Singledolls: la pareja perfecta

25. En la zona VIP

—Que insolente eres, mujer. Eso me agrada —su tono de voz es grave y alto, fácilmente puede resaltar sobre el escándalo musical de la discoteca.

—Sí, mi desastrosa personalidad ocasiona ese efecto en las personas —respondo junto con una sonrisa maliciosa.

—¿Sabes qué es lo que más me sorprender?

—¿Qué?

—Tu increíble belleza, te ves demasiado perfecta. Si no fuera porque aquí solo permitimos ingresar a humanos, pensaría que eres una SingleDolls.

¡Mierda! Demasiados sustos en un solo día.

—¿Qué? ¿Acaso quieres llevarme a la cama?

—Y además lees la mente, en serio que eres única —sonríe coqueto.

Demasiado sincero para mi gusto, hasta me parece un poco aterrador. Yo mejor me largo a otro lado.

Me levanto del taburete y le paso a un lado, pero, antes de alejarme de él, me agarra de un brazo y me impide avanzar. Rápidamente volteo a verle.

—¿Por qué no vienes conmigo? Estarás más cómoda en mi zona VIP —propone señalando la zona VIP que está a un lado del bar.

—Si tienes espacio para cuatro personas más, entonces iré contigo.

—Claro, es una zona amplia.

Le asiento y él me suelta del brazo para dejarme ir.

Al regresar con mis amigos, le comento que me he encontrado con el dueño de la discoteca, que nos ha invitado a todos a pasar la noche en su zona VIP. Casi todos se han mostrado emocionados por la invitación, solo Chris se muestra un poco inseguro, como que no está muy de acuerdo, pero tampoco es que se niegue a ir. Todos dejamos aquel rincón y caminamos hacia la zona VIP donde se encuentra el dueño de la discoteca.

Al llegar a la zona VIP, vemos que, frente al cordón de la entrada, el dueño de la discoteca nos espera de pie y con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, nos sonríe y luego nos abre paso invitándonos a ingresar estirando su brazo en un gesto cordial.

—Gracias por invitarnos. —Jonnathan estrecha la mano de aquel hombre. Luego nos hace señas a Jacky y a mí para que pasemos primero.

Al pasar a un lado de ambos trigueños, soy azotada por el guiño de ojo y la sonrisa coqueta del dueño del bar.

Todos los que están dentro del VIP se nos quedan viendo mientras entramos, personas de porte estirado y elegante, miradas altaneras y aires de envidia. Tal vez les molesta la idea de que existan humanos tan perfectos como nosotros. Nosotras pasamos por alto la agrura que se siente en el ambiente y nos dirigirnos al fondo de la zona, pues lo que nos urge en este preciso momento es sentarnos en el largo y acolchonado sofá que recorren las paredes del VIP.

Jaqueline deja caer sus glúteos sobre el sofá y recuesta la espalda liberando un gran suspiro lleno de alivio. La veo liberarse de la presión que ejercen sus tacones tras los talones y la escucho hacer un gracioso quejido que parece sacado de una película para adultos; yo también doy un poco de libertad a mis pies, al levantar mi talón siento un pequeño ardor, parece que me ha salido una ampolla.

—Podría quedarme sentada aquí toda la noche—dice Jaqueline, sonreída y evidentemente cómoda.

—Pero ambos sabemos que dentro de quince minutos vas a levantarte para ponerte a bailar —le comenta Tobías usando un tono jocoso mientras se sienta a su lado.

Todos terminamos sentados en el largo sofá. Chris se sienta a mi lado, noto que él aún tiene entre sus manos aquel trago que le trajo Jonnathan, el que dijo era su favorito. De repente, levanta la mirada y me atrapa viéndole. Por alguna razón termino desviando mis ojos disimuladamente, intentando hacerle creer que no estaba observándole a él, sino hacia la vacía y oscura tarima que está del otro extremo de la zona VIP.

—Te gusta «el barba gris», ¿eh? —me pregunta en son de burla.

—¿De dónde sacas tan absurda afirmación? Idiota.

—Del hecho de que aceptaras venir aquí.

—¿Crees que lo hice porque me gusta?

—No sé, dime tú…

—Sí serás estúpido, Chris… —gruño restregando mis manos sobre mi rostro—. Lo hice por los pies hinchados de mi amiga, por la espalda cristalizada de Jonnathan y por mis talones ampollados.

Chris baja la mirada buscando mis talones, pero yo se la levanto con dos de mis dedos bajo su barbilla.

—No me gusta ese hombre, todo lo contrario, me da miedo —respondo arrastrando mis palabras y fijando unos intensos ojos sobre los de él.

Por un momento nos hemos quedado en silencio, yo un poco extrañada al no entender la cara sonrojada de Chris. Luego comprendo que es porque aún me mantengo muy cerca de su rostro y con mis dedos bajo su barbilla. Al instante bajo mis manos.

—¿Qui-Quieres algo de tomar? —Chris titubea en su pregunta.

—Sí, está bien. Me gustaría probar de eso que estás tomando.

—¿Quieres probar un poco del mío? —pregunta levantándome su copa.

—Bueno, está bien

Chris acerca su copa a mis labios y me permite probar con un sorbo del licor, sabe a frutos rojos con un toque de ají picante, no es muy fuerte en alcohol, solo es un trago un poco atrevido al gusto.

—Me gusta —reacciono sorprendida al sabor, sonriéndole agradecida por permitirme probar antes de ir a pedirlo.

—Bien, iré a buscarte uno —Chris me avisa con cierta cordialidad.

Mi amigo, el humorista y burlón que tanto he aprendido a querer, se levanta del sofá y, luego de un fuerte y único aplauso, empieza a menear sus caderas gozosas por la música que está sonando en la discoteca. De tal manera le veo ir hacia el cordón que divide la zona VIP, danzando sobre aquel ritmo urbano, da media vuelta sin perder sus movimientos solo para volver a dar conmigo, me levanta ambos pulgares y continua con aquel singular baile pélvico frontal que presencié hace un rato.

El rostro cómico de Chris siempre logra hacerme reír, él es bueno haciendo eso.

—Creí que tenía todo lo que quería en este mundo —me sorprende la alta y gruesa voz del dueño de la discoteca—, ahora comprendo me hace falta que me regales una de esas sonrisas.




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