Capitulo Dos: El Despertador Humano.
Mike.
Solo falta una calle, Mike. Pensar eso es lo único que me consuela, solo falta una calle y llego a mi casa. Tengo la camisa tiesa, debido a que una niña rica vertió champagne sobre esta.
Al llegar a casa, saco las llaves de mi mochila y la introduzco en la cerradura, entro a la casa cerrando la puerta con seguro nuevamente. Me quito el abrigo y lo cuelgo sobre el perchero, volteo hacia la sala y observo a la persona que se encuentra sentada en el sofá.
— ¿Vienes solo? —pregunta Matt, uno de mis hermanos mayores.
—Sí, ellos se quedaron esperando a que finalice la fiesta—digo, dejando mi mochila en el sofá.
Camino hacia la cocina y comienzo a desabotonar la camisa sucia, para quitármela y meterla junto las demás cosas blancas. Les vierto detergente e inicio el proceso de lavado.
Espero que mamá no se dé cuenta que estoy lavando a esta hora.
Me ordenó lavar la ropa blanca en la mañana, pero con todo lo de la fiesta se me olvidó. De todas formas fue mucho mejor, ya que mañana tendré que ocupar la camisa que acabo de quitarme y no podría ocuparla si está sucia.
Regreso a la sala, con el torso desnudo, y me siento junto a mi hermano. El me lanza una mirada divertida por lo que le espeto:
— ¿Qué?
—Nada—dice, riendo por lo bajo.
Decido ignorar la pequeña risa de mi hermano, saco mi celular de la mochila y reviso los mensajes de mi grupo de amigos.
Al rato entra mamá a la casa, deja su abrigo sobre el perchero y se acerca a nosotros.
—Hola, mis amores—se acerca a nosotros y nos da un sonoro beso en la mejilla, a cada uno.
—Phillip está en su casa con Jackie—Matt empieza con el reporte nocturno—, los mellizos están bañados y acostados, Mila no se bañó porque quería que tú la bañaras y lloro hasta quedarse dormida y Allison se quedó dormida luego de que le diera su leche.
—Está bien, iré a ver a los pequeños—dice—, y luego iré a dormir.
Hace el amago de irse, pero un sonido la interrumpe, precisamente el sonido de la lavadora anunciando que es hora de colocar el suavizante.
Mierda.
— ¿No te mandé a que hicieras la colada, en la mañana? —se dirige hacia mí.
Enarca una de sus cejas y coloca sus brazos en forma de jarra.
—Lo lamento, lo olvide—susurro, apenado.
Papá entra a la casa, depositando las llaves del auto sobre la encimera.
—Hola—saluda con cansancio.
Asiento con la cabeza a modo de saludo. Vuelvo a mirar a mi madre, quien me repasa con la mirada frunciendo el ceño.
— ¿Cuándo te hiciste ese tatuaje? —pregunta, señalando mi torso desnudo.
Ahora entiendo la risita del idiota de mi hermano. Mamá no nos prohíbe hacernos tatuajes, pero no le gustan.
—Hace tres días—le doy una sonrisa nerviosa.
— ¡Estos hijos míos me mataran algún día! —exclama, con dramatismo.
Papá avanza hasta quedar junto a ella.
—Mike ya no es un niño, amor—dice papá, abrazando a mamá.
—Lo sé—musita mamá.
—Estamos cansados, por favor no hagan mucho ruido—pide papá.
—Mike, tendrás que usar la secadora que tanto te reusabas a utilizar—dice mamá—, y no te vayas a dormir hasta que se detenga la lavadora.
Maldigo internamente, sabiendo que mamá tiene razón. No puedo colgar la ropa a estas horas, no se secaría para mañana.
—Si mamá—digo.
Mis padres pasan a las habitaciones de mis hermanos, para darles un beso, y luego se van a la suya.
—Podrías haberme dicho lo del tatuaje—le espeto a Matt.
—No podías ocúltalo por siempre—dice entre risas.
Comienzo a darle pequeños golpecitos con mis manos en forma de puños, él lo único que hace es tratar de cubrirse y aguantar la risa para no despertar a los que duermen.
—Serás idiota—mascullo.
Dejo de golpearlo y me siento en el sofá, apoyando las piernas en la mesa de centro.
—Me iré a dormir, lástima que tengas que quedarte a esperar la lavadora—dice con burla.
—Muy gracioso—entrecierro mis ojos.
—Baja los pies de la mesa—dice, levantándose del sofá.
—Cada día te pareces más a mamá—me burlo.
Hace caso omiso a mi comentario y camina hacia nuestra habitación.
💙💚
Siento un peso caer sobre mí, como todas las mañanas, sabiendo que es hora de que me levante. Valerio, mi hermano menor, levanta de la cama y se vuelve a tirar sobre mí.
—Despertador humano, no es necesario que te abalances otra vez—digo con voz ronca.
Coloca una mano sobre mi boca, para evitar que hable. Asiento con la cabeza, dándole a entender que me quedare en silencio.
Tratando de no hacer ruido, me levanto de la cama. Me paso las manos por la cara, para despabilarme un poco.
—Mike, necesitamos tu ayuda—susurra Valerio, tomándome del brazo.
— ¿En qué? —pregunto devuelta, dejando que me guie afuera de la habitación.
—Shh—me calla—, no hables tan fuerte o despertaras a mamá y papá.
—Lo siento—susurro, igual que él.
—Queremos que nos ayudes a preparar un desayuno para ellos—pide mi hermano.
Entramos a la cocina donde esta Valeria, la melliza de Valerio, apoyada en la encimera.
— ¿Nos ayudaras? —me pregunta mi hermana.
Valerio, enfadado, la hace callar, como lleva haciéndomelo a mí desde que me despertó.
—Soy incapaz de decirles que no—sonrío.
—Manos a la obra—susurra Valentín.
Ellos hacen la mayoría de las cosas, diciendo que vieron una receta en internet, mientras que yo les ayudo con las cosas que se necesitan poner al fuego.
Colocamos todo en una bandeja, antes de ir a la habitación de nuestros padres, camino hacia la habitación de las más pequeñas de la casa, Mila y Allison. Vuelvo a la cocina con las peques, caminamos rodos juntos hacia el cuarto de mamá y papá, Valeria abre la puerta de la habitación dejando entrar a nuestras hermanas, para luego entrar ella con nosotros detrás.