Sin Sentidos

Puesta en Vida

El grito de mi madre hace eco por las paredes mientras el hombre toma su arma y le apunta directo a la cabeza. No puedo mover mis piernas, el único movimiento que produzco es la involuntaria respiración agitada y un leve tick nervioso de manos que apuntan al futuro homicida como creyendo que podre evitar la muerte con únicamente las palmas de mis manos.

-¡No! Por favor no… - grito desesperado y veo como el hombre voltea hacia mí y ríe.

-¿Cómo me dijiste?- dice y arma en mano se posiciona frente mío -¿Por favor? ¿Quién crees que sos vos para pedirme un favor a mí? Yo que te di todo, que desde pendejo me encargo que no te falte nada ¿vos sabes lo que hizo esta turra no?

-Ella no hizo nada…- digo entre sollozos y retrocedo ante su avance doblando las rodillas de pavor hasta que caigo al suelo – estas equivocado…. Por favor no…

-¿Vos crees que esto me gusta?- dice tratando de sonar afligido para la risa que emite a continuación contradice toda muestra de tristeza- Es lo que tiene que pasar… y si vos llegas a hacer algo, te vuelo la cabeza de un tiro.

Vuelve a su posición inicial y entre risas toma a la mujer del pelo, el corazón me da un vuelco ¿Qué se supone que debo hacer? No puedo, no tengo la fuerza, el me lo ha dejado bien claro si con tan solo una mirada me ha tumbado en el suelo. Veo a mi alrededor, la cama y la ventana abierta, nada importante; al costado de la cama la mesa de luz y el velador, podría usarlo pero se encuentra demasiado lejos.

Los chillidos resuenan en la habitación y el pánico crece en mi pecho como oprimiéndome el corazón. Las risas estridentes mientras el cañón se aposta en la sien de la mujer logran únicamente que mi desesperación crezca ¿nada? Que mala suerte la mía, ni una botella de aquellas que antaño abundaban en la habitación cuando el hombre borracho las dejaba tiradas después de bajarla y se tumbaba en la cama, a veces inconsciente de ebriedad y otras lo suficientemente lucido como para despertar y abusar de la mujer que por alguna razón le esperaba todas las noches…

El hombre aun tomándola del pelo le propina un puñetazo que le abre una herida en el labio y acto seguido la tira en la cama con el arma aun en mano. Parece disfrutar de todo esto, no como si aquello fuera parte de su supuesta venganza o de su ajuste de cuentas, sino más bien como si fuera algo que hubiese deseado desde que puso ojos en ella. Me acerco corriendo hacia donde ha caído mi madre y actuó de escudo humano entre ella y el hombre. El continúa su risa mientras trata de apartarme con la fuerza de un solo brazo, forcejeamos un momento y como puedo estrello mi puño contra su cara.

El impacto no parece haberle hecho daño alguno, voltea y me mira con una sonrisa pero veo en sus ojos reflejada la furia. El golpe que devuelve me aturde y por un momento todo es negro con pequeñas manchas de colores. Cuando vuelvo mi vista hacia el enfrentamiento veo a la mujer acurrucada de miedo sobre la cama y a él mirándome a mí.

-¿Qué te pasa mocoso malagradecido? ¿Te atreves a pegarle a tu propio padre? Yo te iba a perdonar, pero ahora… ahora estas tan muerto como ella.

-Vos no sos… vos no sos mi papa, ¡sos un hijo de puta! ¡Eso es lo que sos! Mereces que te maten, lenta y dolorosamente.

Estas últimas palabras hacen que desvié su atención a mí, propina un puntapié que me hace tambalear y caer a lado de la mesita de luz. Sigue acercándose y en su ataque de furia no se da cuenta cuando tomo el velador y lo estrello contra su cabeza. El adorno estalla en mil pedazos y justo cuando el alivio se hace presente, siento como el puño de mi padre se estrella nuevamente contra mi rostro con tanta fuerza que me deja tirado en un rincón de la habitación.

-Ya basta de juegos- le oigo decir y a continuación el sonido de un disparo.

Siento como si el mundo se quedara estático, como si el tiempo se parase y tan solo yo y él nos pudiésemos mover en aquel caos. Volteo la mirada y la bala tarda una eternidad en llegar al cuerpo, misma velocidad que tarda la sangre en esparcirse por la cama. No puedo gritar, mucho menos correr tan solo observar como el hombre gira y apunta nuevamente. Quisiera correr hacia él, despedazarlo con mis manos propinarle tantos golpes como balas pueda disparar, hacerle tanto daño posible en los segundos de vida que me quedan; pero el cuerpo no me responde.

Esa sonrisa desquiciada se asoma en su rostro y casi puedo imaginar el comentario sarcástico “salúdala cuando estés del otro lado”, pero no lo dice. Otro estruendo inunda la habitación, como el sonido de un trueno y el impacto me tumba en el suelo…

Oscuridad. No hay más que oscuridad mientras floto en algo que parece ser espacio ¿seré solo mente? Siento como si existiera de alguna forma pero no comprendo cómo, siento pasos a mi costado como si me encontrara en pleno ajetreo de la ciudad. Un par de manos me sacuden por los hombros y me incitan a levantarme mientras la luz inunda nuevamente el escenario ¿Quién soy?




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