Singledolls: la pareja perfecta

32. En la orilla de la playa

Una arrolladora briza costeña refresca los rostros abrazados de cada una de las personas que se encuentran en la playa, bajo el sol ardiente, se puede encontrar cuerpos de todas las medidas, vestidos de baños atrevidos y uno que otro más discreto. La playa carga un ambiente festivo y entretenido, unas cuantas unidades móviles alegran el evento haciendo sonar música urbana mientras un anfitrión anima y narra lo que acontece en la competencia, pues el que está compitiendo lo está haciendo muy bien, por tal razón algunos gritos alentadores se escuchan bajo el estruendo de la música y bajo el sonido que producen las olas al caer. Aquel surfista va sobre su tabla y tras él va levantando un rocío que luce como serpentina emperlada bajo los rayos del sol.

—¡Es un día esplendido! —Jacky exclama en un tono animado.

La trigueña levanta la basta de su blusa y la saca por encima de la cabeza, dejando expuesto el top de su vestido de baño con estampado abstracto color bambú, está amarrado entre los pechos y tras la nuca, le abulta sus senos resaltando aún más su perfecta figura. Luego desabrocha el botón de su short y lo saca bajo sus pies, es una morena de grandes caderas, imposible pasar desapercibida esta tarde de playa, imposible no captar la completa atención de su novio, quien no pestañea mientras la contempla sentado en el tronco que tengo frente a mí, Tobías está embobado viéndola, su expresión me provoca sonreírme.

Atrás de Jaqueline están Christopher y Jonnathan, quienes también se saca el t-shirt y dejan al descubierto sus pectorales, Jonnathan más fornido que Chris, ambos se quedan en boardshort y con sus pies descalzos sobre la arena. Es un verdadero deleite, como negarlo; incluso, las demás personas que visitan la playa tienen su atención puesta en nosotros, llamamos mucho la atención, como si se tratara de un grupo de modelos que están a punto de entrar en una sesión de fotos para un calendario de verano, atractivos y de excelentes cuerpos. Solo Tobías y yo nos dejamos la ropa puesta, Tobías por su timidez y yo porque no tengo pensado tomar sol con este pie lastimado.

Por cierto, acabo de notar que Tobías se sonríe al verme contemplar a los chicos… Maldición, me hace sentir avergonzada.

Tobías se saca los anteojos y los deja sobre los t-shirt que los chicos acaban de quitarse. Se restriega los ojos y se sonríe al descansar de tener que usarlo diariamente.

—Mi vida, ¿me ayudas a ponerme bloqueador? —Jacky pide a Tobías con cierta coquetería.

—¡Po-Por supuesto! —Tobías se levanta de su asiento e inmediatamente corre hacia donde está Jacky. Parece que no es tan cegato.

Tobías echa un poco de crema en sus manos y luego desliza con delicadeza sobre los hombros de la trigueña, el rostro sonrojado de Tobías y su sonrisa pícara demuestra lo mucho que lo está disfrutando.

—Tobías, ¿si ves sin anteojos? —le pregunta Chris. Yo igual me estaba preguntando lo mismo.

—Mas o menos. Ahora mismo estoy viendo doble.

—¡Oh, ya te entiendo! Eres un genio, amigo —Chris suelta un par de risas—. Nada como creer que estás acariciando dos pompis a la vez.

Todos nos echamos a reír; incluso Tobías entiende que es solo una broma y también se ríe. Él está feliz, nada puede amargarle el momento.

—Oye, Verito, ¿crees que puedas ayudarme a ponerme aceite en la espalda? —me pregunta Jonnathan.

—¿Qué? —me hago la desentendida, pues no creo que esté hablando en serio.

—Que me ayudes a ponerme aceite en la espalda, please —Jonnathan vuelve a repetir mientras agita la botella de aceite que tiene en sus manos.

«¿Está demente? Es solo ganas de fastidiarme, ¿verdad?... ¡Yo no hago esas cosas!».

Chris le arrebata la botella de la mano y, sonreído, le dice:

—Mucho trabajo para ella, mi amigo espaldón. Para poder cubrir toda tu espalda tendríamos que buscar un rodillo para pintar.

Todos vuelven a reírse de las burlas de Chris.

—¿Qué? ¿Acaso quieres hacerlo tú? —Jonnathan cuestiona bromeando en un tono seductor.

—Claro, papasito, sería todo un placer —Chris responde en el mismo tono.

Los chicos no demoran en ponerse el bloqueador mutuamente; en cambio, Tobías se toma su tiempo para untarle crema a la espalda de su novia, lentamente baja hasta los muslos, se queda en cuclillas y masajea la piel hasta que la crema penetre por completo. Y es que, a pesar de que es un cuerpo artificial, nos resulta placentero cada caricia, la sensibilidad es idéntica a la piel de un humano.

—Mierda, se me ha olvidado traer las toallas de baño —Jacky se queja mientras pasa su mano sobre su castaña cabellera.

Tobías deja lo que está haciendo y se levanta tras la espalda de su novia.

—No te preocupes, yo iré por ellas.

—¿Y si vamos los dos? —Jacky propone en voz baja.

—¡O-Ok! Solo déjame ponerme mis anteojos.

Los minutos pasan y los anteojos de Tobías no aparecen, deberían estar sobre los t-shirt de los chicos, pero no lo están, ni caídos ni guardado en la cartera que ha traído Jaqueline. Tobías no puede salir a caminar sin sus anteojos y Jacky ya empieza a desesperarse.

—Tobías, mientras buscas tus anteojos, yo iré a mojar mis pies a la orilla de la playa, ¿ok? —le dice Jaqueline.

—Ok, está bien.

Jaqueline agarra un sombrero de ala ancha y se lo pone para cubrirse mejor del sol. Trigueña espectacular. Envidia de muchas humanas que la ven caminar. Va bajo el sol como si no le preocupara los niveles de radiación que se alcanzan en estos tiempos, como si tuviese algún tipo de acuerdo con el sol para que solo a ella no le queme la piel. No llega a alcanzar la orilla de la playa, pues primero le llega un balón de voleibol frente a sus pies, no es casualidad ni coincidencia, son las claras intenciones de un grupo de chicos que buscan llegar a ella.

«Uy, amiga. ¡Que alguien la salve!».

Jonnathan detiene la búsqueda de los anteojos al notar lo que acontece con Jacky. Enseguida dice:




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