Al noroeste de Frankfurt, Alemania, una jardinera de treinta y cuatro años, se encontraba en su oficio cuando por primera vez recibió un mensaje de un número desconocido. Alicia Hartmann, una mujer que como bien traduce su apellido, era fuerte, valiente y firme. Adoraba hacer cosas extremas cuando no tenía trabajo, lo cual la ayudó a aprender a defenderse.
Aquel mensaje parecía ir dirigido a alguien más aparentemente, pero al llegar al final del mismo, Alicia frunció el ceño al ver que no había recibido el mensaje por error. La mujer sintió como su corazón comenzaba a latir rápidamente mientras una corriente helada subía por su espalda.
Alicia miraba a todas partes, pero no pudo divisar a nadie. El mensaje decía que se veía muy bien con el overol amarillo y su elegante sombrero de jardinería. Por un instante, Alicia suspendió su oficio e ingresó a la casa de la familia que la había contratado para reparar el jardín. Allí les manifestó lo que estaba ocurriendo, los dueños de la casa sintieron temor; cerraron puertas y ventanas, acto seguido llamaron a la policía para notificarles que aparentemente alguien estaba acosando a la jardinera mientras esta trabajaba.
Así pasaron los días, Alicia al ver que no recibió un solo mensaje después de los sucedido, restó importancia y regresó a casa de los señores Letjuk para terminar su trabajo. De manera satisfactoria, la mujer finalmente terminó de reparar aquel hermoso jardín y abandonó la casa de los señores, no sin antes mirar a todas direcciones para ver si de algún modo, conseguía ver si alguien la estaba siguiendo.
—Todo normal —pronunció mientras seguía parada en cerca de la enorme reja que rodeaba la casa de los Letjuk —Nadie por aquí, nadie por allá —con su falsa sensación de plena seguridad, Alicia dio el primer paso y desde allí, caminó rápidamente en busca del paradero para tomar el autobús y regresar a casa.
Alicia llegó a salvo a su hogar, pero nunca se dio cuenta de que incluso al interior del autobús alguien la observaba.
Al caer la noche, Alicia preparaba la cena para ella y su hermano menor, quien se desempeñaba como técnico en computación. El joven de veintiocho años recién llegaba a casa luego de un largo día de trabajo, le comentó a su hermana que recibió un mensaje de texto de un número desconocido diciendo que su hermana se veía bien con su ropa de jardinera.
—Esto ya no me parece gracioso —manifestó Alicia y comenzó a contarle a Anton que días atrás recibió un texto que decía exactamente lo mismo.
—¿Y si se trata de una broma? —preguntó Anton intentando buscar una explicación razonable y a su vez no alarmar a su hermana evitando alterar sus nervios.
—En ese caso es una broma mal gusto, si esto continúa tendré que ir a la policía y exponer el caso. —Alicia comenzó a molestarse debido a la situación.
Aquel extraño número dejó de enviar mensajes después de que Alicia comentara acerca de ir a la policía, parecía que aquella persona hubiese escuchado la advertencia de la mujer.
Una semana después, Alicia había sido contratada para hacer labores de jardinería en la casa de la hermana del alcalde. La mujer realizaba sus labores con entera normalidad, pero alguien captó su atención al interior de la vivienda.
Un extraño sujeto la observaba desde la parte trasera de un enorme arbusto. Alicia lo miró fijamente durante varios segundos y le restó importancia a la presencia del extraño hombre. El extraño no dejaba de mirar a la jardinera, cosa que la hacía sentir incómoda. La intrépida mujer se puso de pie y rápidamente caminó hasta acercarse a él, pero este fue ágil y logró escaparse.
Al llegar a casa, Alicia notificó a las autoridades su caso. Pero tardó más en marcar el número de la policía que en desaparecer misteriosamente de camino a la estación de bus a la mañana siguiente.
Alicia despertó en un extraño cuarto de paredes blancas y una pequeña ventana que no podía abrirse en su totalidad. Una cortina roja escarlata y un enorme florero del mismo color con Amapolas rojas adornaban el lugar.
La mujer observaba detalladamente y con mucho recelo el extraño lugar, en el que el silencio reinaba y solo se escuchaba la respiración acelerada de Alicia de vez en cuando. Confundida, intentaba adivinar su paradero, pero no había forma de conseguirlo, pues el único modo de mirar hacia afuera del lugar era aquella ventana que abría bien y que además, la vista se veía opacada por una enorme pared.
—¡Dios mío! —exclamó la mujer —¿En dónde estoy?
En ese preciso instante entró en sujeto vestido de negro de pies a cabeza. Lo único que podía verse era el contorno de sus ojos que quedaban al descubierto, eran de color aceituna, y partes de su cabello rubio que sobresalían de de su capucha. El hombre le entregó una flor de la misma clase que había en el enorme florero al interior de aquel cuarto blanco.
—¿Quién eres? —preguntó Alicia con la voz quebrada. La mujer tiritaba de miedo y apenas podía levantar la mirada para ver al misterioso hombre que la mantenía en cautiverio —¿Qué quieres de mi?
A lo que el hombre encapuchado respondió —Nos conocemos desde hace tiempo, Alicia. Hace años rechazaste mi afecto, solo quiero que me escuches.
—¿Nos conocemos de la escuela? ¿Del instituto de jardinería? ¿De dónde? —preguntaba Alicia mientras comenzaba a romper en llanto.