargo su cabeza no las alcanzaba puesto que estaba inundada de pensamientos lúgubres, de sueños eternos y muerte.
“El metal cortó la carne y eso me impidió la respiración… el tan solo sonreía” noto que estaba escrito en la computadora. Se rio levemente, tal vez podría ser escritora se dijo para sus adentros. Borro rápidamente y dio clic en el botón de guardar, acto seguido cerro el documento. “Lo terminare mañana” pensó, luego guardo sus cosas. Se excusó con sus compañeras y partió de la oficina. Su jefe seguramente se enojaría más, pero mañana le halagaría su ropa o su buena postura y de seguro se le pasaría.
Camino por las calles sin rumbo fijo hasta que se le ocurrió marcar un número en el celular. Su novio le atendió en cuestión de segundos, estaba ocupado programando algún nuevo software pero, en cuanto le dijo que lo necesitaba, respondió sin reparos y en menos de cinco minutos la busco en un taxi.
-Fue solo un sueño, amor- le dijo y la abrazo para contenerla, se sintió bien como no lo había sentido hacía mucho tiempo y ella también le devolvió el abrazo- vamos a casa ahora y abrimos algo para tomar ¿dale?