Estaba tirado sobre su cama, tapado, bajo las cobijas como siempre. Tratando de esconder su nueva apariencia salvaje mientras escuchaba unos pasos a la lejanía.
— Alejandro...
A duras penas salió de su escondite para observarlo desde alguna ventana presente, cosa que, al conseguirlo, vio cómo es que este mismo sonreía al verlo.
El Autor le abrió la puerta.
— Tengo un obsequio para ti- se apresuró a decir—, lo vi allá, en la ciudad, entonces me tomé la molestia de traértelo.- No tuvo tiempo de siquiera interrogar que era, pues su invitado, fue más rápido y le entregó una planta, ya que, por la apariencia, todo apuntaba a ello. Lástima que no sabía la especie o nombre de la misma.— Es rojo como tu capa, está entre hojas, solitario.
El encapuchado observó con detenimiento lo que sostenía en manos, tocó luego de forma suave las hojas y, posterior a ello, miró también su capa.
—…supongo que gracias.
Quiso reír por lo curioso de todo ello, como también, de la extraña sensación que comenzaba a tener o emerger.