Síndrome de estocolmo

Capítulo 13.

Rubios y de ojos verdes, era como mostraban en la tele a los alemanes.

Pero ellos tenían el pelo oscuro y sus ojos eran café.

— Es linda — dijo uno de los hermanos.

Me los habían presentado como si yo quisiera saberlo, no descrucé por ningún momento mis brazos.

Suspiraba a cada momento sin despegar mi vista de ellos.

Si creían que estaría como un dócil corderito, se equivocaron por completo, estaba enojada mirándolos con odio.

No podía creer que Diany con su bebé a su lado pudiera estar viendo y aceptando esto.

Era un intercambio humano, se pudririan en prisión, a no hacer que les dieran la muerte.

Y eso lo esperaba con ansias.

— ¿Y con esto creen que pagarán la deuda de esos gilipollas?

Apoyaba al hermano enojado, era bastante estúpido darme por sus vidas.

Habían matado a su padre.

— Entre gilipollas no se puede esperar nada — el chico me miró, también con su ceño fruncido.

Teníamos la misma cara en ese instante.

— Bueno, yo creo que la chica puede servir de algo — habló el hermano que no le interesaba, me miró de arriba a abajo — Está buena, se podría vender por un buen precio.

El rió, sus amigos rieron.

Yo mantuve mi compostura, quería explotar, correr donde fuera para sentirme libre.

Y también quería partirle la cara en dos, pero eso se haría más difícil.

— ¿Entonces? — escuchar la voz de Mel me hacía apretar los puños.

— Yo acepto, no sé si David-

— Acepto.

Miré sorprendida al hermano que estaba más enojado, tenía su vista fija en mí.

Cuando terminaron de darse la mano y hacer sus estupideces me levantaron de un brazo uno de los Alemanes, me arrastraron fuera de la casa. No miré atrás, no subí la vista del suelo.

Me dejaron a lado de la camioneta con uno de ellos, el perrito simpático estaba amarrado por una cadena gruesa, les gruñia a los cabrones de los Alemanes.

Vi los árboles a mi alrededor, si hubiera corrido entre ellos hubiera sido una total pérdida de tiempo.

— ¿Me dejas? — mis ojos miraron con incredulidad a Mel

El Aleman se apartó unos pasos, Mel se quedó frente mío con sus manos en los bolsillos y mirándome seriamente.

— ¿Qué? — solté ante su silencio.

— ¿Sabes por qué estás aquí?

— ¿Por qué soy la elegida? 

— ¿Y sabes por que lo eres?

— Ni puta idea, yo nunca hice nada para estar aquí.

— Mi nuca, tu huida por el techo, el moretón en el ojo de Victor, tu primer lugar en tu segundo año de secundaria, ¿en serio no sabes por qué estás aquí?

Respiro con dificultad, mi ceño se frunce, mis dientes se aprietan con fuerza.

— ¿Cómo carajos sabes lo que gané?

Él sonríe.

— Porque eres la elegida.

Y se fue al momento que los hermanos llegaron junto a sus amigos, no despegué mi vista de la espalda de Mel hasta que me obligaron a entrar a la camioneta.

Quedé delante con un hermano a cada uno de mis lados, dejé mis brazos cruzados en todo el camino.

La camioneta salió por entre los árboles hasta la carretera, no pude ver bien el camino, pareciera que iba de un lado a otro.

David, el que conducía era el hermano amargado, Daniel, el que iba a mi otro lado viendo el celular era el hermano que no le importaba.

— ¿Cuál es tu apellido?

— Harrison — respondí, no tenía ganas de pelear.

— Tu padre está dando una recompensa por ti — una alegría ocupó mi corazón, estos cabrones me darían a cambio del dinero — ¿Podríamos pedir un poco más, David?

— No — este negó de inmediato, mordí mi labio — Yo me la quiero quedar.

— No vendría mal un poco más de pasta.

— Mi padre te dará lo que le pidas — mi intervención llamó su atención, pero volvió a mirar a su hermano.

Y este volvió a negar.

— Dejame follarla — mi corazón se quería salir.

— Follala ahora mientras pido mas dinero, luego la devolvemos.

¿En serio podían hablar de mí como un objeto?

— ¿Por qué coño hablan así de mí? — adiós compostura — ¡No soy un puto juguete!

Y con la ira consumida totalmente en mi cuerpo, tiré del volante hacia un lado, los tres gritamos, los de atrás gritaron, todos gritamos cuando la camioneta se desvió a la izquierda sin detenerse, David, soltó el acelerador haciendo que paráramos de un sopetón, nos fuimos hacia delante mientras la camioneta daba vuelta tras vuelta.

En el momento no sentí los golpes, pero cuando abrí los ojos los vi a los capullos llenos de sangre y a mí llena de sangre, con la poca fuerza que tenía me baje, estaban inconscientes, y para nada me dio pena, lo bueno es que estaba de pie la camioneta, un poco destruida, pero nada más.

Mis pies tocaron el suelo, me dolió todo el cuerpo, en ese momento sentí los golpes.

Maldito Mel.

Tenía razón cuando dijo que gané el primer lugar en un pequeño entrenamiento tipo militar que nos hicieron hacer para ganar más puntos de ayuda para la universidad.

Caminé arrastrando un poco los pies, un auto venía hacia nosotros, no habían más autos en esa carretera.

Joder.

Mi atención se desvió cuando Daniel se bajó de la camioneta.

— Hija de puta — dijo con sus pasos hacia mí, me alejé lo más que pude hasta que él me quiso agarrar, pero no pudo.

Un torrente sonido se escuchó.

Sus ojos se juntaron con los míos.

Habían disparado y no sabía a quién.

 

 

 

 

 




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