Sirena de otro mundo (serie "Delta 3", nº 5)

Génesis...

Horas después, Rigel despertó, se encontraba en la enfermería de la nave, en la camilla contigua, junto a él, estaba Nova todavía inconsciente, de Spica no había rastros...
—¡Nova!... ¡¡Nova!! ¡¿Estás bien?! —le preguntó, al tiempo que se sentaba en el borde de su cama.
—Si, al menos eso creo —le contestó ella con voz quejumbrosa, y se incorporó sujetando su cabeza—. Lo último que recuerdo es la nave girando para todos lados. Seguro que nos estrellamos.
—Al menos estamos vivos... y sin nada roto, Spica debe habernos traído hasta aquí.
—Y nos encontramos flotando, a juzgar por el ruido de agua que hay afuera y por como se mece la nave...
Rigel se aproximó hacia las translúcidas ventanas del cuarto y presionando su interruptor las despolarizó, volviéndolas transparentes: ante sus ojos se desplegaba ahora un mar infinito, similar a los grandes océanos de la Tierra, con un sol matinal que se elevaba por el horizonte, en medio de un cielo despejado y diáfano.
En cuanto se recuperaron lo suficiente, apenas segundos después, se encaminaron hacia el puente, y allí encontraron a la tercer miembro del equipo trabajando en la reparación de los sistemas de la nave:
—¡Qué bien, ya despertaron! Los dos sufrieron contusiones leves cuando se desmayaron por causa de la incidencia de las fuerzas g en sus organismos... a las cuales yo soy inmune, obviamente.
Otra de las ventajas de tener por piloto a un ser no biológico.
—Infórmame como está el Cisne —le solicitó Rigel sin más.
—El casco de la nave se encuentra bien, gracias a mi excepcional pericia en los controles, mantuvo el 100 % de su integridad estructural a pesar del impacto. 
Nos encontramos flotando en medio de una de las grandes masas de agua del planeta en su región ecuatorial, no hay riesgo de hundirnos.
Aún estoy reparando los motores, ya he logrado incrementar la potencia en un 15 %, sin embargo aún no tenemos la capacidad para salir del planeta, ni siquiera nos alcanza para volar.
—¿Y los piratas? —le preguntó Nova.
—La Caribdis se estrelló como a cinco millas náuticas de nosotros, hacia el oeste... son casi unos diez kilómetros. Parece estar dañada, no se ha movido de esa ubicación, hasta ahora.
—¿Y nuestro huésped? —preguntó ahora Rigel.
—El bloque de hielo en el que se encontraba se terminó de derretir hace como una hora.
—¿Drenaste el agua para que no se ahogara?
—No, de hecho, introduje más agua del océano que nos rodea para completar el volumen de la bodega.
El organismo presenta características morfológicas adaptadas para medioambientes líquidos. Va a ser mejor que lo vean, vamos... y por cierto yo diría que es una ella.
Fue así que se dirigieron a la bodega principal de la nave, convertida ahora en una especie de gran pecera, y por la ventana de la puerta observaron a la criatura... Rigel y Nova se quedaron atónitos, su forma les recordaba muy claramente a unas conocidas criaturas mitológicas, muy presentes en innumerables leyendas marinas de la Tierra: las sirenas, y su contraparte masculina, los tritones.
Por su torso, se apreciaba su claro aspecto femenino, sus senos así lo indicaban; de su cintura para abajo una gran cola, propia de un pez, reemplazaba en su totalidad a las que serían sus piernas.
En su cabeza presentaba característica propias de un ser alienígena, sus orejas eran puntiagudas, de su cabeza, a modo de cabellera, nacían tentáculos, similares a los de los pulpos, así como estructuras que recordaban a las aletas de los seres acuáticos; en su cuello se apreciaban unos delgados tajos que cumplirían la función de branquias.
Sus manos contaban con cinco dedos, eran muy similares a las humanas, hasta tenían un pulgar en oposición, la única diferencia era la membrana que unía los dedos entre sí, volviéndolos palmeados, una clara adaptación para el nado.
Parecía ser una especie de quimera acuática, hecha con pedazos de diferentes criaturas marinas.
—Es una sirena alienígena, ¿o me lo parece a mí solamente? —se preguntó Nova extrañada.
—No hay nada en las bases de datos de la AE que nos sirva para identificar su especie —le aclaró Spica—.
Lo único que puedo deducir es que pertenece a alguna clase de civilización evolucionada, a juzgar por los adornos que lleva en su cuerpo —concluyó.
A pesar de encontrarse prácticamente desnuda, la criatura llevaba puesta cierta clase de elaborada bisutería en su cabeza, torso y cintura, lo cual mostraba su pertenencia a una especie capaz de trabajar metales con avanzada precisión.
En ese instante la sirena se movió...
—Supongo que hasta ahora estuvo en un letargo criogénico. La temperatura del agua aún es baja pero, a medida que se incremente, es esperable que sus funciones vitales comiencen a activarse —agregó Spica, apenas terminó de decir esto cuando la sirena abrió sus ojos... y los miró.
Sus ojos eran carentes de pupilas, sus párpados cerraban como los de los humanos, aunque presentaba un segundo par, por debajo, que operaban de manera transversal...
Con suavidad, la sirena se acercó a la puerta, y los contempló con curiosidad.
Dirigió entonces su mirada hacia Nova...
«Me gusta tu cabello, Nova», le dijo mentalmente.
—¡Acaba de hablarme, y me llamó por mi nombre! —se alarmó Nova.
«¿Puedes escuchar lo que pensamos?», le preguntó entonces Rigel con su mente.
«Sí, Rigel... aunque, de ella no puedo sentir nada en absoluto», fue la respuesta del ser apuntando hacia Spica.
—Es porque Spica es artificial, no está viva —le aclaró Rigel.
—¿Estás dialogando con ella? —preguntó Spica.
—Sí.
—¿Cómo lo haces? Quiero comunicarme yo también.
—Es telepatía... se contacta de manera telepática, tú no podrás.
—También yo la escucho. Esa es otra de las ventajas que tenemos los seres biológicos, una lengua universal, instantánea, mucho más veloz que cualquier otro sistema, y sin errores de interpretación, ni mentiras de por medio —le dijo Nova con un dejo de altivez.
«¿Cómo te llamas, tienes un nombre?», le preguntó Rigel.
«Soy Calipso».
«¿Calipso? ¿igual que una de las ninfas mitológicas de mi mundo? ¿Se trata de una coincidencia, astronómicamente improbable, acaso?».
«No, no es ninguna coincidencia. Tu especie comenzó con uno de los nuestros, fue quien le dio origen a la vida animal en tu mundo; todos nos conectamos en una misma mente, es normal que intercambiemos fragmentos de información cultural, a un nivel mental subconsciente, así como lo es el compartir características físicas.
Sin embargo, también percibo que tu raza en particular no ha seguido una evolución completamente natural, ha sido modificada por otros que le han dado su forma actual».
Rigel y Nova se miraron extrañados, el surgimiento y evolución de la vida seguía siendo un gran misterio, aún insondable, para la ya algo avanzada ciencia humana.
«Pertenezco a los que ustedes conocen como: los Precursores; veo que son conscientes de nuestra existencia, aunque solo lo hacen cuando su ciencia no puede explicar el origen de algo...
«Algunos creen que los Precursores son solo un mito, seres de leyenda», le planteó Nova.
«Déjenme ilustrarlos un poco al respecto:
Habemos distintas clases de Precursores, provenimos de muchas razas diferentes, algunos son iguales a mi, otros solo parecidos, y los hay también muy diferentes, hemos evolucionado tanto ya que eso carece de importancia para nosotros.
Nuestro objetivo primordial es promover la vida y la evolución a lo largo del universo.
Para ello, algunos de los nuestros proveen de avances tecnológicos a especies en vías de desarrollo, otros evitan extinciones masivas en ecosistemas que así lo necesitan... yo formo parte de los que llevan la vida a los planetas aptos para recibirla, vida de tipo animal en mi caso.
Ese es mi destino, hace ya miles de años que espero para cumplirlo.
Contengo en mi interior células de vida autosuficientes capaces de crear diversos tipos de organismos acuáticos. Mi código genético es extremadamente adaptable y propenso a la biodiversidad..., puedo dar origen a todo un ecosistema prácticamente yo sola».
—¿Qué les está informando? Vamos, saben que yo no puedo oírla, díganme —se quejó Spica al ver a sus compañeros absortos, mirando a la alienígena sin pronunciar palabra alguna.
—La antigua teoría de la panspermia, la difusión de la vida a través del universo, parece que es muy cierta, Spica —le dijo Rigel—.
El cometa en el que estaba Calipso, era como un óvulo esperando caer en un mundo con agua líquida en donde ella pudiera liberar sus células, las cuales en poco tiempo evolucionarían, adaptándose, y creciendo como diferentes tipos de animales, acuáticos en principio... así pasó en la Tierra, donde las diferentes especies tienen ancestros comunes.
—La gruesa capa de hielo que la rodeaba, la protegería durante el ingreso en la atmósfera y en el impacto sobre la superficie. Luego se derretiría hasta desaparecer por completo, y entonces ella despertaría para comenzar —dedujo Spica—.
Bueno, solo tenemos que abrir la bodega para liberarla —propuso; sin embargo, no habría tiempo de hacerlo, en ese momento una alarma de advertencia comenzó a sonar.
Rápidamente la tripulación se dirigió corriendo hacia el puente, y cada uno tomó su puesto:
—Detecto varios objetos pequeños acercándose a gran velocidad hacia nosotros, vienen por el agua —reportó Spica.
—No son solo objetos, y se están desplazando por sobre el agua, específicamente —la corrigió Nova—. Se tratan de armaduras mecanizadas de combate de la FDT, según sus transpondedores... y, a juzgar por su dirección, provienen de la Caribdis.
Seguramente fueron conseguidas por esos piratas en algún depósito de reciclaje, ya que ese modelo fue retirado del servicio por tener fallas de diseño.
—Bueno, si tienen problemas de fábrica no serán un gran problema —comentó Rigel.
—¡¿Qué no, qué...?! Estamos por enfrentarnos a enemigos que usan unos trajes militares completamente blindados, que han sido diseñados para operar en ambientes extremos, como el espacio exterior o las grandes profundidades marinas, incluso pueden usarse en lava; son autopropulsados y llevan integrado todo un arsenal —le aclaró Nova.
—De veras que quieren capturar a Calipso —dijo Rigel—. Spica, abre la bodega de carga y libera a nuestra pasajera, que se escape, nunca la encontrarán en la vastedad de estos océanos.
—A la orden, capitán...
Un momento, vamos, ¿qué pasa? La bodega no responde, parece que está trabada. Me imagino que en el impacto se averió, no puedo abrirla.
—¡Repárala entonces! Nova, mientras tanto, tú encárgate de los piratas. Supongo que con nuestro armamento bastará.
—Si fuera solo una escuadra, seguramente, serían solo cuatro, pero esta es ya toda una sección, estoy contando a más de treinta. Son demasiados.
—Entonces pongamos distancia. Spica, olvida la bodega y retoma el timón; Nova, aleja a esos malditos cuanto puedas.
De ese modo, el Cisne Negro comenzó a navegar como si fuera una veloz embarcación en el agua, mientras que los piratas los perseguían, desplazándose a solo un par de metros por sobre la superficie.
—¿Por qué fueron retiradas esas armaduras, Nova? —le preguntó Rigel al tiempo que el intercambio de disparos comenzaba.
—Al estar tan blindadas el soldado no tiene contacto sensorial con el exterior, todo es electrónico, y el sistema de sensores que tienen presenta demasiada latencia, reacciona muy lento ante los cambios bruscos en su entorno.
Rigel pensó en como sacarle partido a aquella debilidad estructural, y tuvo una idea:
—Spica, ajusta el rumbo de la nave de modo que el sol quede delante nuestro. Cuando esos piratas se acerquen a menos de 30 metros, comienza a realizar giros de 45 grados a babor y a estribor de manera alternada; Nova, estate atenta a esos cambios para compensar el sistema de apunte de las armas...
Mientras tanto, sus enemigos no les perdían el rastro:
—¡Ya estamos cerca, prepárense para el abordaje! —les gritó uno de los piratas al resto de sus compañeros; justo en ese momento el Cisne Negro alteró su derrotero y el sol, que les daba de frente a todos, quedó parcialmente de costado...
En ese instante, los visores electrónicos de las escafandras que llevaban aquellos cazadores se apagaron todos de súbito:
—¡¿Qué diablos pasa?! ¡No veo! —exclamó uno de ellos.
—¡Mi armadura falla! —advirtió otro.
—¡La mía también, no puedo ver nada! —Todos habían quedado momentáneamente cegados por el brusco cambio en la iluminación externa que recibían sus sensores ópticos...
El improvisado plan parecía funcionar muy bien, Nova derribaba a los objetivos más cercanos, mientras que Spica evitaba que la nave fuera rodeada y abordada... Sin embargo:
—¡La Caribdis se acerca!, y viene rápido —alertó Spica.
La enorme nave avanzaba navegando por el agua, al igual que el Cisne Negro, dándole así ahora cacería de manera directa... Era como si fuera un gigantesco monstruo marino, persiguiéndolos.
—Spica, quiero que busques archipiélagos, una isla, lo que sea... y llévanos hasta ahí —le ordenó Rigel.
—Bien, ya estamos en rumbo.
La isla más cercana se encuentra a unas cinco millas náuticas, son menos de diez kilómetros... Llegaremos como en siete minutos, a esta velocidad —le respondió Spica.
—La Caribdis nos devorará en menos de uno —le enfatizó Rigel—. ¿Qué velocidad necesitamos para levantar vuelo?
—Si no alcanzamos cien nudos, como mínimo, no despegaremos, y eso es el doble de lo actual.
—¿Cuál es tu plan, Rigel? —le preguntó Nova.
—¡Necesitamos llegar hasta el centro de una masa de tierra!, así escaparíamos, en esa enorme nave ellos encallarían al acercarse.
—Si solo tuviera un poco más de tiempo, creo que podría potenciar los motores, aunque será algo momentáneo, no creo que aguanten por más de un minuto o dos con mucha suerte, y el resto será planear... hasta estrellarnos.
—Enfócate en hacerlo, Spica, yo tomaré el timón; Nova, usa todas las cargas de demolición que nos queden, ¡mantén a esa enorme bestia a raya!
La persecución final dio así comienzo. La nave pirata avanzaba con su gran bodega frontal abierta, como si fueran las fauces de la mítica criatura que le daba su nombre, Nova le disparaba lo más cerca que podía haciendo que, con cada explosión, enormes masas de agua ingresaran en la Caribdis, retrasándola un poco cada vez.
De ese modo, la intensa carrera se prolongó por interminables segundos...
—¡Listo, Rigel. Prueba despegar ahora! —le dijo Spica, y el capitán intentó el despegue.
Rebotando sobre la líquida superficie, el Cisne Negro luchó por unos momentos tratando levantar vuelo con sus alas de metal... hasta que finalmente lo consiguió.
La nave se elevó un centenar de metros y avanzó cuanto pudo hasta que sus motores se detuvieron:
—Ahora a buscar un buen sitio para estrellarse —comentó Nova con ironía—. Por lo que veo la isla está llena de árboles, esto va a ser feo, muy feo —remató sujetándose de su consola.
—Sin embargo, estamos de suerte —dijo Spica, quien ya había retomado el control del timón—. Hay un claro en el centro y parece haber una especie de campamento.
—El planeta está deshabitado. Debe ser una base abandonada usada por los terraformadores iniciales...
De ese modo, tal como había anticipado Spica, la nave continuó planeando, hasta estrellarse en medio de la isla... Afortunadamente, sin mayores consecuencias.
El plan de Rigel había funcionado, Deimos y su nave quedaron atrás... Aunque, para el capitán pirata esto había sido solo un molesto retraso, él nunca, jamás, se rendiría tan fácilmente.



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En el texto hay: misterio, accion, aventura

Editado: 01.07.2022

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