El camino final hacia el lago, transcurrió de mejor humor, con las parejas dedicándose carantoñas y ayudándose mutuamente.
Al llegar al lago, los gemelos se introdujeron en las aguas, hasta hallar la nueva copa. Se aseguraron que estuvieran secos antes de reunirse con los nefilim, para no dañarles.
Los shadowhunters guardaron con cuidado la copa, su futuro dependía de ello y no podían fallar.
Sonrieron a los príncipes. No podían creer que tras todo lo vivido, había concluido la misión; les salvaba que debían regresar de vuelta al punto de partida.
Ninguno tocó ese tema, mientras se sentaban a descansar y tomar un ligero almuerzo, se sentía el peso de la verdad sobre ellos.
-Podríamos fugarnos -sugirió Ben, rompiendo el silencio.
-No digas tonterías Benedict, sabes que no podemos ni pensar en eso; los hermanos silenciosos nos darían caza antes de que siquiera pudiéramos organizarnos. -contradijo Percival, malhumorado de nuevo, mientras acariciaba los cabellos de su sireno.
-La madre de Clarie, lo hizo durante años…
-Ella era una mujer maltratada por Valentine, el Consejo no supo ayudarle, le debían eso. Por esa razón pudo escapar. -volvió a corregir el azabache- Además ellos que harán, ¿dejar el trono?
-No me parece mal plan…
-¡Aedus! -lo reprendió de inmediato la rubia, quién estaba sentada sobre el regazo del nefilim- Sabes que la abuela y nuestro pueblo cuentan con nosotros. Por mucho que nos pese, no podemos dejar de lado nuestras responsabilidades.
-¡Pero yo deseo estar con Percival! Tantos años diciendo que no me oculte y ahora que estamos juntos, nos separan.
Expuso la realidad a la que se enfrentan, dejando un pesado silencio sobre los cuatro.
-Siempre podemos vernos en la cala, no sería un adiós y los nefilim tenéis días libres ¿no es así? -preguntó esperanzada mirando a su ahora novio.
-Si, algunos tenemos, pero no sería lo mismo que si nos vamos.
-Olvida eso, no dejaremos de lado a nuestros respectivos pueblos. Somos adultos, tenemos responsabilidades, debemos cumplir. Por el ángel, deja ya ese tema, aún tenemos unos días de vuelta.
Percival dio por zanjada la conversación, sintiendo una opresión en su pecho, la cual no se quitó hasta que su rubio masajeó esa zona y besó sus labios
-Te saldrán arrugas si frunces tanto el ceño, mi nefilim gruñón. - susurró contra sus labios.
Finalmente decidieron acampar en ese lugar tras informar a la clave que, por salud de los príncipes marinos, era lo mejor.
No era del todo mentira, pues Aine necesitaba volver al agua y Ben de nuevo se sentó a la orilla; el contacto con el agua no era perjudicial en sí con un par de iratze, el problema era cuando se tragaba esa agua, por lo que no se sumergió para evitar riesgos.
Por su parte Aedus y Percival se abrazaban casi fundidos, en la tienda de campaña de éste último. No decían nada, sus cuerpos hablaban por ellos, las caricias que se daban, decían todo el amor que se procesaban. Cada beso, era una disculpa del tiempo perdido.