Siren

Error y nuevos comienzos

Cuando llegó el turno de Percival para hacer guardia, el rubio volvió a subir a la superficie.

Cierto era que no podían permanecer demasiado tiempo sumergidos y quietos; su naturaleza estaba preparada para la vida del mar, donde o te mueves o pereces.

La figura de Aedus, estaba recostada en la orilla, donde el agua la cubría pero dejaba su cabeza fuera del alcance; a su lado Anie dormitaba, moviendo la cola.

-¿Te gusta lo que ves, nefilim? –la voz de Aedus, arrancó de su ensoñación a Percival, que se había quedado hipnotizado en los destellos que la luna arrancaba en la cola turquesa del rubio.

-…- tras carraspear, agradeció a la oscuridad que ocultaba el hecho de que su rostro había enrojecido, mas si era visible para la vista de depredador del ser acuático- No sé a qué te refieres.

-Te has pasado casi media hora mirando mi cola –expuso pícaro- Deduzco que te gusta.

-No te des tantos aires, rubito. No eres mi tipo -mintió.

-Puedes negar lo que quieras, pero si de algo entendemos los subterráneos es del deseo…

-No sabes nada de mí. Jamás me fijaría en un ser como tú, todos los de tu clase sois iguales. Unos tramposos –pronunció Percival, siendo todo lo cruel que podía; por mucho que le gustase, no estaba dispuesto a ser el juguete del tritón.

Las palabras golpearon al rubio como olas contra las rocas en un temporal, su sonrisa se borró de su rostro, reemplazandola por la ira. Bufando cual gato, se introdujo dolido en las aguas. Aine, que les había oído, siguió a su hermano.

-Te felicito, parabatai- la voz de Benedict soltaba ácido- No podías haber herido más al pobre chico. Te mereces el dolor que estás sintiendo ahora mismo.

Ben se metió de nuevo en la tienda, dejando al moreno lamentando sus palabras; no sólo había mentido al tritón, se había mentido a sí mismo y ahora pagaba las consecuencias de semejante acción. Pues su corazón se rompió al ver la decepción, rencor y dolor en el rostro que adoraba.

La mañana no trajo un nuevo día, todos evitaban hablar y hablarse, simplemente compartieron un rápido desayuno retomando la marcha. Percival se adelantó enfurecido al paso de todos, mientras que Ben se quedó con los príncipes, para ayudarles pues les costaba dominar el paso sobre dos piernas y el camino empedrado no ayudaba.

-Siento las palabras de mi parabatai, la guerra… perdió a alguien importante, está dolido –se excusó Ben.

-No eres tú quien debe disculpas, nefilim, pero mejor es saber la verdad a tiempo…- Aedus patea una roca, magullándose los dedos, pues las sandalias que portaba no ofrecían mucha protección.- ¡Joder!

-¡Alteza! –se preocupó el nefilim, pero Aedus le apartó molesto, adelantando el paso y dejándole solo con Aine.

-Nos conocemos desde hace un par de años, vienes a vernos con tu parabatai a la cala, y aun así sigues tratándonos de usted…-comentó tímida Aine, cuando el silencio empezó a ser ridículo.

-Es como nos enseñaron a tratar con el submundo, majestad…

-Aine, llámame Aine; sólo soy princesa, la reina es mi abuela, Benedict –la sonrisa de la chica era una obra de arte para el hombre, que sintió una corriente eléctrica recorrer su mano cuando tomó la suya para ayudarle a subir un empedrado complicado.

-Aine, "pequeño fuego" bonito nombre e irónico, para ser una criatura acuática…perdón –Ben se ruborizó con la equivocación- Una hija del mar.

-Nuestra madre tenía sentido del humor y la abuela siempre dice que parecemos un incendio en el castillo, sobre todo cuando hacemos travesuras. Gracias –le complacía la presencia del nefilim, que siempre le ayudaba con el paso.

-¿Por qué habéis venido vosotros? – cuestionó- No me malinterpretes, doy gracias de vuestra ayuda. Pero sois los príncipes, tendréis que reinar, porqué arriesgarse a venir a ayudarnos…

-La abuela confía en nosotros; y en que es lo mejor para nuestro pueblo. Además de que también somos los únicos que os conocemos, los que más dispuestos estamos a relacionarnos con los nefilim –fue su turno de ruborizarse, agachando la cabeza.

El movimiento provocó que el cabello tapara su cara y Benedict reaccionó antes de pensar, pasando el mechón rebelde tras la oreja de la chica, rozando su mejilla.

-¿No nos tenéis miedo?

-No…sabemos que no nos haríais nada. Pero debes comprender que llevamos milenios sin saber nada de los nefilim. No entrábamos dentro de los Acuerdos, ni siquiera supusimos nada cuando los vuestros se revelaron por primera vez a manos de Morgenstern…

-El Círculo…-suspiró Benedict.

-Hasta que su hijo no se alzó e intentó eliminar cualquier rastro de vida indigna para él, no reparasteis en nosotros. No os culpamos, tampoco quisimos nada de los nefilim. Pero está bien unir fuerzas, más en estos tiempos con la reina Seelie tramando algún plan malévolo. –expuso Aine, tomando la mano que Ben aún no había apartado de su rostro.

Sus palabras despertaron al guerrero cual jarro de agua fría.

-¿La reina Seelie está tramando algo? ¿Qué sabes de eso?

-No sabemos gran cosa, lo siento, no debí mencionar eso. Sólo que no está conforme con los nuevos Acuerdos…

-Ayudó a Sebastian Morgenstern a casi destruirnos…- pronunció alterado Ben, comenzando una diatriba sobre la maldad de la reina.

-Benedict, no soy ella, cálmate –Aine, detuvo el paso apoyando la mano sobre el pecho del Shadowhunter, que detuvo su discurso furioso. Durante minutos sólo existieron ellos dos; ni guerras, ni peleas entre su hermano y parabatai, copas mortales o cortes Seelie. Sólo existían los ojos del contrario, contrastes de azules intensos, que invitaban a sumergirse en ellos como aguas cristalinas de playas paradisíacas.



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En el texto hay: shadowhunters, amor lgbt

Editado: 24.03.2021

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