Confines del sistema solar, nube de Oort. Sobre el plano del cinturón de Kuiper, y en su límite externo, un gran contingente de naves convocadas por la Alianza de Especies mediante un contrato abierto contribuían en el proceso de bioformación de un planeta aún sin nombre, otrora muerto.
Siendo de un tamaño algo menor que la Tierra, se buscaba generar un mundo similar a lo que sería esta en su región ecuatorial, apto para un amplio rango de vida animal.
La tarea había comenzado hacía décadas ya, con la ecoformación del mismo. Este mundo contaba con una rica presencia de vida vegetal, bien diseminada, lo que había generado una atmósfera respirable.
El proyecto se encontraba en su etapa final, la cual era la creación de una vasta superficie, mayormente de tipo acuático, con la existencia de apenas unas islas, no muy grandes, y distribuidas en archipiélagos del tamaño de pequeños continentes; para ello era necesario incrementar la masa líquida de su superficie en un 10% más aún.
Con ese objetivo unas 1 000 naves traerían, cada una, 10 000 000 de metros cúbicos de agua obtenida de asteroides y cometas, mismos que serían acercados hasta la órbita del planeta, donde se procedería a reducirlos a miles de pequeños pedazos, para luego precipitarlos en su atmósfera, desde donde terminarían cayendo, por el natural efecto de la gravedad, como inocuos meteoritos, mismos que se desintegrarían durante el ingreso.
El Cisne Negro era una de esas naves...
—Cargas listas y apuntando —dijo Nova haciendo los cálculos finales— y... ¡fuego!
Tres cargas espaciales detonaron entonces de manera controlada y preprogramada en puntos específicos alrededor de un conjunto de asteroides compuestos en un 99% de hielo, mismos que continuaban así con una ruta directa hacia el planeta.
—Bien, estoy calculando la desviación... Las siguientes cargas serán necesarias en unas tres horas, estimativamente —informó Spica.
—¡Esto es muuuy aburrido! —se quejó Nova.
—Creí que te gustaba disparar armas —señaló Spica.
—Y me gusta, pero cuando hay alguna clase de desafío involucrado, un poco de peligro, donde pueda sentir la adrenalina corriendo por mis venas... Esto es simplemente dispararle a unos enormes témpanos de hielo que flotan por el espacio lentamente. Es... ¡aburrido!
—Personalmente yo nunca me quejo de un trabajo que sea simple y seguro —dijo Rigel—. Nos pagan muy bien, ayudamos a hacer un planeta que será habitado por millones de seres en el futuro... y hasta podemos dormir a mitad de la misión cuanto queramos.
Esto es mejor aún que unas vacaciones —agregó reclinándose en su silla de capitán, al tiempo que cerraba los ojos y llevaba sus manos detrás de la nuca.
Nova advirtió una posible doble intención en las palabras de Rigel, así que, preventivamente, en tono firme le aclaró:
—¡Ni por un segundo pienses que esto es una especie de reemplazo de las vacaciones que te vengo pidiendo, Rigel!
—Bueno, bueno. Cuando terminemos este contrato ya veremos.
—Sí, claro... promesas y más promesas. Eso lo dijiste ya varias veces, y mi paciencia se va agotando. ¡Quiero mis vacaciones y las quiero pronto!, o tendrás un motín con el que lidiar, estás advertido —enfatizó levantando su dedo índice.
Rigel no le contestó, solo sonrió confiando en que ella nunca haría algo tan drástico, como sublevarse.
Pasaron así varias horas, en las que el monótono proceso se repitió sin ningún tipo de sobresaltos ni problemas...
—El objetivo final ya se encuentra en rango —advirtió Spica—, el campo gravitacional del planeta hará el resto desde ahora.
—Desplegando entonces cargas para reducción a escombros —agregó Nova, al tiempo que lanzaba hacia el conjunto una serie de explosivos asegurados, mismos que detonaría apenas pocos segundos después.
Todo listo y explosión en 3... 2... 1...
—¡¡Espera un momento, Nova!! —exclamó de manera inesperada Spica—. Detecto un grupo de pequeñas naves ingresando en la zona...
—Adviérteles que se alejen, diles que están en peligro —le ordenó Rigel.
—Eso estoy haciendo, pero no responden, ni siquiera reaccionan; y no puedo identificarlas, parecen ser de una especie ajena a la Alianza.
Creo que es altamente probable que no entiendan el mensaje.
—No podemos detonar las cargas así...
¿De cuánto tiempo disponemos antes de que los fragmentos enteros ingresen en la atmósfera, Spica?
—Los primeros trozos comenzarán a entrar en quince minutos, aproximadamente... y si no los reducimos provocarán un auténtico desastre en la superficie; el cual será tan grande que afectará a un hemisferio entero.
—Bien. Nova, ¿buscabas un desafío?, te daré uno ahora: quiero que les hagas disparos de advertencia a esas naves para que se alejen —le ordenó Rigel.
—Vamos a tener que estar más cerca entonces, hasta meternos entre el conjunto de asteroides —aclaró ella.
—Maniobraré entre ellos, creo que puedo hacerlo con relativa seguridad —agregó Spica mientras procedía a acercarse—. De más está decir que no le des a ninguna de las cargas o volaremos todos en pedazos.
Así, el Cisne Negro se adentró en la peligrosa e inestable nube de rocas de hielo, y Nova se preparó para abrir fuego... sin embargo, las extrañas naves dispararon primero:
—¡¡Alerta!! Inicia maniobras evasivas, Spica. ¡Sácanos de aquí ya mismo! —exclamó Rigel.
—No es necesario... no nos están atacando a nosotros. Lo hacen con uno de los asteroides —le aclaró ella.
Las ágiles naves giraban en torno a uno de los cometas, como si fueran un enjambre de insectos, al tiempo que le disparaban desde todos los ángulos, reduciéndolo de tamaño de una manera muy cuidadosa.
—Pero ¿qué rayos se supone que están haciendo? —preguntó Rigel, y pocos segundos después Spica le respondió:
—En el núcleo del cometa hay algo... Lo pondré en la pantalla principal con máxima ampliación.
Un par de segundos después, todos en el puente de la nave vieron de que se trataba. En el núcleo de aquel antiguo bloque de agua espacial, congelada desde hacía eones, había un cuerpo desarrollado, era un organismo adulto, un ser de aspecto semiantropomórfico, mismo que se encontraba en posición fetal, tal y como está un niño dentro de un útero materno.
—Se ve borroso por la capa de hielo que aún queda rodeándolo, pero se trata de un alien; no alcanzo a reconocer la especie... ¿Estará vivo acaso? —se preguntó Nova.
La situación se había complicado bastante ya, sin embargo esto empeoraría aún más... mucho más:
—Otra nave acaba de aparecer, esta es enorme —dijo Spica—; y no les va a gustar saber de cual se trata... es la Caribdis.
—¡Esos malditos piratas nuevamente! —exclamó Nova.
Se estableció entonces un statu quo, en el que cada parte continuó con lo que estaba haciendo...
Rigel meditó la situación por un instante, y dijo:
—¿Será posible que esas naves estén reduciendo el bloque de hielo para poder ingresarlo en la bodega de los piratas? ¿Estarán trabajando en conjunto?
—De hecho, la Caribdis se encuentra ya con su bodega frontal abierta; con ella que suele engullir, por así decirlo, a las naves de menor porte... Ciertamente, ese bloque de hielo ya le cabría dentro —informó Spica; justo en ese momento, las pequeñas naves cesaron su ataque y los piratas comenzaron su acercamiento para proceder con la maniobra de captura.
—Se trata de un secuestro —dijo Nova—. ¿No lo vamos a permitir, o sí?
—Por supuesto que no —le contestó Rigel—... Nova, quiero que prepares una activación parcial de las cargas de demolición que ya se encuentran desplegadas, y que detones solo las que están rodeando a la Caribdis.
Así, apenas segundos después, varias explosiones controladas redujeron algunos de los grandes bloques de hielo a fragmentos más pequeños, los cuales salieron disparados en todas direcciones, esto sorprendió a la nave pirata, la cual se vio obligada a abortar su objetivo y desviarse.
Sin embargo, en la caótica jugada, el bloque hielo con la forma de vida alienígena dentro fue impulsada hacia la atmósfera...
—¡Oh, no!, surgió un problema —exclamó Spica—. El fragmento con el alien congelado está ingresando... y no creo que con la pequeña capa de hielo que aún lo recubre logre sobrevivir. Si es que está vivo, se incinerará, seguramente.
—¡¡Vamos tras él, rápido!! —dijo Rigel transfiriendo el control de navegación a su silla de mando.
De ese modo, el Cisne Negro se adentro en la atmósfera, en lo que ahora era un peligroso intento de rescate... de dudoso resultado.
El pequeño óvulo congelado empezó a calentarse y, cual cometa, desplegó una larga cola de vapor, a medida que se deshacía con gran velocidad.
—¿En qué estás pensando, Rigel? No podemos ingresar con este ángulo, ¡nos incineraremos! —le advirtió Nova al tiempo que la nave comenzaba a vibrar, y su casco se calentaba rápidamente por la fricción del desesperado ingreso.
—Haremos lo que la Caribdis pretendía hacer, lo cargaremos a bordo —le respondió su capitán.
—¿Sí, y cómo lo harás? ¡No entra! es muy grande para nosotros.
—No lo será tanto dentro de unos segundos... cuando comience a quemarse por la fricción atmosférica durante el ingreso, se reducirá.
Spica, pon en pantalla el volumen de la masa de hielo que estamos persiguiendo y la capacidad máxima de nuestra bodega.
De inmediato, aparecieron en la pantalla del puente los datos requeridos por Rigel, Spica agregó, además, la temperatura del casco de la nave, la cual se incrementaba a una velocidad aterradora.
—Vamos, vamos... —decía Rigel entre dientes de manera nerviosa.
Las atentas miradas de los tres tripulantes solo se enfocaban en los indicadores, la persecución se llevaba a cabo dentro de la cola de aquel cometa y la imagen en pantalla era solo de un denso vapor.
Así, de a poco, el bloque de hielo se fue haciendo cada vez menor, acercándose a lo que la bodega de la nave podía cargar; sin embargo, la temperatura del casco del Cisne Negro ya había alcanzado su límite máximo de tolerancia.
—Ya casi tiene el tamaño adecuado —destacó Spica.
—No podemos continuar más —dijo Rigel—, es ahora o nunca.
Fue así que abrió la bahía de carga frontal de la nave y avanzó, casi a ciegas, sobre su objetivo.
Repentinamente, se sintió el impacto contra la forma irregular de hielo, la cual ingresó con violencia, de una manera brusca, y se adaptó a su nuevo contenedor.
De inmediato, Rigel cerró la compuerta de la nave y se elevó para abandonar la atmósfera...
La temperatura del casco descendió a sus parámetros normales en apenas segundos, y Rigel le devolvió el timón a Spica.
—Eso estuvo demasiado cerca para mi gusto —dijo Nova.
—Pero aún no podemos festejar —le aclaró Spica—. La Caribdis viene por nosotros ahora, y casi no hay potencia en los motores, creo que se dañaron en el final de la maniobra... apenas logro mover la nave. No podremos escapar así a espacio abierto, va a devorarnos.
A pesar de ello, Rigel no estaba dispuesto a entregarse:
—Nova, estamos aún dentro del rango de explosión del resto de las cargas que íbamos a activar.
—Afortunadamente, ya no... sin embargo, nos encontramos entre los bloques de hielo y el planeta, y, si las detonamos estando aquí, los fragmentos se precipitarán contra nosotros, nos destruirán y caeremos junto con ellos como unos escombros más.
—Eso lo veremos —dijo Rigel; Nova, desde su puesto de artillera, giró para mirarlo con su rostro desencajado.
—Confía en mí, Nova... Hasta ahora nunca nos maté, ¿verdad? —le dijo él, con humor negro, al ver su expresión.
—La Caribdis nos contacta —advirtió Spica al tiempo que volteaba hacia Rigel, este le asintió con su cabeza, indicándole así que abriera un canal de comunicación, la imagen de Deimos apareció entonces en la pantalla principal del puente:
—¡Rigel, que grata sorpresa encontrarte nuevamente! De haberlo sabido habría aceptado este contrato de manera gratuita; el tener la oportunidad de poder vengarme de ti es una paga más que apetecible para mí.
—Me imaginaba que no habías muerto en la despresurización de aquel carguero, Deimos... Nunca tengo tanta suerte.
—Es muy cierto lo que dices, y el quedar con tu nave prácticamente varada y a mi merced, es una contundente prueba de ello.
No tienes idea lo que tengo preparado para ti y tu bella tripulación para cuando estén a bordo de mi nave. Esas dos hermosuras serán una gran diversión para mis hombres.
—¿Sí?... y tú no tienes ni idea de la sorpresa que tengo reservada para ti —le contestó Rigel—.
¡Detona las cargas, Nova... Ahora! —ordenó a su artillera, quien, de inmediato, quitó los seguros e hizo explotar todo el remanente de las cargas de demolición ya desplegadas, estas generaron una lluvia de fragmentos de hielo de todos los tamaños, mismos que impactaron contra la nave pirata desde atrás.
De es modo, la Caribdis recibió todo el daño y le sirvió de escudo parcial al Cisne Negro, que resultó ileso; sin embargo, con la onda expansiva, ambas naves se precipitaron en la atmósfera del planeta, casi sin control alguno.
—¡¡Estabiliza la nave, Spica!! —le gritó Rigel, al tiempo que ella hacía todo lo posible por lograrlo.
El descenso fue vertiginoso.
Desde la superficie de aquel mundo, todo el drama orbital se veía como una hermosa lluvia de meteoritos...
Ambas naves terminaron finalmente impactando en la líquida superficie, y quedaron flotando a la deriva en un océano sin nombre.