No era novedad encontrarlo siempre al filo de dicho precipicio, tirado sobre el césped, con su característica capa con manchas carmesí por la sangre anteriormente derramada, mientras observaba el nublado cielo.
Él tenía unas ganas inmensas de quemar todo el bosque, lo necesitaba de sobremanera.
—Genial.- musitó al sentir como una pequeña gota había caído y deslizado por su mejilla, mientras el cielo se oscurecía dando paso a la noche.
Sentía…
Que estaba a punto de morir, cosa que no le importaba si le daba algo en ese preciso instante. Le encantaba la lluvia que se dio luego de la llovizna, mas agradecería que le caiga un rayo para acabar con su existencia.
Pobre, nuevamente perdido y sin razón.