Síntomas de mí

VI - Mi primer deseo.

- ¿Y cómo era el Oxiara? Cuéntame de él, descríbeme cada detalle, ¿cumplió todas tus expectativas? ¿era como lo imaginabas?, y si era imposible regresar de allá ¿cómo estás aquí?... no debiste ser digno de un lugar como ese, no sé ni cómo fue que pudiste ser digno de convertirte en mí. 

- La verdad es que nunca estuve allá, falló mi intento de alcanzarlo. 

- Jajajaja, me avergüenzo de ti, no sirves para nada, ni siquiera fuiste capaz de hacer algo tan simple como quitarte la vida. 

- Te equivocas, ¿quién te dijo que fallé?, pues no, solo que mi destino no fue el que yo esperaba. Cuando apenas había rastro alguno de vida en mí, me encontré en un lugar que en un principio pensé que era el deseado, pero no, bastaron instantes para darme cuenta de que no era el Oxiara. Nada parecido. 

- ¿Y dónde estabas entonces? 

- Lo reconocí enseguida, esa sensación que me atormentaba desde mi nacimiento, se materializaba a mi alrededor envolviéndome en completa oscuridad, y cuando sentí que se apoderaría de mí, surgió una voz que en tono posesivo dijo: Deja de temer, no lo hagas más, en vez de hacer eso deberías comenzar a aceptarme, por más que intentes deshacerte de mí, no podrás. No soy tu enemigo, pero tampoco lo contrario. Deja de evitarme, no lo hagas más y tan solo acéptame. No intentes de nuevo quitarte la vida porque será en vano, ella me pertenece. Hay algo que crece dentro de ti, algo que anhelo desesperadamente pero aun es un fruto verde al cual necesito dejar madurar, por eso no puedo permitir que mueras, aun no es tu momento de partir, aun no.  
Eso es lo único que recuerdo de mi flasheada muerte, que duró lo que dura una idea que jamás llegas a tener, muerte que me fue arrebatada de la manera más déspota posible. Esto solo me provocó más dudas. ¿Quién o qué evitó mi deceso? ¿a quién o a qué pertenecía esa voz? ¿qué era eso que me hacía tan especial maldecido para que no me permitiera morir? ¿a quién o a qué le podría yo importar tanto como para regresarme a la vida e impedir deshacerme de ella? 

- ¿Por qué te detienes?... cuéntame más. Quiero saber qué pasó. No es que me interese lo que cuentas, pero me entretiene tu desdicha. 

- ¿Qué crees que pasó? Lo que había hecho era la excusa perfecta para definirme como una persona incapaz de protegerse de sí misma, sumándole eso a lo diferente e incomprendido que era, solo podrían creer que era víctima de una sola cosa, el comienzo de una temprana y agresiva disfuncionalidad mental. Ya no era solo miedo a ese lugar o esa voz, sino a lo que le había escuchado decir. ¿Cómo era posible que mi propia vida no me perteneciera? No se lo podía permitir, ni siquiera me quería a mí, solo a eso que dentro de mí crecía. ¿Qué podría ser? No me quedó otra opción que intentarlo todo. 

- ¿Qué es todo? ¿buscaste a quién le pertenecía esa voz? ¿descubriste qué era lo que quería de ti? 

- No, Rojo, todo lo contrario. Dediqué unos cortos, pero eternos años de mi existencia, a deshacerme de mi vida, de varias formas intenté lograrlo. comencé a experimentar con pastillas, sin efecto alguno, las que solo dejaron un sabor amargo en mi boca, que intenté limpiar con exquisitos venenos, probé con todos los sabores y nada, estos solo me desorientaron mucho y me provocaban un sueño en el que podía estar consciente, era como estar en el limbo, podía andar dormido con los ojos abiertos, y cada vez que encontraba la oportunidad, cruzaba por las calles más transitadas que conocía, con mirada solo enfocada al frente, esperando que algún cuerpo en movimiento impactara en mí con la velocidad suficiente para despertarme, cuerpos a los que parecía gustarles verme andar dormido porque ninguno me impactó.  Abrumado por la pena que sentía de mí, cubrí totalmente mi rostro con una bolsa de plástico que cariñosamente se me impregnó en el rostro sin dejar opción para que cualquier entrometida porción de oxigeno interrumpiera el proceso haciéndome desmayar, debilitando la fuerza de la mano que fuertemente apretaba la bolsa que cubría mis penas impidiendo que me lograra asfixiar. Frustrado tras no tener éxito alguno, me decidí a hacer aquello que, sin saber hasta ese momento, sin razón alguna para mí, era lo que más temía: lavé mi cuerpo, lo limpié de todo aquello que lo hiciera pesado, para que, a la hora de colgarlo, no rompiera la rígida soga que lo sostendría. La verdad creo que no habría intentado esto último que hice si no hubiera sabido cuál sería su resultado: el mismo de siempre. ¿Por qué la muerte me habrá rechazado tanto? Quizás mi vida realmente no me pertenecía, y por eso no podía deshacerme de ella.  
Ya nadie quería un adicto a liberarse en casa, o como ellos llamaban a mis fallidos intentos de liberación, un adicto al suicidio. Todos esos que una vez me protegieron, ya no querían tener nada que ver conmigo, ¿cómo pudieron?, sé que no podían comprenderme, pero no los perdonaba por tomar esa decisión.  

- ¿Qué decidieron hacer contigo esos inútiles que no te supieron proteger? 

-Lo que a su entender era lo más lógico y correcto para mí, Internarme en una enorme casa llena de lujos y atenciones, en la cual, según ellos, vivían personas como yo, personas a las que llamaban especiales.  

- Debiste sentirte muy alegre en ese momento al saber que ya no estarías solo y te rodearías de personas como tú. Personas especiales por las que pudieras ser comprendido. 

- No, Rojo, esas personas no eran como yo, esas personas no eran especiales, esas personas estaban locas y yo no, y la casa, esa casa grande y lujosa llena de atenciones no era una casa sino una prisión de locos, un manicomio. ¿Cómo podría ser capaz de encontrar consuelo allí? ¿Cómo eran capaces de hacerme eso? ese lugar no era para mí, no era correcto ni justo lo que pretendían, yo jamás sobreviviría en un lugar así, estar en él sería mi fin. Había escuchado historias de lugares como ese cuando era un niño pequeño, historias de una mujer joven que una vez estuvo en un lugar como ese y aunque encontró el modo de salir de él, jamás volvió a ser la misma. Me encontraba completamente indefenso, sin nadie a quien acudir en busca de ayuda, todos aquellos a los que conocía eran los mismos retrógrados que querían encerrarme. No tuve más remedio que enfrentar mi mayor miedo, ese que era incluso más grande que terminar encerrado en un manicomio. Recordé lo que me había dicho aquella voz que, en mi casi conquistada muerte, me habló, aquella que me pedía que la aceptara, y lo hice. Regresé a ese baño donde una vez ella me impidió morir, ahí su recuerdo inundó mi mente. Me coloqué frente a un viejo y manchado espejo que apenas se sostenía por sí mismo en una oxidada puntilla clavada en la pared, y observándome detenidamente, traté de imaginar cómo podría contactar a la voz para hacerle saber que ya había decidido aceptarla por completo, para pedirle que me ayudara de cualquier forma posible, eran tantos mis deseos de evitar ese detestable lugar, que estaba dispuesto a pagarle el precio que ella quisiera. Pedirle que del mismo modo que no permitía mi muerte, tampoco permitiese mi encierro. Fue entonces cuando la escuché por segunda vez.                                                                                                        

- ¿Frente a un espejo? ¿Como nosotros, cuando nos pudimos entender por primera vez? 

-Exactamente, como nosotros, solo que a diferencia de como ocurrió contigo, no pude identificar a quién pertenecía esa voz, solo la podía escuchar dentro de mi cabeza, parecía uno más de mis pensamientos, uno reproducido en una frecuencia diferente a esa en la que yo me sintonizaba. Y pensé: “Conozco lo que deseas, lo tengo bien claro, lo tendrás. Pero primero recuerda siempre que no hay engaño cuando hay previo aviso. Hay un precio, ese mismo que estás dispuesto a pagar y esta, por ser tu primera vez, el precio será lo que quieras darme a cambio de esto que haré ¿Por qué no me das tus miedos? todos esos miedos que te impiden ser quien eres, nadie quiere temer y tú ya has temido lo suficiente, es hora de dejar de hacerlo. ¿me entregas tus miedos? ¡entrégame tus miedos!” 
“Hecho”, dije con firme tono, como cerrando un trato importante con todo el respeto merecido. Son tuyos, todos mis miedos te pertenecen íntegramente a ti, quien quiera que seas. Y apartando la mirada de mi reflejo, me encaminé a aceptar mi condena, dudaba mucho que con tan solo pensar con una voz que no era la mía, pudiese evitar mi destino. Apenas podía creerlo, no había explicación lógica, estaba pasando y no lo podía creer por más cierto que fuera. No sé cómo ni por qué a última hora decidieron cambiar de opinión y no internarme, no podía ser coincidencia lo que estaba ocurriendo; si eso pasó fue producto de lo sucedido en el baño, estaba seguro, y aún lo estuve más cuando fui incapaz de poder sentir miedo por lo próximo que pudiese pasar. Era ilógico haber podido evitar mi encierro con un simple pensamiento ajeno dentro de mi aturdida cabeza. Me era imposible encontrarle explicación alguna. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.