Por fin llegó el día en que Javier pondría a la estación Alrisha patas arriba y destruiría la dictadura que la familia de Xian había instaurado en muchas estaciones espaciales del universo. NO tendría piedad con Xian ni con nadie que estuviera fielmente apegado a su mandato, y si tenía que aniquilar a todo ser humano de su bando, no dudaría en exterminar a los humanos terrestres; pues una lacra —todavía respirando— es capaz de volver a alzar el imperio científico que atacó a la especie tan pacífica y milenaria, a los Myllokunmingia, el pueblo de la reina Piscis.
Algo que Javier no sabía, era que —hace muchos siglos— varios hombres y mujeres habían hecho detonar esas estaciones espaciales y la única base operativa era la suya, Alrisha.
Ambos detuvieron el beso en el cristal que los dividía, juntaron las manos y Javier le confesó su amor. La pececita se puso colorada, dio unas piruetas, pegó su boquita en el cristal y le dijo que también lo amaba.
—Después nos vemos, va a ser violenta la salida —dijo Javier—. No temas, pero debes ser fuerte.
—Sí —dijo Piscis, asintiendo con la cabeza.
—Nos vemos más tarde, hermosa Piscis.
—Ten mucho cuidado, desde aquí no te puedo ayudar.
Desde las puertas de la sala de observación, Javier le lanzó un beso y le sonrió.
* * *
Siara no había captado ninguna anomalía en Javier, pero se le hizo raro que todo se repitiera cada día a través de las cámaras que monitoreaba. Quería sacarse la espinita de la credulidad, así que entró a la habitación de sistemas de cámaras de vigilancia, e indagando más en las máquinas de Observación de SIRE2123, halló varios discos viejos reproduciéndose. El botón REC estaba apagado y, por supuesto, la ranura de grabación no tenía objetos que almacenaran información. En definitiva, Javier había alterado la Sala de Vigilancia para tener privacidad con SIRE2123. Convencida del sabotaje, Siara le comunicó a la capitán Xian el incidente del xenobiólogo.
Los ojos rasgados de Xian se pusieron rojos y la furia acudió a su rostro.
—¡Ahora mismo ¿dónde se encuentra Javier Alcides?! —gritó Xian y golpeó una mesa con ambos puños.
Siara seguía los pasos de Javier por las cámaras y vio que él caminaba apresurado por el ala Sur del sector 6. De repente, detectó una interferencia en las cámaras y, en secuencia, todos los monitores de vigilancia de la estación se pusieron negros. Quiso hacer un comunicado por radio, pero no había tono. Revisó los sistemas de comunicación y se dio cuenta de que lo único operativo era el sistema eléctrico. Las armas láser de infantería tampoco servían, así que la mujer se lo comunicó a su capitán. Xian, enfurecida, pateó todas las pantallas y horrorizó al personal de vigilancia, quienes la miraron desde las esquinas de la habitación mientras temblaban.
—¡¡¡Quiero que informen a los marines que ataquen sin discreción a Javier Alcides!!! —ordenó Xian, fuera de sus casillas—. ¡Y me importa un culo si lo matan, porque quiero su malnacido cadáver! ¡También quiero que aniquilen a SIRE2123!
—Pero, capitán, ¿no se supone que ella nos daría la eterna juventud? —dijo un hombre bajito, blanco y cabezón.
Xian le lanzó un monitor hasta abrirle el cráneo y el tipo se desplomó en el piso formando un charco de sangre, huesos y sesos.
Los presentes se encogieron de hombros y temblaron.
—¡Si no quieren quedar como su compañero, más vale que no me contradigan y maten a SIRE2123!
A Xian ya no le importaba la vida eterna que pudiera proporcionarle SIRE2123. Que atentaran contra sus sistemas de vigilancia, que echaran por la borda el esfuerzo de su dinastía por más de un milenio, y perder al hombre que más le atraía (aunque a él no le importara compartir información ajena al trabajo) la hizo perder los estribos. Todas sus desgracias se las retribuyó a SIRE2123. Para tranquilizarse un poco, sacó una daga de su cinturón y, con una pericia casi imperceptible para el ojo no entrenado, decapitó a las mujeres más hermosas que habían dormido con todos los hombres de la estación.
No hubo objeción, pues nadie deseaba morir a manos de Xian. Sacaron unos silbatos dentro de una caja, los cuales pensaron que nunca utilizarían y corrieron por los pasillos de la estación, alertando al personal y a los marines para que se pusieran en marcha y usaran sus habilidades de combate contra Javier Alcides. Los hombres y mujeres de guerra salieron de sus habitaciones y se dispersaron para buscar al xenobiólogo. Pero los minutos pasaban… la media hora y la primera hora y nada que hallaban a Javier.
Xian entró a la habitación de SIRE2123 y no la vio en el acuario. Pensó que estaba oculta por una esquina del contenedor donde fuera difícil ver en ciertos ángulos. Se aproximó hacia el cristal y puso su mano en la superficie, pero se llevó un susto cuando la criatura de agua la intentó atacar del otro lado, desfigurando su rostro en la de una bestia con los dientes largos y curvos como las uñas de una bruja.
“¡No me vas a matar, maldita!”.
Xian escuchó el mensaje de SIRE2123 telepáticamente, pero no se dejó intimidar. Fue hacia un panel eléctrico en una pared; aprovechando la electricidad de la estación, bajó una palanca y en el agua del acuario se extendió una potente descarga eléctrica. SIRE2123 gritó y se retorció, y por momentos se vieron sus huesos, los mismos de un ser humano, ni uno más y ni uno menos. Pero no conforme con el sufrimiento de la criatura marina, Xian le subió el voltaje y con ello, su doloroso momento. Xian gozó la agonía en la cara de la pececita y subió la potencia eléctrica al máximo, mientras una pequeña risa salía de sus labios.
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Editado: 15.04.2024