Singledolls: la pareja perfecta

28. En el mirador de la playa

Nos encontramos en el recibidor de un hotel que está orillando a la playa, no es lujoso, sin embargo, se ve increíble. Es un lugar sumamente agradable y refrescante, decorado con plantas tropicales en su interior, tiene varios sofás de bambú con cojines verdosos, lámparas amarillentas sujetadas de la pared y un par de abanicos colgados bajo el techado de mimbre.

Frente a un mueble de recepción encontramos a dos recepcionistas que visten camisas hawaianas.

—Buenos días, en qué podemos ayudarles —dice sonriente uno de los recepcionistas.

Todos nos detenemos tras la espalda de Jonnathan, quien es el encargado de hacer las reservaciones.

—Buenos días, queremos reservar dos habitaciones, una habitación con dos camas individuales y otra habitación con cama matrimonial.

—Ok, permítame un momento —pide mientras empieza a procesar la reservación desde el computador que tiene frente a él.

—Espero y aún a estas horas haya habitaciones disponibles —escucho musitar a Jaqueline.

Tal inquietud me hace buscar un reloj por toda la recepción, doy con uno sobre la gran puerta que da al restaurante del hotel, en él marca las 4:24 am.

—Jonnathan, cuando encuentre un trabajito prometo pagarte parte de la reservación —dice en tono bajo Christopher.

—Dale, no te preocupes, estaremos compartiendo habitación, así que podemos quedar mitad y mitad.

—¡Ok! —Christopher le sonríe mostrando su dentadura.

—Chicos, yo igual puedo pagarles después de que consiga algo —menciono sintiéndome apenada.

—No te preocupes, Vero —Jaqueline rodea mis hombros con su brazo—. Darío te ha pagado una habitación individual para ti solita.

—¿E-Enserio?

Jaqueline me asiente mientras se sonríe de oreja a oreja.

«¿Será que esto pudo haber molestado a Chris?». Confirmo mi sospecha al mirarlo de reojo, él está sonreído, pero con una vena palpitando sobre su frente.

Ni modo, en medio de la pobreza solo queda aprovechar de cada dicha encontrada.

Luego de que Jonnathan pagara las habitaciones, todos subimos por la amplia escalera que está en el centro de la recepción. Es un edificio de tres pisos, nosotros hemos subido hasta el primer piso, pues es aquí donde está mi habitación.

Mientras vamos caminando en medio del pasillo, Jonnathan detiene sus pasos y se voltea a verme.

—Esta es tu llave, Vero. —Jonnathan me entrega la tarjeta de mi habitación—. El recepcionista la tenía guardada para ti.

—Ok.

—Esta es tu habitación —señala la habitación que está a mi lado izquierdo—, y esta de acá es la de Darío. —Señala la habitación que está a mi lado derecho.

«Genial, tengo a Darío frente a mi puerta…». No hace falta ver el rostro de Christopher para darme cuenta de que aquella vena que tiene en la frente está a punto de explotar.

Yo realmente no quiero provocar una rivalidad entre ambos, pues hasta ahora se han llevado bien…, eso creo.

Paso la tarjeta de acceso sobre el sensor de la puerta e inmediatamente esta se abre frente a mí, antes de cruzar por ella vuelvo a fijar mi mirada en todos los chicos.

—Vero, nos vemos mañana. Que descanses bien —se despide Jaqueline.

—Igual para todos.

Jonnathan se despide levantando una mano mientras se sonríe con cordialidad, y Christopher, al ver que me fijo en él, me lanza un «chao» mudo que fácilmente puede leerse en sus labios. Todos dan media vuelta y continúan su recorrido a través del largo pasillo, suben otra escalera y se pierden de mi vista. En el segundo piso es donde estarán hospedados Jonnathan y Chris; Jaqueline y Tobías estarán hospedados en el último piso, es ahí donde están las habitaciones matrimoniales.

Me dispongo a entrar a mi habitación, pero antes detengo mis pasos y giro la mirada tras mi espalda para centrar mi atención en la puerta de la habitación de enfrente.

«De seguro Darío debe estar durmiendo dentro de aquella habitación», pienso en aquel otro chico que también me tiene con los nervios de punta.

Doy un profundo suspiro y luego cruzo la puerta de mi habitación, encontrándome ahora en un lugar sumamente acogedor, decorado de forma rústica: tiene un techo lleno de vigas en forma de troncos, dos palmeras pequeñas en las esquinas, una alfombra tejida en paja y una llamativa tabla de surf que está colgando en la pared frente a la cama queen. Esta habitación es hermosa, me pregunto si la de Darío es igual.

Dejo mis maletas dentro del armario y luego me lanzo sobre la cama, el colchón está forrado en sabana de ceda, es tan acolchonado que debería de quedar dormida al instante, pero no puedo, no dejo de pensar en lo último que pasó con Chris y en el futuro que se me depara junto a Darío, porque él y yo ya arrastramos una historia del pasado, que, por cierto, es una que no recuerdo.

Tengo que hablar con ambos chicos, pero a estas horas ya deben de estar dormidos.

Doy un par de vueltas sobre la cama y luego decido levantarme para ir a darme un baño. Al salir de la ducha seco mi cabello y lo amarro haciéndome una cola de caballo, luego me visto con ropa casual y me pongo unas sandalias flat que se sienten muy cómodas, esto gracias a la generosidad de Jacky, quien me ha prestado ropa y calzado para poder vestirme estos días. Por suerte, tenemos la misma talla en ropa, las sandalias si me quedan un poco chicas, pero ni modo.

Salgo de la habitación en busca de un lugar donde pueda beber algo, porque supongo que este lugar tiene algún bar abierto a esta hora.

El clima frio de la noche se hace sentir al instante en que pongo un pie fuera de la recepción, trato de calentarme un poco acurrucándome entre mis brazos mientras camino por el mismo sendero que sigue un grupo de personas que parecen estar alcoholizadas, de seguro me llevarán al tan deseado licor que estoy requiriendo beber. Avanzo tras estos desconocidos, con la briza de la noche soplando con rudeza sobre mi peinado y sobre las altas palmeras que abundan en el camino, avanzo sobre el sendero mientras cuento las veces que estas personas me buscan con la mirada luego de darse cuenta de que les estoy siguiendo. Por suerte mi vergüenza termina al llegar a un punto donde el sendero se convierte en una ye, los desconocidos doblan hacia la izquierda y yo me quedo paralizada al ver que el camino derecho del sendero conduce a algo que parece un mirador de playa, lo que me deja curiosa es que en ese lugar se encuentran Christopher y Jonnathan, ambos parecen estar charlando y bebiendo cerveza mientras permanecen recostados en el barandal del mirados. Así que, antes de que se percaten de mi presencia, decido salir del sendero y avanzar hacia ellos ocultándome entre las palmeras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.