Siren

Encuentro

-Vamos te echo una carrera; el primero en llegar a la última columna de palacio, gana. 

-¡Eso no vale! Ni has contado, tramposa. 

-No dije que lo fuera a hacer. 

Las risas de los gemelos retumbaban en el palacio, desde pequeños era ya costumbre verlos picarse por todo, siempre entre juegos. 

A su mayoría de edad tales actitudes no se opacaron para disgusto del rey.Pero justo y honorable, entendía que se divirtieran, mientras no olvidaran sus responsabilidades reales. 

Por tragedia del destino perdieron a sus progenitores, poco después de celebrar el cumpleaños número dieciocho.

 Ambos eran prácticamente idénticos; cabellos dorados y ondulados, ojos azules verdosos que competía con el océano que los rodeaban, tez pálida y tersa, perfecta en todos los aspectos. Lo más destacable y lo que los diferenciaba, no entre ellos pues eso era fácil de ver; eran sus colas. La de Aine brillaba cual diamantes cuando la luz solar incidía en ella, de color turquesa con matices azul marino, mientras que la de Aedus era esmeralda con tonos menta, que destellaba a la luz lunar. 

Cuidados por su tía, aprendieron a seguir los pasos de sus padres; aunque por el momento reinase su abuela, la cual los adoraba. No fueron los mejores modelos a seguir en cuanto a normas y protocolo, cualquier sirena o tritón sabía que debían tener cuidado si se los cruzaba pues podrían ser presa de sus bromas. 

Precisamente, fue su tía la que cortó la carrera que estaba teniendo lugar en el palacio, levantando grandes corrientes. 

-¡Chicos! Vuestra abuela os reclama. ¡Parad un poco! –les llamó, provocando que se detuvieran. Como siempre estaban bastante igualados; sus aletas no tenían rival, potentes y rápidas, permitía a sus dueños recorrer grandes distancias. 

-Tía Moira, ¿Qué es esta vez? ¿Catalogar más arenques; educar a los delfines o rescatar una ballena? –cuestionó burlón Aedus, mientras la abrazaba. 

-No le hagas caso tía, ahora vamos- Aine siempre controlaba a su gemelo.

 Ambos se encaminaron a la sala del trono juntos.

-Buenos días hijos, ¿otra carrera por el palacio? –les reprendió cariñosa la monarca. 

-Buenos días abuela, estaba a punto de ganar a mi querida hermana. 

-En tus sueños rubito. 

Comenzaron a picarse por quién llevaba la razón, hasta que fueron silenciados de nuevo por la matriarca. 

-No os hice llamar por eso. Han vuelto; los nefilim, requieren de nuestra ayuda, están en el lugar de encuentro. Debéis ir. 

-¿Por qué siempre nosotros, abuela? Hay más consejeros, que vayan ellos–protestó el rubio, pues la reunión no sólo suponía dejar de jugar, sino que les obligaba a recorrer el largo trayecto que separaba la ciudad de las sirenas, del punto acordado con el Consejo para que se tuvieran las reuniones con los residentes de Alacante. 

-Porque te lo ordeno yo como gobernante – le cortó directa su abuela- Te recuerdo que eres el príncipe de Atlante; como tal, has de comportarte y una de las funciones que tienes, es reunirte con ellos. 

-Pero son arrogantes y molestos. 

-Aedus basta. Es una orden, vayan sin demora y averigüen qué quieren los nefilim. –pidió sin dar oportunidad a negarse. 

-Iremos abuela, no te preocupes –intervino Aine, antes de que su hermano volviera hablar. 

-Y Aine... 

-¿Sí abuela? 

-Asegúrate de que tu hermano no rompa los acuerdos, no deseamos una pelea contra los nefilim. No ahora que hemos logrado representación en el consejo. 

-Eso haré abuela. 

Obediente Aine se llevó a su gemelo de la sala, poniéndose en marcha al lugar del encuentro, con la compañía de las constantes protestas de éste,las cuales ignoró, pues se las sabía de memoria. 

 

*************

 

-¿No podrían tener el acceso en tierra firme? No, ¡claro que no! mucho mejor en mar... -exagera con sarcasmo

 -Son seres acuáticos... 

-¿Y qué? Nosotros no. ¿Por qué siempre tenemos que acabar empapados? 

Las protestas del Shadowhunter llegaron a oídos del príncipe cuando salió del agua. La sala especial para reunirse con ellos estaba oculta por glamour, en una cueva. 

El acceso por el fondo marino permitía el acceso de los seres marinos,pero no evitaba que los nefilim tuvieran que bucear para acceder por ella;pues no había entrada terrestre, al quedar ésta fuera de los dominios de Alacante. 

-Pondremos el acceso por tierra cuando vosotros pongáis un santuario acuático en vuestros institutos, para que los nuestros puedan reclamar la ayuda sin tener que adoptar esta forma bípeda, tan humillante –respondió mordaz Aedus, al moreno que se escurría la camiseta, mostrando sus runas, entre ellas la de parabatai. 

Se acercó a ellos andando, pues al salir del agua, las colas se transforman en piernas; su desnudez estaba cubierta por una toga, acompañada de una capa del color de su cola. Aine, por su parte portaba un vestido con el color de su cola también. Ambos parecían dioses griegos a vista de los mundanos, para los nefilim eran seres que rivalizaban en belleza ante ellos. 

-Tenemos ropa seca –Aine, más amable, les señaló un armario donde se apreciaban prendas de diversos tamaños tanto para hombres como para mujeres. –Lo instalamos tras los acuerdos, serviros. 

-Gracias alteza... ¿lo ves Percival? deja de quejarte –le reprendió Ben.

 -¿Por qué siempre venís vosotros? ¿Dónde está el joven Herondale y la chica de las runas? Al menos alegraban más la vista –volvió atacar Aedus. 



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En el texto hay: shadowhunters, amor lgbt

Editado: 24.03.2021

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