Síntomas de mí

XIV - Mi nececidad de Ev.

- ¿Y qué te hace pensar que no lo hice? ¿Qué te hace pensar que no fue a ella a quien elegí? ¿Por qué crees que esa fue la última historia que te permitiste escuchar? Esa joven es Ev. Justo cuando comenzaba a hablar del cambio que daría mi vida al conocerla, convirtiéndome en una nueva persona gracias a ella, interrumpiste haciéndote presente en la que sería tu primera revelación ante mí, de la manera más espantosa posible, ¡mi sombra se espantó tanto ante tu presencia que comenzó a correr antes que yo! Fuiste tú el único en impedirme hablar de la mujer a la que tanto odias, esa que ahora te parece que te agrada, ya no hablas de puro desprecio hacia ella, hasta comienzas a mostrar cierta simpatía. La impaciencia no es algo que te caracterice, sino también es algo que formó parte del proceso en que te creaste. 

- ¿Cómo te atreves a decir semejantes barbaridades?, solo me agradó porque no sabía quién era realmente. ¿Cómo pueden ser esas dos personas la misma? ¿Cómo puede ser esa de la que hablas, la misma que quiso deshacerse del que eras, cuando fuiste tú quien la liberó y más todavía después de disfrutar del placer de lo que había hecho junto a ti? 

- Eso mismo pensé yo hasta ser capaz de verlo desde un nuevo punto de vista que tú no me dejas explicar. 

- Pues ¿qué esperas? ¡adelante! ¡convénceme! Muéstrame ese punto de vista del que hablas, tienes todo el tiempo que te quieras permitir para logrármelo explicar. Convénceme de que fue justo y de verdad necesario, porque hasta ahora nada de lo que has dicho me ha hecho cambiar de opinión. 

- Como ya sabes, mi confusión fue enigmática, el simple hecho de aquella caricia eclipsó indiscutiblemente todo eso que me hacía ser quien era, una persona hueca, llena de odios y sin remordimientos, cuyo único objetivo era satisfacerse a sí mismo y sus necesidades, con lo que esto implicaba en el proceso mediante el sacrificio de ajenos. Había descubierto un nuevo recurso con el que alimentar mi ser, uno del cual nunca tuve el más mínimo conocimiento antes y por ende siempre ignoré. ¿Cómo imaginarme que podría sentirme tan cabal al ser aceptado por otra persona, sin siquiera habérselo pedido como de costumbre? 

- Creí oírte decir que no eras ingenuo. Solo lo hizo debido a la situación del momento, seguro fue la forma que encontró para agradecerte o puede que por temor a convertirse en tu próximo y más cercano objetivo porque desconocía tu modo de operar. Solo eso pudo ser, creo imposible el hecho de qué pudiera sentir por ti sin antes ser marcada, nunca antes nadie te quiso sin primero serlo.  

- Créeme, esa también era mi duda. Por una parte, era un nuevo recurso en bruto al cual desconocía cómo explotar o aprovecharme del que seguro me sería muy útil, y por la otra, le había dado mi palabra de hacerla libre. Marcándola solo la haría cambiar de dueño. Conmigo no estaría por obligación, pero de igual manera continuaría amarrada, solo que de una correa más extensa y cómoda. No me sentí con el derecho de hacerlo y solo me permití aprovechar esa amena sensación que me provocaba el estar en su cálida compañía por el periodo que esta durara. En su transcurso no pude evitar bajar mis defensas, abrirme por completo y decidí contarle quién era y cómo las quizás buenas o malas decisiones que tomé en el transcurso de mi vida, me condujeron hasta el sitio en el que estaba, a ser capaz de lograr eso de lo que sus ojos fueron los principales testigos, justo al lado de ella.  Cierto que le conté un poco más de lo que quizás debí, pero me sentí tan a gusto a su lado que le dejé saber cómo a duras penas y por cortos periodos, lograba rozar los casi legítimos bordes de la felicidad, sin éxito alguno, y cómo, sin más, desechaba a quienes me ayudaban en mi causa por obtener lo que tan añorado era para mí. Le hice entender la sensación que producía en mí, razón por la que debía apartarse lo más pronto posible, de continuar cerca no podría responsabilizarme por mis futuros actos que la convertirían en una más de mis conquistas, sirviendo solo de alimento a mi insaciable vacío… ¡Oh, pobre de ti!, me dijo mientras me emboscaba en un sincero y necesitado abrazo apretándome fuertemente a su angustiado pecho, y mientras lo hacía, lloró durante el mismo tiempo que ese abrazo duró. ¡Qué joven tan tonta! -pensé. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que le había dicho, del riesgo que corría al permanecer cerca de mí? Pues fue todo lo contrario, más que estar al tanto de quien yo creía ser, afirmaba comprenderme, a mí y a todo lo que había hecho. No solo me comprendió, también me aceptaba tal y como era, sin peros ni excusa alguna. Fue capaz de ver en mí lo que nadie más pudo. Mi inmensa incapacidad de amar, sufrir, temer o lograr que me amaran por libre y espontánea voluntad, sin la necesidad de forzar este sentimiento. No solo veía en mi interior a alguien que, parecido a ella, rogaba en silencio ser amado y comprendido, sino una persona amable, humilde y generosa, llena de buenas intenciones. Me dijo: “Solo permíteme ayudarte, no me necesitas marcar para que sea absolutamente tuya. Será mi intención, mi voluntad y mi deseo serlo.  Solo veo tu vida acompañada de tormentos y soledad, pero ahora, ahora me tienes a mí. Conmigo jamás volverás a sentirte solo, no eres tan malo como crees, no eres tú la causa de que seas así, mira lo que has hecho por mí después de todo y sin esperar nada a cambio” … Y como si sus palabras no fuesen suficiente prueba para mí, allí rodeados por los inhabitados cuerpos que habían sido cómplices y causa de sus torturas, me besó, provocando que reprimidas sensaciones, las que daba por seguro que ya no me pertenecían, estallaran fuertemente sin previo aviso una tras otra, a la vez que se iba fundiendo junto a mí. Para serte honesto, no era ni de lejos la primera vez que tenía sexo, pero sí la primera vez que experimentaría aquello a lo que llaman hacer el amor. Algo que era para mí tan desconocido como los misterios de otras culturas, algo completamente nuevo, como una lengua jamás escuchada. Rojo, después de tomar la decisión que me hizo convertirme en ti, mi único propósito era investir personas con las cuales alimentaba el colosal vacío que, sin detenerse, crecía dentro de mí, para que me permitiese recrear esas sensaciones que una vez fueron mías, que se asemejaban a los sentimientos que ya no podía experimentar. Es verdad que podía obtener todo lo deseado a cambio, pero no era lo que quería en verdad. Era el único camino que me habían mostrado, ¿cómo pensar que siendo yo el poseído los volvería a encontrar? ¡Vaya forma de hacerme el amor!, ni siquiera era dueño de mis actos, esos que se desarrollaban encima de aquella cama junto a ella, sin previa planificación. Esa salvaje bestia que dices que yo era, estaba siendo domada con puros antojos, fue como si cada una de las personas que la habían poseído, estuvieran ahora junto a ella en galante sincronía y me estuviesen poseyendo a mí, y cada vez que intentaba desprenderme de ese acto que recíprocamente ambos cometíamos, ella me lo impedía con agresiva acción sobre mí. Ya fuese con fuertes mordidas que placenteramente herían mi piel, o apasionados arañazos que me la desgarraban, los cuales le ofrecían un absoluto control sobre la situación y mi blandido cuerpo. Era yo quien estaba siendo usado por ella, y a pesar de saberlo, no era lo que realmente sentía. Más bien lo que sentía era liberación de todas esas ataduras que me obligaban a ser quien era. No era falso lo que estaba sintiendo, eso que tanto había buscado, de repente se impactó contra mí sin siquiera saber que lo tenía enfrente, impacto que arrasó con toda la idea o necesidad de volver a ser quien era. ¡Increíble!, todo lo soñado al fin a mi alcance, frente a mí, disfrutando mucho más del mismo placer que me acababa de entregar, simplemente porque ella así lo deseó. Pasé de estar perdido, a estar amando y siendo feliz sin tener que hacerle daño o hacerla sufrir, sin tener que darle cuentas a nadie y menos a ese vacío del que dejé de notar su presencia mientras la hice feliz. 

- Bravo, felicitaciones, mira cómo te recreó una enorme y falsa sonrisa llena de un hipócrita superficialismo, acompañada de una imitada expresión de alegría en todo mi rostro para hacerte creer que siento orgullo de ti. Entonces, si ya tenías lo que querías. ¿qué demonios haces aquí? 
 




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