Siren

Amor

Al amanecer, no podían alargar más el quedarse acampando, y recogieron para comenzar la caminata de vuelta.

Tomados de las manos, ambas parejas recorrían el terreno, descubriendo que el amor todo lo cambiaba pues el mismo paisaje, ahora parecía más bello; tal vez se debía a que se demoraban más, que a la ida, con tal de no separarse.

Habían completado la mitad del camino, tardando el doble de días, estaban demorando en exceso, pero ninguno propuso hacer algo al respeto. Los gemelos, se encontraban en el agua, recuperando las fuerzas, pues ese día había despuntado un sol demasiado caluroso.

-Enana, no creo que sea seguro.

-La verdad me da igual lo que pienses, quiero hacerlo y lo haré, sabes que puede ser nuestra única oportunidad. No niegues que tu también lo deseas- replicó cortante, llevaban más de diez minutos con aquella conversación -Además puedo estar una noche sin entrar al agua.

-Tener sexo cansa, Aine, tu resistencia…en tierra..

-No te estoy pidiendo permiso, sólo te aviso que esta noche me reuniré con Ben, te guste o no. Además no soy una inocente niña, sé que cansa. Y no te hagas el listo conmigo, no sabes si es diferente que en el mar, no es como si lo hubieras echo en tierra, ¿verdad?

-Sabes que no -refunfuñó molesto y preocupado- Prométeme que al acabar irás al agua.

-Claro... no hay nada más romántico que en cuanto terminemos, huir al agua. Piensa un poco. Tampoco lo haré en el agua, él no tiene cola y no creo que sea erótico tirarte a un medio pez

-Si piensa eso no te merece. Pero tienes razón -claudicó al ver su rostro -Nuestra anatomía no es igual -movió su cola, no, definitivamente sería imposible hacerlo en el agua.

Con ese plan en mente, convencieron a sus parejas para no seguir caminando ese día. Para su suerte, habían comenzado a armar las tiendas separadas, pero esa noche los gemelos se las arreglaron para que se separasen aún más.

Tras la cena, los nefilim comenzaron a recoger, dispuestos a llevar su ritual de guardia y custodia de los príncipes. Pero, se detuvieron al ver que salían del agua y no entraban de nuevo para descansar.

-¿Va todo bien?- preguntó Percival, mirando a los gemelos.

-Todo muy bien, esta noche no hagas guardia. -susurró melosa al oído de Ben.

-Pero puede atacarnos algún demonio.

-Yo haré guardia con Percival, Benedict -intervino el rubio, sorprendiendo a ambos cazadores.

-No es lo correcto, tenemos normas- replicó el azabache, apegado al manual.

-Romperlas por una vez -exigió la rubia, mirando con suplica a su pareja. Éste asintió y comunicó sin palabras a su parabatai, que la decisión estaba tomada.

-No me llores cuando te castigue el Consejo. -advirtió, pero bien sabía que no iba a decir una palabra fuera de ahí.

La sirena no perdió tiempo en tomar la mano de su pareja y llevarle a su tienda, agradeciendo a su hermano en silencio. Una vez dentro, cerró la cremallera para dar intimidad.

-Deduzco que no vamos a dormir – comentó tontamente, viendo que ella negaba y le miraba con lujuria.

-¿Acaso sacaste el palito corto? -preguntó Percival mirando a la tienda contraria, no había que ser un lince para saber lo que pasaría ahí dentro.

-¿El qué?

-Es una expresión mundana, significa que perdiste en el sorteo, ellos tendrán relaciones y nosotros montaremos guardia.

- ¿Celoso? Porque te recuerdo que hablas de mi hermana- replicó molesto por el comentario, pues era totalmente cierto e injusto eso.

-Haré el primer turno. Puedes dormir en mi tienda si quieres, o ir al agua, te iré a avisar para dar el relevo.

Comentó terminando de recoger la cena. Se sentó en un tocón próximo para controlar los alrededores.

-No quiero ir a dormir, no sabiendo lo que hará…-de la cabaña empezó a salir pequeños gemidos de placer, haciendo que el rubio tuviera que corregir sus palabras- ... Lo que hace mi hermana.

-Por el ángel. ¡Benedict, pon la maldita runa de silencio, maldita sea, no quiero oírte practicar sexo! -les gritó haciendo silenciar las voces, supo que lo había hecho caso al ver la runa brillar tenuemente en la tela, y que a pesar del ligero meneo, no se oía nada. -Pues si no quieres dormir, ¿qué harás?

Su tono de voz salió algo más brusco de lo que hubiera deseado, y se dio cuenta al ver la mueca del contrario.

-Pensaba organizar nuestra propia velada, pero no importa, déjalo. No estás de humor, eso está claro.

Giró para volver al agua, cuando los brazos del contrario lo detuvieron, haciendo que girase para mirarle.

-Perdona, Aedus. No quise ofenderte, me parece mal que Ben se salte el reglamento para echar un polvo.

-Sigues hablando de mi hermana.

-Y nosotros no podemos, por tener que vigilar -concluyó como si no hubiera sido cortado por sus palabras.

Éstas hicieron que el rubio sonriera y acortase la distancia. Inició un beso que no dio lugar a réplicas, pues su mordaz lengua, no solo era buena en palabras.

-No podemos… alguien debe vigilar..- articuló el azabache, con palabras entrecortadas por el beso

-En ninguno de estos días, nada nos ha atacado, y nadie sabe que tenemos eso -señaló a la copa, oculta en la mochila- No se lo diremos a nadie, y tu cuerpo no dice lo mismo que tu boca -rozó sus caderas, donde claramente detonaba una erección.

No necesitó de muchos argumentos para convencerle de entrar en su tienda. Esa noche la luna fue testigo de cómo ambas parejas se entregan a la carnal pasión de sus cuerpos.



#15819 en Fantasía
#33777 en Novela romántica

En el texto hay: shadowhunters, amor lgbt

Editado: 24.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.