Síndrome de estocolmo

Capítulo 5.

Un preservativo.

Un jodido condón usado.

¡Usado!

— ¡Ah! — grité saltando en cada pies.

Me sentía sucia.

Mis pies se sentían sucios.

Comencé a llorar dramáticamente, hasta que Eros salió del baño semidesnudo, mi llanto se detuvo un poco, las lágrimas no se detuvieron, pero dejé el berrinche.

— ¿Qué te pasa? ¿Te quisieron secuestrar? 

No sabía si el gilipollas sabía lo aburrido y sin gracia que había sido.

Fruncí el ceño y apunté la cama.

Él se acercó y miró con una mueca el condón.

— Mierda — me miró sobre su hombro — ¿Te follaste a un tío en cinco minutos?

Abrí la boca de horror, me acerqué para golpearlo, pero él agarró mis muñecas y me sentó en la cama, al soltarme trajo del baño un pedazo de papel higiénico para agarrar el condón lleno de semen y llevarselo.

Cerró la puerta detrás suyo y volví a quedar sola. Eso sí, saqué mi trasero de esa cama inmunda.

Me apoyé en la pared, justo a lado de la puerta.

Mi ingeniosa mente maquinó de inmediato una idea de escape.

Era la número mil, creo.

Cuando llegara el ojiazul, pasaria por detrás suyo y correría por mi vida como una loca demente.

Recordé el camino hacia la habitación y de todo, lo único que podía hacer para tener mi libertad de estos dos, era ir al bar y que una mesera me ayudara, entre chicas nos ayudaríamos ¿cierto?

Sentí los pasos de unas personas caminando por el pasillo, por ahí vendría el ojiazul y por fin huiría.

Preparé mis pies y mis manos por si tuviera que golpear a alguien.

Los pasos se acercaron, el pomo se dio vuelta y cuando debió haberse abierto la puerta, esta no lo hizo.

— ¡Cabrón! ¡Abre la puerta!

Mis ánimos cayeron al suelo y caí sentada pegada a la pared, abracé mis piernas flexionadas, levanté la cabeza para ver a Eros salir del baño con la llave en la mano, me miró con una ceja alzada y prosiguió a abrir la puerta, Victor entró prepotentemente tirandose a la cama, ojos marrones cerró la puerta en seguida.

— La zorra me mordió el capullo.

Quité mi vista cuando se llevó la mano a su miembro.

— Siempre te buscas las más locas — le respondió, ojos marrones.

Se hizo un silencio un poco raro que no sabía por qué, tampoco levanté la cabeza para mirar qué hacían.

Si planeaban mi muerte, estaba muerta.

Bueno, eso fue bastante estúpido.

Estaba en un secuestro, mi mente estaba más lenta o más rápida dependiendo del momento.

Y estaba enloqueciendo.

— Mel no ha llamado y el cabrón tampoco.

Acomodé mi oreja para escuchar bien.

— Nos cayó la mierda de otro por tí, Victor, no te hagas.

— ¿Por mí? Porque no se la quise chupar. ¡No jodas! — salté un poco ante su grito.

Levanté mi cabeza un poco para verlos.

— Es tu puta culpa.

— ¡No es mi puta culpa!

¡¿De qué mierda hablan?!

Grité mentalmente.

O no tan mentalmente.

— No te metas. — me quedó mirando Eros.

— ¿Qué no me meta? — me había cansado, así que me levanté y les planteé cara a los gilipollas — ¿Para qué me secuestraron? ¿Para escuchar sus alegatos de pareja? ¡Quiero volver a mi casa!

Ambos me quedaron mirando.

— ¿Ya terminaste tu berrinche? — Victor se tiró hacia atrás luego de su pregunta.

Eros suspirando se fue a encerrar al baño.

Mis pies caminaron solos, y mis manos tomaron vida propia cuando agarré la lámpara vieja de la mesita de noche y me tiré sobre él para estallarsela en la cara, cosa que no pude, porque él era más rápido y apretando mis muñecas con fuerza me hizo soltarla, quedé con el ojiazul encima mio en la cama, sujeto mis dos manos con una de las suya arriba de mi cabeza.

— Niña pija, tienes unas ganas de… — dejé de escucharlo cuando me concentré en juntar saliva y tirarsela a la cara.

Su cara fue de chiste, me reí de él hasta que paseó su lengua por mi mejilla.

— ¡Asqueroso!

— Tú empezaste — me miró con el ceño fruncido, me comencé a mover como ya era profesional, como cuncuna — No, niña pija, no es bueno que hagas eso debajo de un chico.

— ¿Qué? ¿Eres profesor de algo o qué? — detuve mi cuerpo, me mostró una pequeña sonrisa y noté como su cara bajaba de a poco hacia la mía.

Alguien salvó el momento.

— Si van a follar, aquí no.

— ¡Cabrón! ¡¿Crees qué quiero follar con este idiota?!

Fruncí más mi ceño a su dirección, el idiota que tenía encima se levantó riendo y se fue de inmediato a encerrar al baño.

Se iba uno y quedaba el otro.

Tenía el pelo mojado, eso me hizo recordar cuando salió semidesnudo, me levanté de la cama fornicada y volví a quedar apoyada en la pared.

— ¿Cuándo volveré a casa?

— No lo sé — él se sentó y sacó el celular de su bolsillo.

Y aquí iba yo de nuevo maquinando otro plan.

Podría usar el celular para llamar a mi padre, pero cómo lo conseguiría.

Mi estómago rugió, se me tiñeron las mejillas de rosa cuando Eros se dio vuelta para mirarme.

— ¿Me compras una botella de agua? 

— ¿Eso te llenará el estómago?

— ¿Sí?— respondí dudando.

Pero claro que no, tal vez me mantendría en pie beber solamente agua.

— Ya vuelvo.

— ¿Te puedo acompañar? — lo detuve en la puerta.

Subió los hombros sin importancia, así que salí detrás suyo, solo que prefirió ponerme frente a él.

Llegamos al bar, nos pusimos frente a la barra y de inmediato llegó una mesera, era linda y tenía unos grandes pechos, se inclinó hacia delante para sonreirle a mi secuestrador.

— Dame una botella de agua.

— Por favor — le sonreí, ella asintió y sacó de una nevera una botella de agua helada, la puso frente a nosotros.

La agarré desesperada y la abrí para tomarla entera, sentí unas gotas de agua helada cayendo por mi cuello, solté un quejido de placer ante el agua, mi estómago resistiría unas cuantas horas más.

Eros hablaba a la mesera y la miraba con lujuria, se la quería follar y yo quería arrancar, así que retrocedí unos cuantos pasos sin que se diera cuenta.




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